
Hola amigo Ricardo: (publicado el 12 de junio de 2009)
Indudablemente, hay mucho por conversar sobre este polémico tema. Te envío mis apreciaciones personales, esperando coincidir en algunas y discrepar en otras; lo importante es compartirlas con nuestros compatriotas.
Ante todo, mis felicitaciones por tus interesantes y provocadoras valoraciones.
En primer lugar, como cualquier peruano responsable, anhelo ver algún día un verdadero cambio en nuestro país, que beneficie a miles de familias sumidas en la extrema pobreza y promueva el desarrollo social de nuestros pueblos, en busca de su grandeza y bienestar.
Si bien es cierto que en los últimos años el Perú se ha convertido en la “vedette” de Latinoamérica gracias a un notable fenómeno económico, este crecimiento debería representar una verdadera esperanza para millones de peruanos, incluidos nosotros. Asimismo, es evidente que el país necesita de grandes inversiones para superar su atraso y subdesarrollo, y aspirar a convertirse en la futura "India de América", siempre que nuestra debilitada clase política asuma con seriedad y compromiso este enorme reto social.
No se trata de implementar medidas políticas y económicas al azar, guiadas por la suerte o la intuición, sino de diseñar e impulsar proyectos estratégicos de desarrollo, construidos de manera concertada con todos los actores sociales del país. Si existieran estos planes, deberían estar plenamente internalizados por todos los peruanos, para que se conviertan en motores de movilización social a corto, mediano y largo plazo. Algo similar a lo ocurrido en nuestro vecino del sur, Chile, que viene ejecutando de forma consistente su proyecto de convertirse en la primera potencia de Sudamérica.
Por ello, los peruanos deberíamos sentir satisfacción cuando inversionistas de diversas partes del mundo muestran interés en nuestro país: por sus riquezas naturales, por el potencial de la agroexportación, por el crecimiento del comercio, o por el mejoramiento de su infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria. No obstante, es fundamental que los acuerdos económicos que se suscriban —incluidos los TLC— sean favorables para el Perú, y que además se comuniquen ampliamente para que los pueblos puedan conocerlos, entender sus implicancias y aprovechar sus beneficios de forma efectiva.
Por otro lado, no nos resulta extraño reconocer que nuestra clase política es, lamentablemente, una de las más corruptas del mundo. Esta casta de burócratas mediocres representa el transfuguismo, el folklorismo, la improvisación y una forma de hacer política profundamente retrógrada. ¿Qué se puede esperar de estos parásitos que han convertido la Ley de Partidos Políticos en una herramienta de supervivencia personal? Son ellos quienes conducen hoy los destinos del país y legislan normas y acuerdos que deberían regir nuestro desarrollo.
Finalmente, respecto al video colgado en YouTube sobre “Pocahontas”, protagonizado por la actriz peruana Q'orianka Kilcher, lo compartí con todos nuestros contactos con el único ánimo de generar reflexión sobre los últimos acontecimientos sucedidos en nuestro país (la matanza entre peruanos). Este es un problema ancestral, una lucha étnica que ni siquiera el Imperio Inca logró ordenar. Se agravó durante el Virreinato y se profundizó aún más con la “republiqueta” peruana.
Junto a esta problemática, surgen otros temas de gran relevancia, como el calentamiento global, la depredación del Amazonas —el gran pulmón de la humanidad— y, por supuesto, la solapada exterminación de los pueblos originarios. Estos pueblos, las primeras nacionalidades del Perú, deben ser protegidos y respetados por su valor en una nación plurinacional y pluricultural. Como bien lo señaló Mariátegui, esta cuestión sigue vigente y representa una de las grandes deudas del país.
Desde mi punto de vista, el conflicto étnico no se resolverá mientras no se aborden de manera integral sus verdaderas causas: el respeto a las culturas originarias, a sus costumbres, a su territorio, a sus lenguas, en suma, a su ecosistema. ¡Basta de desprecio! Porque esas tierras les pertenecen desde tiempos inmemoriales. En países desarrollados como Estados Unidos y Canadá, se ha intentado solucionar este problema reconociéndoles como “la primera nación”, estableciendo políticas públicas que incluyen acceso gratuito a salud, educación y vivienda. Se podrá decir que allá son pocos (500 mil en Canadá y 2 millones en EE.UU.); pero en el Perú, representan aproximadamente el 45% de la población. La gran deuda es su reivindicación.
En cuanto a la aparente intromisión de otros países en estos conflictos, comparto en parte tu apreciación sobre el presidente Chávez. Desde mi punto de vista, siempre me pareció un lumpen socialista desfasado. Sobre Evo Morales, confieso que sus actitudes frente al Perú aún me generan confusión. Sin embargo, es innegable que ha sido el primer presidente indígena de América Latina en levantar la voz por millones de bolivianos históricamente excluidos en esta era de modernidad y globalización.
Por último, respecto a las ONGs, ya conocemos la lógica de su origen y existencia. Las críticas hacia estas instituciones no son nuevas. Me atrevería a decir que muchas de ellas nacen como consecuencia directa de la mediocridad y la ineficiencia de los organismos del Estado y sus funcionarios, que por décadas han parasitado sin modernizarse ni generar cambios. Estas entidades seguirán existiendo mientras el Estado no se modernice, no abrace la Era del Conocimiento y no invierta de manera responsable en el desarrollo de su capital humano.
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