En el año 1999, la Revista Chasqui (hoy llamado ComunicAcción) detectó, que en un 32.5 % de las Instituciones Educativas públicas del distrito de Comas del nivel secundario interactuaban solapadamente integrantes y simpatizantes de agrupaciones de “pandillas” y “barras bravas” de nuestro medio. Esta cifra se incremento en un 57 % en el año 2004 y se amplio en un 80 %, en el año 2008. En estos espacios educativos en forma similar también se vienen multiplicando en diferentes Instituciones de los distritos de Lima y de las principales ciudades del País, como, Chiclayo, Trujillo, Chimbote, Ayacucho, Huancayo, entre otros.
En ese mismo año, ComunicAccción también registró, que más del 80 % de las fachadas (paredes externas) de las diferentes Instituciones Educativas de este distrito se habían convertido en arbitrarios medios de expresión y propaganda de las agrupaciones en situación de riesgo y exclusión social. En la actualidad, es común observar trazos y garabatos (graffitis) con los nombres de estas agrupaciones, de sus integrantes, de sus símbolos y de otras figuras marcando su territorio, pertenencia e identidad grupal. Sobre estos hechos, años atrás, nos respodió en forma contundente un integrante de la agrupación los “Norteños”, manifestando lo siguiente: “Las paredes, son las pizarras de la calle”; y remarco diciendo: “Por tanto, hay que buscar un lugar estratégico para marcar nuestros símbolos y hacer respetar nuestro territorio”.
Pero, lo más preocupante de esta realidad, es que una gran cantidad del mobiliario escolar de estas mismas Instituciones, también se han convertido en medios de expresión evidente de los/las púberes y adolescentes. En estos enseres educativos también se trazan micro grafitos con contenidos violentos, dando una sensación de que los escolares trataran de expresar reprimidas conductas altamente agresivas, sentimientos ocultos de violencia intrafamiliar o pasiones deportivas mal canalizadas; es decir, una verdadera catarsis colectiva y anónima, supuestamente para encontrar su yo perdido en la más profunda crisis de su inestable existencia.
Efectivamente, en las paredes de los baños de las instituciones educativas y del mobiliario escolar, como, carpetas, mesas, sillas, pupitres y pizarras. Se escriben una variedad de nombres, desde terroríficos hasta pseudos amistosos, entre ellos tenemos:
En ese mismo año, ComunicAccción también registró, que más del 80 % de las fachadas (paredes externas) de las diferentes Instituciones Educativas de este distrito se habían convertido en arbitrarios medios de expresión y propaganda de las agrupaciones en situación de riesgo y exclusión social. En la actualidad, es común observar trazos y garabatos (graffitis) con los nombres de estas agrupaciones, de sus integrantes, de sus símbolos y de otras figuras marcando su territorio, pertenencia e identidad grupal. Sobre estos hechos, años atrás, nos respodió en forma contundente un integrante de la agrupación los “Norteños”, manifestando lo siguiente: “Las paredes, son las pizarras de la calle”; y remarco diciendo: “Por tanto, hay que buscar un lugar estratégico para marcar nuestros símbolos y hacer respetar nuestro territorio”.
Pero, lo más preocupante de esta realidad, es que una gran cantidad del mobiliario escolar de estas mismas Instituciones, también se han convertido en medios de expresión evidente de los/las púberes y adolescentes. En estos enseres educativos también se trazan micro grafitos con contenidos violentos, dando una sensación de que los escolares trataran de expresar reprimidas conductas altamente agresivas, sentimientos ocultos de violencia intrafamiliar o pasiones deportivas mal canalizadas; es decir, una verdadera catarsis colectiva y anónima, supuestamente para encontrar su yo perdido en la más profunda crisis de su inestable existencia.
Efectivamente, en las paredes de los baños de las instituciones educativas y del mobiliario escolar, como, carpetas, mesas, sillas, pupitres y pizarras. Se escriben una variedad de nombres, desde terroríficos hasta pseudos amistosos, entre ellos tenemos:
a) Nombres terroríficos, como, “Sepultura”, “Satánicos”, “Apocalipsis”, “”Sicarios”, “Verdugos”, “Pistacos”.
b) Nombres malandrines, como, “Aventureros”, “Corruptos”, “Fugitivos”, “Foranchos”, los “Mercenarios”, los “Canallas”.
c) Nombres alienantes, como, “For Five”, Strongers”, “Streiker” los “Cadillacs”, los “Hooligans”, los “Mickys”
d) Nombres pseudo amistosos, como, los “Choches”, los “Chéveres”, los “Latinos”, “Barrio Fino”, “Bateria C", los "Dioses”.
e) Nombres de barrios, como, los del “Parral”, los de la “Merced”, los de “Villa Clorinda”, los “Santa Rosa”, los de “San Carlos”, la “Ochenta”; entre otros.
En definitiva, un sinfín de nombres que reflejan altos grados de agresividad y violencia en las escuelas, y que hasta la fecha, tanto el sector educación como el propio Estado peruano solo se limitan a contemplar indiferente a esta realidad socio-cultural que se incrementa vertiginosamente en nuestro país.
De otro lado, solo en el año 2008, el Centro de Emergencia Mujer (CEM) atendió 45,144 casos sobre violencia física, psicológica y sexual a nivel nacional; es decir, 171 casos diarios. El CEM-Comas, atendió 897 casos en ese mismo año; es decir 2.4 casos diarios, representado el 1.9 % de casos atendidos a nivel nacional. Esta realidad ratifica que la violencia física, psicológica y sexual esta profundamente enraizado en los núcleos familiares de nuestro país. Fenómeno social, que se replica contundentemente en las escuelas de nuestro medio combinándose la violencia escolar con la violencia familiar explícitamente. Sobre este tema espinoso, manifiesta, el investigador chileno Eusebio Nájera Martinez, año 2004, que: “La escuela es un espejo y un amplificador de la realidad social para nuestra vida cotidiana”. Y reafirma sobre este mismo asunto, agregando que: “La violencia se va legitimando en las relaciones sociales, estableciendo nuevos modos de enfrentar conflictos de convivencia a nivel nacional, comunitario, familiar e interpersonal”. Igualmente, sostiene, que “Las organizaciones tribales y las practicas de pandillaje no son patrimonio de las juventudes sino que marcan el escenario de las formas que la sociedad adopta en su vida económica y productiva”.
En referencia a este mismo análisis, Corsi y Peyrú, año 2003, concluyen manifestando lo siguiente: “La violencia y la criminalidad son los efectos más visibles de una crianza basada en la carencia, el descuido de los menores y la inseguridad en la trasmisión de valores adecuados para una convivencia civilizada”. En conclusión, desde mi punto de vista, la violencia juvenil en la escuela esta circunscrito a nuestra realidad social y sus consecuencias son el reflejo del establecimiento inadecuado de las relaciones sociales en el ámbito familiar básicamente.
De otro lado, solo en el año 2008, el Centro de Emergencia Mujer (CEM) atendió 45,144 casos sobre violencia física, psicológica y sexual a nivel nacional; es decir, 171 casos diarios. El CEM-Comas, atendió 897 casos en ese mismo año; es decir 2.4 casos diarios, representado el 1.9 % de casos atendidos a nivel nacional. Esta realidad ratifica que la violencia física, psicológica y sexual esta profundamente enraizado en los núcleos familiares de nuestro país. Fenómeno social, que se replica contundentemente en las escuelas de nuestro medio combinándose la violencia escolar con la violencia familiar explícitamente. Sobre este tema espinoso, manifiesta, el investigador chileno Eusebio Nájera Martinez, año 2004, que: “La escuela es un espejo y un amplificador de la realidad social para nuestra vida cotidiana”. Y reafirma sobre este mismo asunto, agregando que: “La violencia se va legitimando en las relaciones sociales, estableciendo nuevos modos de enfrentar conflictos de convivencia a nivel nacional, comunitario, familiar e interpersonal”. Igualmente, sostiene, que “Las organizaciones tribales y las practicas de pandillaje no son patrimonio de las juventudes sino que marcan el escenario de las formas que la sociedad adopta en su vida económica y productiva”.
En referencia a este mismo análisis, Corsi y Peyrú, año 2003, concluyen manifestando lo siguiente: “La violencia y la criminalidad son los efectos más visibles de una crianza basada en la carencia, el descuido de los menores y la inseguridad en la trasmisión de valores adecuados para una convivencia civilizada”. En conclusión, desde mi punto de vista, la violencia juvenil en la escuela esta circunscrito a nuestra realidad social y sus consecuencias son el reflejo del establecimiento inadecuado de las relaciones sociales en el ámbito familiar básicamente.
Asimismo, quisiera agregar sobre la base de nuestras experiencias de intervención sobre este fenómeno juvenil, concluyendo lo siguiente, que el accionar de las “pandillas” en nuestro medio, se dan como sigue: Un 70 % tienen su origen por la rivalidad entre las “pandillas” de barrio, un 20 % por la rivalidad entre las “barras bravas” y un 10 % por la rivalidad entre las “manchas escolares”, este último afectando a las principales Instituciones Educativos de nuestro medio. Por cierto, que estos orígenes son variables y se manifiestan con mayor notoriedad de acuerdo a la coyuntura social, el calendario del futbol profesional y los meses del año escolar.
En verdad, en estos tiempos difíciles de inseguridad y crisis de valores, el fenómeno de la violencia juvenil se pone en primer orden en la agenda nacional. Problema que descubre la profunda crisis que atraviesan las familias en el Perú y su vulnerabilidad. Asimismo, pone en cuestión todo el sistema educativo nacional. Este último por esencia se ha instituido sobre componentes autoritarios, antidemocráticos y excluyentes. Las metodologías de enseñanza en uso están desfasadas para estos tiempos de la sociedad de la información y la era del conocimiento, las estructuras curriculares son arbitrarias e impuestas desde el mismo Estado, y las infraestructuras se eriegn sobre diseños inapropiados y represivos. Frente a esta realidad antagónica, la peor parte se reproduce en las escuelas públicas. Por tanto, sobre este punto crucial, coincido con E. Nájera Martínez, cuando expresa, que la “Nueva sociedad del conocimiento requiere de inteligencia social para su reproducción y la educación de ciudadanos del siglo XXI se vuelve una tarea impostergable”. Y que es por tanto, tarea de todos nosotros construir las bases de una nueva educación eminentemente democrática en el presente para bienestar de nuestro futuro.
Finalmente, sobre las múltiples salidas para abordar la violencia escolar, la metodología más apropiada de intervención, según E. Nájera, son las de prevención y mediación. La primera, construyendo familias responsable4s y comunidades saludables, y la segunda, aplicando un despliegue de competencias personales e interpersonales para el ejercicio de practicas democráticas, Es por lo menos, el compromiso social que nos toca a todos los peruanos asumir en esta tarea concreta para mejorar la calidad de vida de los habitantes de nuestro país.
Referencias
*Corsi, Jorge y Payró Graciela. Violencias Sociales, Editorial Ariel, Santa Fe, Argentina, año 2003.
*Nájera, Eusebio. Violencia Escolar, Una Lectura Pedagógica, Editorial PIIE, Viña del Mar – Chile, año 2004.
*Chávez Olivera, Alfredo/Erazo Tamayo, Walter. Pandillas, Una Salida desde sus Voces, Fondo Editorial Comas, año 2000.
*Estadísticas del Programa Nacional contra la Violencia Familiar y Sexual – 2008 MIMDES y. Policía Nacional del Perú (PNP).
*Registro Estadístico de Estudio de Campo sobre Violencia Juvenil en Comas, ComunicAcción para el Desarrollo Local -ComunicAcción, año 1999, 2004 y 2008.
En verdad, en estos tiempos difíciles de inseguridad y crisis de valores, el fenómeno de la violencia juvenil se pone en primer orden en la agenda nacional. Problema que descubre la profunda crisis que atraviesan las familias en el Perú y su vulnerabilidad. Asimismo, pone en cuestión todo el sistema educativo nacional. Este último por esencia se ha instituido sobre componentes autoritarios, antidemocráticos y excluyentes. Las metodologías de enseñanza en uso están desfasadas para estos tiempos de la sociedad de la información y la era del conocimiento, las estructuras curriculares son arbitrarias e impuestas desde el mismo Estado, y las infraestructuras se eriegn sobre diseños inapropiados y represivos. Frente a esta realidad antagónica, la peor parte se reproduce en las escuelas públicas. Por tanto, sobre este punto crucial, coincido con E. Nájera Martínez, cuando expresa, que la “Nueva sociedad del conocimiento requiere de inteligencia social para su reproducción y la educación de ciudadanos del siglo XXI se vuelve una tarea impostergable”. Y que es por tanto, tarea de todos nosotros construir las bases de una nueva educación eminentemente democrática en el presente para bienestar de nuestro futuro.
Finalmente, sobre las múltiples salidas para abordar la violencia escolar, la metodología más apropiada de intervención, según E. Nájera, son las de prevención y mediación. La primera, construyendo familias responsable4s y comunidades saludables, y la segunda, aplicando un despliegue de competencias personales e interpersonales para el ejercicio de practicas democráticas, Es por lo menos, el compromiso social que nos toca a todos los peruanos asumir en esta tarea concreta para mejorar la calidad de vida de los habitantes de nuestro país.
Referencias
*Corsi, Jorge y Payró Graciela. Violencias Sociales, Editorial Ariel, Santa Fe, Argentina, año 2003.
*Nájera, Eusebio. Violencia Escolar, Una Lectura Pedagógica, Editorial PIIE, Viña del Mar – Chile, año 2004.
*Chávez Olivera, Alfredo/Erazo Tamayo, Walter. Pandillas, Una Salida desde sus Voces, Fondo Editorial Comas, año 2000.
*Estadísticas del Programa Nacional contra la Violencia Familiar y Sexual – 2008 MIMDES y. Policía Nacional del Perú (PNP).
*Registro Estadístico de Estudio de Campo sobre Violencia Juvenil en Comas, ComunicAcción para el Desarrollo Local -ComunicAcción, año 1999, 2004 y 2008.
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