lunes, 14 de octubre de 2024

“Textiles Camones, Una Experiencia Exitosa de Emprendimiento Económico en Perú ”

 

“DE RECUAY AL MUNDO: EL SALTO DEL EMPRENDIMIENTO PERUANO"
-Textiles Camones, Una Experiencia Exitosa-

Tras la lucha por la Independencia del Perú y la posterior Guerra del Pacífico (o Guerra del Salitre), el país quedó devastado, sumido en la pobreza y en un profundo desorden político y social. La diferencia esencial entre ambos conflictos radica en el ánimo con el que la población los afrontó: mientras que la independencia dejó una ilusión de victoria, aunque fuera parcial y costosa, la guerra contra el país vecino trajo consigo una amarga sensación de derrota y dolor prolongado.

A pesar de ello, no desapareció la élite económica ni la estructura social de carácter semifeudal y semicolonial. Esta continuó vigente durante más de cincuenta años, bajo el dominio de una oligarquía que consolidó la llamada república aristocrática, manteniéndose ajena a las necesidades del desarrollo social.

Entre 1895 y 1919, tres familias oligárquicas y sus veinticuatro allegados controlaron el poder económico y social del país. Nos referimos a los Prado, los Payán y los Ayulo, quienes dominaron instituciones clave como el Partido Civil, el Club Nacional, la Beneficencia Pública, el Congreso, las cátedras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, los principales bancos, los medios de prensa, la Cámara de Comercio y la Sociedad Nacional Agraria, entre otras.

Durante los años de la bonanza del guano —considerado por algunos como el “opio” de los peruanos—, este recurso se convirtió en un factor determinante del atraso en el desarrollo económico nacional. A pesar de esa efímera prosperidad, el país logró atraer a inmigrantes europeos y americanos, entre ellos científicos, empresarios y comerciantes, quienes desempeñaron un papel clave en la relativa y rápida reconstrucción de la economía hacia fines del siglo XIX.

Por otro lado, surgieron partidos políticos cuyos miembros funcionaron como bisagras eficaces entre las demandas de la clase empresarial y la gestión del aparato estatal. Aunque de carácter caudillista, poco doctrinarios y cerrados, partidos como el Civil, el Demócrata y el Constitucional cumplieron un rol importante como canales de articulación entre política y economía durante el periodo de posguerra del salitre.
Fuente: “La Historia Económica de la Primera Centuria”, Carlos Contreras. (Revista Moneda N.° 150 - BCRP)

La economía peruana logró recuperarse relativamente rápido de la Gran Depresión de 1930; sin embargo, la Segunda Guerra Mundial y los acuerdos comerciales con Estados Unidos retrasaron el alza de los precios de las exportaciones peruanas, que recién se reactivaron a inicios de la década de 1950.

Los cambios que más influyeron en el desarrollo empresarial durante este periodo fueron el crecimiento demográfico y la expansión del Estado peruano. Entre 1930 y 1960, el país no solo duplicó su población, sino que pasó de ser una nación predominantemente rural y andina a convertirse en un país urbano, rural y costeño.

Este proceso trajo consigo un aumento significativo en la demanda de textiles, alimentos procesados y bebidas, lo cual impulsó el crecimiento de empresas orientadas a abastecer el mercado interno. Este dinamismo fue mucho más determinante que las tímidas políticas industriales implementadas por los distintos gobiernos de la época.
Fuente: “El Estado y los empresarios en la historia económica del Perú independiente”, Carlos Contreras Carranza y Martín Monsalve Zanatti. Primera edición, diciembre de 2022.

En 1986, en un contexto de reorganización de las nuevas fuerzas vivas del periodo postoligárquico, la prensa acuñó el término “Doce Apóstoles” para referirse a los doce principales empresarios del país, convocados por el entonces presidente Alan García con el objetivo de discutir el rumbo económico del Perú. Desde entonces, esta denominación se ha utilizado para identificar a los líderes de los conglomerados empresariales más grandes e influyentes del país.

En la actualidad, el poder de estos grupos —económico, político y social— se ha diversificado. Entre los doce grupos de poder económico (GPE) más relevantes se encuentran seis de origen limeño (Benavides, Graña y Montero, Brescia, Ferreyros, Rodríguez-Pastor y Romero) y seis de origen provinciano (Rodríguez, Añaños, Dyer, Acuña, Huancaruna y Flores). Esta configuración del poder económico corporativo, junto con el grado de cohesión de las élites, revela los mecanismos utilizados para transformar su riqueza en influencia sobre la política pública, tales como el financiamiento de campañas, los lobbies y el fenómeno de las “puertas giratorias”. En los últimos años, la discusión ha incorporado también el uso de sobornos, debido a los escándalos de corrupción que han remecido al país.

Del Estado empresario al Estado regulador: la transformación del papel del Estado en la economía peruana comenzó en la década de 1990 con una severa política de ajuste estructural. Esto implicó la liquidación y privatización de numerosas empresas estatales, muchas de ellas con pérdidas económicas significativas y responsables, en parte, del elevado déficit fiscal. Frente al desafío de insertarse en una nueva economía global, el sistema empresarial peruano aceleró su internacionalización, en paralelo a una redefinición del rol del Estado y un notable incremento de la inversión extranjera directa.

Este escenario representó un gran reto para las grandes empresas familiares, que debieron adaptarse a las políticas de corte neoliberal implementadas en ese periodo. Las empresas multinacionales y las denominadas “multilatinas” desplazaron progresivamente a los grupos económicos peruanos. Durante la década de los noventa, se consolidó un proceso de desnacionalización de la economía, afectando seriamente tanto a los conglomerados tradicionales como a las medianas empresas nacionales, que sufrieron el impacto de las reformas y de la creciente competencia externa.

En medio de este complejo y a menudo espinoso tránsito económico y social, la familia Añaños se ha convertido en un verdadero paradigma para el empresariado nacional. Originarios de Ayacucho, los Añaños no contaban con vínculos con los gobiernos de turno, ni con empresas multinacionales o capitales financieros. A pesar de ello, lograron construir dos poderosas empresas que hoy compiten, tanto en el mercado local como internacional, con gigantes globales.

Las dos principales compañías impulsadas por esta familia son:
a) Industrias San Miguel
b) AJE Group.

Entre sus productos más representativos destacan “Big Cola” y “Cielo”. El primero se ha posicionado como la cuarta bebida gaseosa más consumida en el mundo, disputando mercado directamente con las transnacionales Coca-Cola y PepsiCo. Además, AJE Group se ha convertido en la primera empresa de origen peruano en operar en múltiples países de la región Asia-Pacífico, incluyendo México, Perú, Tailandia, Singapur y Vietnam.

Otro caso emblemático dentro del surgimiento del empresariado nacional y del proceso de acumulación de capital es el de la familia Rodríguez Rodríguez. El Grupo Gloria, conglomerado de origen arequipeño fundado formalmente en 1986 por los hermanos Vito y Jorge Rodríguez, se ha consolidado como uno de los grupos alimenticios más importantes de América Latina.

Aunque su formalización como grupo empresarial se dio en los años ochenta, sus orígenes se remontan a 1941 con la fundación de la empresa Leche Gloria S.A. en la ciudad de Arequipa. Hoy en día, el Grupo Gloria mantiene su sede central en Lima y cuenta con importantes inversiones en Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, Argentina y Puerto Rico, consolidando su presencia regional a través de una estrategia de expansión y diversificación sostenida.

Como era de esperarse, en este proceso de internacionalización del empresariado nacional no podía quedar excluida la participación de empresarios emergentes provenientes de la provincia de Recuay. Familias que, ante el abandono y desprecio sistemático hacia las provincias por parte del centralismo asfixiante del país, se vieron forzadas a emigrar hacia la capital en busca de mejores oportunidades.

La provincia de Recuay contaba con aproximadamente 30,000 habitantes según el censo de 1972. Sin embargo, para el año 2017, su población se había reducido drásticamente a cerca de 17,000 habitantes, reflejo de una dolorosa y persistente realidad migratoria. Actualmente, la zona muestra signos de recuperación, especialmente en el corredor Recuay–Ticapampa–Catac, aunque los distritos ubicados en las vertientes del Pacífico continúan en relativa situación de abandono.

En este contexto, el surgimiento de un empresariado emergente de origen recuaíno representa no solo un ejemplo de resiliencia, sino también un motivo de orgullo regional. A modo ilustrativo, mencionaré dos casos emblemáticos que considero especialmente significativos:

1. Textiles Camones S.A.
2. Walon Sport S.A.

Ambas empresas son expresión del esfuerzo, visión y capacidad de transformación de familias que, habiendo partido desde condiciones adversas, hoy representan al Perú en los mercados nacional e internacional.

Textiles Camones S.A. fue fundada en 1995 por los hermanos Camones Guillermo: Edwin, Alfredo, Alex, Carlos y Bertha. Es una empresa familiar dedicada a la fabricación de telas y prendas de vestir de tejido de punto. Se trata de una compañía verticalmente integrada, con procesos sistematizados que van desde la elaboración de los tejidos hasta el empaquetado final de las prendas, lo que les permite ofrecer a sus clientes un servicio completo bajo el modelo “full package” (Paquete Completo de Manufactura Textil).

La empresa cuenta con dos plantas de producción ubicadas en los distritos de Puente Piedra y Los Olivos, en Lima. Es reconocida como líder en su sector, destacando por su compromiso con el respeto al medio ambiente, la promoción social y la responsabilidad empresarial. Textiles Camones S.A. se guía por principios corporativos sólidos que reflejan su compromiso con sus trabajadores, accionistas, junta directiva y el entorno social en el que opera.

Su misión institucional es:
“Vestir al mundo con propuestas innovadoras, de alta calidad, a precios competitivos y con responsabilidad social y medioambiental.”
Su visión de desarrollo es:
“Ser reconocidos globalmente como una empresa textil sostenible.”

Desde marzo de 2023, Textiles Camones S.A. se constituyó como una empresa BIC (Sociedad de Beneficio e Interés Colectivo), reafirmando su objetivo de contribuir activamente al cuidado del medio ambiente y al bienestar de la sociedad. Actualmente, cuenta con aproximadamente 2,000 colaboradores directos y alrededor de 5,000 colaboradores indirectos, con una inversión acumulada superior a los 500 millones de dólares.

La empresa produce una amplia variedad de telas de tejido de punto, incluyendo: jersey, franela, piqué, rib, interlock, french terry, así como telas estampadas full cobertura y telas sublimadas. En cuanto a prendas, fabrican camisetas, polos, vestidos, blusas, tank tops, hoodies, casacas, pantalones, entre otras, destinadas principalmente a la exportación.

Textiles Camones también cuenta con tiendas propias en los distritos de Puente Piedra y La Victoria (Lima), además de locales internacionales en Caracas (Venezuela) y Bogotá (Colombia). Sus productos se exportan a 15 países: Estados Unidos, Argentina, Australia, Bolivia, Brasil, Canadá, China, Colombia, Ecuador, España, Italia, Japón, México, Reino Unido y Venezuela.

TEXTILES CAMONES, en estos últimos años, ha logrado RECONOCIMIENTOS, como: el “Premio por su compromiso con la Seguridad y Salud de sus colaboradores 2017" y el “Premio a la Excelencia 2017 en Prevención de Riesgos". En el 2022, por segundo año consecutivo, fueron reconocidos por sus excelentes resultados en materia medioambiental y respeto que brindan a sus colaboradores. específicamente, han logrado tres reconocimientos de Great Place to Work (GPTW): Empresa con Mejor Progreso, Puesto N° 13 en la Lista para Trabajar para Mujeres y Puesto N° 4 en la Lista Mejor Lugar para Trabajar en Producción y Operaciones.

En el año 2024 gano el 1er lugar en la categoría con más de 1,000 trabajadores: “LOS MEJORES LUGARES PARA TRABAJAR GESTION SOSTENIBLE PERU 2024”, otorgado por la consultora internacional Great Place To Work.

En términos de inversiones, Textiles Camones está implementando varios proyectos importantes por un valor de $ 50,000,000 dólares, incluyendo la construcción de una planta de hilandería en Comas y una expansión de su planta de tejidos en Puente Piedra. Estas iniciativas no solo buscan garantizar el suministro local de insumos, sino también apoyar la producción de su línea sostenible. El proyecto de la planta de hilandería, valorado en aproximadamente 48 millones de dólares, comenzará en el 2025, marcando un paso significativo en el compromiso de la empresa con la innovación y la sostenibilidad.

“Walon Sport S.A.” línea de productos deportivos, fue creada en 1989 por los esposos Policarpo Alfonso Gilio Dolores y Perpetua Ery Camones Depaz, naturales del Distrito de Pararín provincia de Recuay. Para llegar a los equipos de primera división, la empresa aplicó una estrategia de marketing que consistía en proporcionar ropa deportiva a algunos jugadores para que estos la exhibieran en las conferencias. A la pareja solo le bastó 5 años y, gracias a la aceptación del público, la compañía abrió su primera tienda en la ciudad de Barranca. Con ello, empezó el despegue de la marca. Empezaron vendiendo ropa en los mercados y su emprendimiento los llevó a vestir a la selección peruana de fútbol. Otros clubes que han vestido sus prendas son Alianza Lima, Cienciano del Cusco, Club Deportivo Municipal, Sport Huancayo, entre otros. Vale mencionar que las prendas de Walon también han llegado a clubes internacionales en Colombia, Bolivia, Chile, El Salvador, República Dominicana y Haití.

Finalmente, resulta pertinente destacar que, en la última década, han surgido jóvenes empresarios emprendedores de origen recuaíno, quienes vienen posicionándose exitosamente en el mercado nacional y, con especial énfasis, en la propia provincia de Recuay. Estos nuevos actores del desarrollo económico se han insertado en rubros diversos como la ropa y el calzado deportivo, los materiales de construcción y el sector hotelero. No queda más que felicitarlos por su espíritu emprendedor y por contribuir activamente al crecimiento económico local.

En ese sentido, es fundamental no perder de vista las oportunidades que se abren con la pronta inauguración del Mega Puerto de Chancay, el Parque Industrial de Ancón y la puesta en funcionamiento del remodelado Aeropuerto “Comandante FAP Germán Arias Graziani” en Anta–Carhuaz, Áncash. Estas infraestructuras estratégicas están llamadas a convertirse en puertas de entrada y salida hacia y desde el mundo, permitiendo la promoción y canalización de nuevos emprendimientos económicos regionales.

Frente a este nuevo panorama, resulta urgente que nuestras autoridades regionales, provinciales y distritales asuman el liderazgo necesario para reorientar el desarrollo y garantizar que nuestras provincias no queden rezagadas, sino que se integren plenamente a los procesos de progreso y desarrollo social en el país.

Autor:
Bach. Alfredo Chávez Olivera

sábado, 25 de mayo de 2024

¿Quién Mató a Moarcocua?, Ultimo Hatun Curaca de los Sucoarocoay.

¿QUIÉN MATÓ A MOARCOCUA?

(Último Hatun Curaca de los Sucoarocoay)

En la década de 1460, el poderoso ejército inca —en su segunda expedición militar hacia la conquista del norte medio del Tahuantinsuyo—, al mando del general Cápac Yupanqui (hermano del Inca Pachacútec), inició su travesía remontando la cuenca del río Fortaleza desde Paramonga. En su avance, pasaron por los pueblos de Chasqui, Colca y Cajacay.

Al enterarse de esta incursión, los Sucoarocoay, junto con sus pueblos pumas —Ichochonta (Recuay, Marca y Pampas Chico), Allaucapoma (Cotaparaco, Tapacocha y Aija), e Ichocpoma (Pariacoto, Cajamarquilla y La Merced)—, decidieron enfrentar al ejército incaico. Para detener su avance vertiginoso, los emboscaron desde las alturas de las cumbres, atacándolos con hondas, huaracas, porras, lanzas, flechas, piedras y otras armas ofensivas, en un sitio conocido como Incahuacanca (“donde llora el Inca”).

La emboscada, cuidadosamente planificada, fue liderada por el Hatun Curaca sucoarocoaino Hinchiraque y su hijo Taparaco, ambos destacados guerreros recuay. Ellos se levantaron en defensa de sus territorios frente a la invasión inca, que amenazaba a los pueblos de los Hurin Huaylas.

Los recuay ejecutaron con precisión la emboscada desde las partes altas del río hacia abajo, empleando una táctica militar basada en el ataque sorpresivo. Su objetivo era detener a las tropas incas que ascendían ganando posiciones rumbo a la Cordillera Negra. La ofensiva fue magistralmente conducida por los hombres de Hinchiraque, quienes lograron derrotar al ejército invasor. Tras esta inesperada derrota, los incas se vieron obligados a replegarse río abajo, a la espera de una nueva oportunidad. Fue un triunfo fugaz para los guerreros nativos: ganaron la batalla, pero con el tiempo fueron finalmente aplastados por el poderío del ejército inca.

Luego de este revés en Incahuacanca, y con el propósito de continuar su expansión hacia el norte, el ejército inca recurrió a una astuta estrategia: una alianza táctica étnica entre los incas y los chancas. Así, enviaron a los aguerridos guerreros chancas al frente, para arrasar con los Hurin Huaylas y allanar el camino para el dominio incaico.

Tras coronar exitosamente la Cordillera Negra, las tropas incas avanzaron hacia los llanos del valle del Santa, consolidando su conquista. El general Cápac Yupanqui dirigió con visión estratégica esta ocupación. En primer lugar, ignoró deliberadamente la resistencia organizada por las etnias ancashinas. Luego, aplicó una conocida táctica inca: la del sometimiento pacífico, que consistía en promover la rendición sin combate para evitar derramamiento de sangre. Sin embargo, ante la negativa de los pueblos locales, el general, al mando de más de 40,000 hombres, dividió su ejército en cuatro columnas. Su objetivo: tomar fortalezas y puntos estratégicos mediante la táctica de “cerco y aniquilamiento”, dejando a los huaylinos incomunicados con sus aliados de la costa y la ceja de selva, y privados de alimentos y suministros esenciales para su subsistencia.

Agotados por el hambre, para los pueblos de los Hurin Huaylas la derrota fue inminente. Los incas tomaron el control militar de la región, ocupando principalmente los pueblos de Sucoarocoay, Guarax y otras importantes guarangas. Cercados y sin posibilidad de abastecimiento, los naturales se vieron obligados a rendirse tras seis meses de tenaz resistencia. Aprovechando la situación, los emisarios del imperio incaico ofrecieron condiciones para la rendición, aunque esta fue más formal que efectiva.

Sin embargo, a pesar de la rendición, y con el propósito de sellar su triunfo y dejar una marca de supremacía y respeto, los incas incendiaron el templo de Pumacayán, ubicado en el pueblo de Guarax. No bastándoles con esto, capturaron a los principales curacas y los ejecutaron, pese a su sometimiento. Este acto buscaba reforzar el dominio militar y afirmar la supremacía étnica inca, imponiendo un nuevo orden de poder mediante la designación de un jefe regional leal al Cusco.

Durante estas operaciones tácticas en la conquista de los Huaylas, participó el valiente general chanca Anco Huallo, bajo la supervisión directa de las autoridades incas. Tras la toma de Sucoarocoay y Guarax, Anco Huallo, consciente del creciente recelo que generaba entre los incas —debido a la simpatía, liderazgo y respeto que había ganado tanto entre sus propios hombres como entre los huaylinos—, sospechó que se preparaba una traición en su contra. Los celos y la envidia hacia su figura eran constantes.

Previendo su destino, huyó en secreto con su grupo étnico, utilizando la ruta de los Conchucos para internarse selva adentro, hacia el río Marañón, con el objetivo de romper definitivamente la alianza estratégica entre chancas e incas. Algunos historiadores sostienen que, en su travesía, los chancas pasaron por varios pueblos de la selva, llegaron a Moyobamba, y luego continuaron hacia el sudoriente hasta asentarse en lo que hoy es Lamas, en el actual departamento de San Martín.

Sobre el correinante inca Túpac Yupanqui, el historiador Waldemar Espinoza señala: “Valiente y audaz, recorrió de sur a norte como un invencible conquistador.” Con la finalidad de consolidar las nuevas conquistas y anexiones del Imperio Inca, enrumbó hacia el Chinchaysuyo, donde sometió implacablemente a los antiguos reinos de los Chancas y los Huancas, arrasando sus fortalezas y fundando nuevas ciudades (llactas). Esta táctica de arrasamiento total le permitió conseguir la rendición definitiva de estas etnias.

En la región de Huaylas, según el mismo historiador, arrasó, desmanteló y destruyó las fortalezas de Chungomarca y Pillaguamarca, que hasta entonces se habían conservado sólidamente bajo custodia de los pueblos originarios de Ancash.

Una vez anexados los territorios de los Huaylas, el poderoso Sapa Inca Pachacútec ordenó desterrar a los líderes rebeldes a zonas remotas del Tahuantinsuyo —estado en plena expansión—, reduciéndolos a la condición de piñas y yanaconas, formas de mano de obra al servicio del aparato estatal incaico.

En lugar de los antiguos curacas guerreros y rebeldes, fueron nombrados nuevos líderes adictos al poder central, leales al Cusco e interesados en mantener el orden en favor de los vencedores. Paralelamente, los incas impusieron un sistema de gobierno político-militar para administrar y vigilar los nuevos territorios conquistados. Esta práctica formaba parte de una tradición andina antigua entre vencedores y vencidos, la cual se intensificó durante el Periodo Intermedio Temprano, en la época del surgimiento de los estados primarios (aproximadamente entre los años 0 y 100 d.C.).

Por otro lado, una parte de la nobleza regional huaylina, tanto de los Hanan como de los Hurin, optó por someterse al poder incaico. Para mantener sus privilegios y asegurar cierto nivel de influencia, aceptaron alianzas matrimoniales con las élites cusqueñas, una estrategia típica de sometimiento inca para consolidar su dominio sin recurrir exclusivamente a la violencia.

Como parte de esta reorganización imperial, Túpac Inca Yupanqui fortaleció las sedes administrativas en la región: Huayllasmarca, en Hatun Huaylas, y Sucoarocoay, sede principal de los Hurin Huaylas, que más tarde sería transformada en un ushnu, centro ceremonial y político de gobierno incaico.

Antes de la llegada de los incas, en los territorios de los Huaylas, existían dos reinos geopolíticamente bien delimitados: Hatun Huaylas y Sucoarocoay (también conocido como Recuay). Ambos eran confederaciones o reinos regionales que habían logrado integrar diversos curacazgos, cada uno con seis guarangas, unidos por lazos de parentesco y consanguinidad. Aunque cada reino tuvo un origen y una evolución autónomos, en conjunto constituían una sola nación huaylina.

Según los datos históricos disponibles, se deduce que el reino de Sucoarocoay (más tarde conocido como Choquerecuay o Chuquirrecuay) estaba conformado, en época preincaica, por tres guarangas principales: Ichocpomas, Allaucapomas e Ichochonta. Con la llegada de los incas, es probable que se haya creado una cuarta guaranga: Marca o Collana, integrada por yanaconas, yanayacos, mitimaes y piñas, es decir, poblaciones trasladadas o sometidas al servicio del Estado incaico.

Dentro de los territorios de los Hurin Huaylas también existía un reino independiente compuesto por las guarangas de Ichocguarax y Allaucaguarax. Por su parte, el reino de Hatun Huaylas comprendía seis guarangas: Huaylas, Tocas, Guambo, Mato, Icas y Rupas.

Los curacas principales de estas confederaciones ejercían un poder absoluto sobre los curacas subordinados, dentro de un sistema político negociado entre linajes. Este modelo de organización —típico del antiguo Ancash— permitía la articulación de diversas guarangas bajo una autoridad común, pero no exenta de constantes negociaciones. El curaca principal debía mantener alianzas y pactos con otros linajes poderosos de las guarangas para conservar su legitimidad y estabilidad en el poder.

Sobre este sistema de poder local, la historiadora Marina Zuloaga Rada, en su libro “La conquista negociada: Guarangas, autoridades locales e imperio en Huaylas, Perú (1532–1610)” (2012), afirma lo siguiente:

“Efectivamente, así como se respetaba la igualdad y autonomía de la guaranga, aun cuando estuviera integrada en un conjunto político mayor, los caciques de guaranga no solo conservaban amplias competencias de poder y de mando sobre la población de su propia guaranga, sino que intervenían directamente en el nombramiento y mantenimiento del curaca mayor, siendo siempre ellos mismos posibles candidatos para la elección.”

Este testimonio reafirma el carácter complejo y descentralizado del poder político preincaico en la región de los Huaylas, donde las relaciones entre guarangas, linajes y curacas eran dinámicas y sujetas a constantes procesos de negociación y legitimación.

A pesar del sólido andamiaje político, económico y militar establecido en los reinos y señoríos conquistados por el gran Imperio Inca, muchas etnias lucharon incansablemente por liberarse del yugo cusqueño. Uno de estos pueblos fue el de los indomables guerreros Huaylas, conocidos por su carácter belicoso y resistente. Aun cuando el dominio incaico se había instalado en sus territorios desde hacía varios años, los huaylinos continuaban pugnando por su autonomía.

Frente a esta latente amenaza de rebelión y el peligro constante de insurrecciones, la nobleza cusqueña optó por una táctica no militar, pero igual de eficaz: el uso de alianzas sentimentales para consolidar el sometimiento. De este modo, buscaron congraciarse con la aristocracia regional huaylina, la cual, para no perder sus privilegios, ofreció como esposas secundarias a dos doncellas nobles: Contarhuacho y Añas Colque, quienes pasaron a formar parte del entorno del Inca Huayna Cápac, fortaleciendo así la unidad del Tahuantinsuyo.

El Inca tomó entonces como esposas secundarias a Contarhuacho, hija de Pomapacha, curaca de Jatun Anan Huaylla; y a Añas Colque, hija de Huacachillac Apo, mando étnico de los Lurin Huaylla. Sobre este hecho, el historiador Waldemar Espinoza (1981) señala: “Solo así se logró suavizar el descontento de la nobleza del reino huaylla frente a los cusqueños”, logrando poner fin a las tensiones entre invasores e invadidos.

La presencia de Contarhuacho y Añas Colque en el escenario político del antiguo Perú tuvo un significado trascendental para el mundo andino. A pesar de que hoy se sabe poco sobre el verdadero papel de la mujer en la sociedad precolombina, existen diversas interpretaciones de los estudiosos al respecto. Waldemar Espinoza sostiene que ambas fueron convertidas por los incas en señoras feudales o mamaconas, figuras a quienes los pueblos originarios debían veneración y respeto. El Inca les otorgó tierras, siervos, ganado, maíz y finas ropas, lo cual les permitió gozar de privilegios exclusivos, garantizando así la estabilidad de la alianza étnica sometida al Cusco imperial.

En este contexto, es importante aclarar —según el mismo autor— que el término “señora” no debe ser entendido como sinónimo de curaca o cacica, sino como un título social y religioso de alta jerarquía, otorgado por el Estado incaico para preservar y consolidar su dominio sobre las etnias conquistadas.

En el presente artículo, es imprescindible destacar la vida de los últimos personajes de la nobleza regional del antiguo Huaylas, cuyas trayectorias tienen un enorme valor histórico para la región de Ancash y el Perú. Entre ellos sobresalen dos figuras fundamentales:

  1. La princesa doña Inés Huaylas Yupanqui, nacida en Huaylas en el año 1517, cuyo nombre originario fue Quispe Sisa Huaylas Ñusta, hija del Inca Huayna Cápac y de la curaca Contarhuacho.

  2. El príncipe Paulo Inquil Topa Inca, nacido en Guarax en 1518, hijo también de Huayna Cápac y de la curaca huaylina Añas Colque.

Ambos descendientes reales de la nobleza huaylina desempeñaron papeles cruciales durante el periodo de invasión y colonización española.

Cuando el Inca Atahualpa fue hecho prisionero en Cajamarca, mandó llamar a su hermana, la princesa Quispe Sisa, quien entonces residía en su palacio curacal en Tocas, en Hatun Huaylas, para que intercediera ante Francisco Pizarro en un intento por lograr su liberación. Al no conseguir persuadir al conquistador, la princesa solicitó ser bautizada como cristiana, petición que fue aceptada. Recibió el nombre de Inés Huaylas Yupanqui, en una ceremonia oficiada por el fraile dominico Vicente de Valverde.

Enamorado de su belleza, Pizarro la tomó como esposa. Para convencerla, le ofreció integrarla a su nuevo reino y convertirla en noble soberana de las tierras conquistadas. De esa unión nació su primera hija, Francisca Pizarro Yupanqui, en 1534 en la ciudad de Jauja. En 1535 nació su segundo hijo, Gonzalo Pizarro Yupanqui, quien años después sería reconocido como heredero de la gobernación de Nueva Castilla. Sin embargo, esta relación se disolvió en el año 1538.

Posteriormente, Inés Huaylas Yupanqui contrajo un segundo matrimonio por la Iglesia con el conquistador Francisco de Ampuero, entonces alcalde de Lima, con quien tuvo cuatro hijos: Martín, Alonso, Francisco e Isabel. Así, llegó a ser considerada la primera dama de la Ciudad de los Reyes, posición que le otorgó gran prestigio en el naciente orden colonial.

Por su parte, Huayna Cápac y Añas Colque tuvieron dos hijos: Paulo Inquil Topa Inca y Catalina Ussica. Durante la invasión española, Paulo Inca fue coronado Inca por Diego de Almagro, en un intento del conquistador por desafiar a los pizarristas tras su retorno del fallido viaje a Chile. A cambio de una alianza táctica, Almagro buscó el apoyo de Paulo para asaltar el poder incaico. Este aceptó, con la intención de conservar sus privilegios señoriales, siendo proclamado Inca en el año 1536.

No obstante, su reinado fue breve y conflictivo, marcado por la guerra civil entre los conquistadores españoles. Tanto Paulo Inca como su madre Añas Colque jamás regresaron a tierras ancashinas, residiendo permanentemente en el Cusco, según refiere Waldemar Espinoza (1981).

El 25 de enero de 1533, Hernando Pizarro, en su trayecto hacia el Templo de Pachacámac para recaudar y apropiarse del oro y la plata del Tahuantinsuyo, llegó al ushnu de Sucoarocoay, donde fue recibido por el Hatun Curaca Moarcocua (también conocido como Marcaoma, Moarcoux o Marcocama) y, como curaca secundario, por Collax, probable autoridad de la guaranga Ichocpoma. En este lugar, los españoles fueron bien acogidos y se les ofreció todo lo necesario para pasar la noche. Permanecieron en Sucoarocoay durante un día completo, con el fin de dar descanso a los caballos y a los hombres que marchaban a pie.

Debido a la importancia estratégica del pueblo, se organizó guardia militar, ya que el capitán Calcuchimac se encontraba muy cerca, acompañado por un ejército de más de 50,000 hombres.

Sobre la base de esta estructura geopolítica —en la que aún operaban las jerarquías del mundo andino tardío— llegaron los españoles. La suerte del Hatun Curaca Moarcocua en este contexto fue compleja y ambigua, y ha dado lugar a diversas hipótesis. Una de ellas plantea que Moarcocua habría tratado con el capitán Calcuchimac con el objetivo de liberar al Inca Atahualpa, al conocer las malas intenciones de los europeos respecto al destino del Tahuantinsuyo. Calcuchimac, como se sabe, fue el segundo al mando del ejército de Atahualpa durante la guerra civil contra su hermano Huáscar.

Este acto podría haber generado malestar entre los curacas aliados a los orejones cusqueños, quienes, al percibirlo como una traición o una amenaza, lo habrían traicionado y depuesto para asumir el poder local. Otra hipótesis sostiene que, para ciertos curacas, la llegada de los españoles representaba una oportunidad de liberarse del yugo inca, por lo que optaron por colaborar con los invasores para preservar sus propios privilegios, desplazando así del poder a Moarcocua.

En cualquier caso, ambas hipótesis podrían haber servido de justificación para quitar del poder —o incluso asesinar— al curaca rebelde, quien representaba la resistencia política o militar ante los nuevos actores del conflicto.

Según los registros de cronistas y amanuenses coloniales, Francisco Pizarro llegó al ushnu de Sucoarocoay el 12 de septiembre de 1533, ocho meses después del paso de su hermano Hernando por estas tierras. Para entonces, Moarcocua ya no ocupaba el cargo de líder de los Sucoarocoay. En su lugar, los españoles encontraron a un nuevo curaca, de nombre Chincay o Chinca, quien acompañó a Pizarro hasta Jauja, donde se realizó la repartición de las primeras encomiendas sobre los territorios de los Huaylas.

Asimismo, los cronistas registraron que, en lo que hoy corresponde al departamento de Áncash, se hablaban tres lenguas originarias: el muchik en la costa, el quechua en el Callejón de Huaylas y el culli en el Callejón de los Conchucos, esta última hablada principalmente por las etnias pincos, siguas, huaris y piscopampas. Estas lenguas experimentaron cambios y transformaciones a lo largo de las diferentes etapas de la historia regional, en parte debido a la influencia de los estados expansionistas, como el Wari y el Inca. También se sabe hoy que el aimara llegó a estas tierras antes de la expansión incaica, aunque su presencia fue luego desplazada o absorbida por otras lenguas.

Tras la fundación de Jauja el 25 de abril de 1534 por Francisco Pizarro, como primera capital del Perú, se organizó el repartimiento de encomiendas sobre los territorios recientemente conquistados. En el área que actualmente corresponde a Áncash, la repartición fue la siguiente: la encomienda de Chuqui-Recuay (del quechua chuqi = oro y rikay = observar, nombre impuesto por los orejones cusqueños en reemplazo del original Sucoarocoay) fue concedida a Jerónimo de Aliaga y Sebastián Torres Morales, y comprendía los curacazgos de los curacas Pumacaspillay, Moarcocua y Corcova.

Posteriormente, el 3 de agosto de 1538, se llevó a cabo una nueva repartición privada, estableciendo las encomiendas de Hurin Huaylas y Hanan Huaylas: la primera asignada a Sebastián Torres, y la segunda al propio Francisco Pizarro. Por su parte, Marca Recuay fue entregada a Jerónimo de Aliaga, según lo detalla S. Matos Colchado en Huaylas y Conchucos en la Historia Regional.

La historiadora Marina Zuloaga Rada menciona que la encomienda otorgada por Pizarro conjuntamente a Torres y Aliaga incluía exactamente las guarangas de la mitad sur de la provincia de Huaylas. Según documentación de la época:

“Encomendó en Jerónimo de Aliaga y Sebastián de Torres 6000 indios, de ellos 3000 en la provincia de Chuquirrequay, en esta manera: el cacique Carwalimanga con 1000 indios, el cacique Marcaoma con 1000 indios, el cacique D. Jerónimo de Collas con 1000 indios, el cacique Pariona que es la Collana llamada Marca con 1000 indios, y el cacique Limacollas, que son los indios de Allaucaguaras, con otros 1000 indios…”.

Esta información proviene de la declaración de don Felipe Yaropariac, cacique principal de Allaucapomas, quien afirmó estar bien informado sobre la concesión de dicha encomienda por ser hermano de uno de los seis caciques encomendados a Aliaga y Torres. En su testimonio declaró:

“Este testigo no sabe si el dicho marqués dexó ecetuado en aquel tiempo algún cacique con los 600 indios que la pregunta dize”.

(Declaración dada en el Tambo de Recuay, 27 de enero de 1557. Archivo General de Indias, Justicia, 405 A, ff. 197v.-199v.)

La declaración de don Felipe Yaropariac, curaca principal de Allaucapomas, realizada en el Tambo de Recuay (Pueblo Viejo) en el año 1557, respecto al despojo de tierras ejecutado por los españoles —y pactado con ciertos curacas originarios— es una versión que permite reinterpretar el destino de Moarcocua. Si esta versión fuese cierta, Moarcocua, además de haber perdido el liderazgo como curaca mayor, habría aceptado las prebendas de los invasores para conservar algunos de sus privilegios.

Sin embargo, otra interpretación podría cuestionar la credibilidad de Yaropariac: ¿fue realmente un testigo legítimo o simplemente un "aprendiz tinterillo indígena", que asimiló las estrategias legales de los invasores para formular argucias que le beneficiaran personalmente, presentándose como víctima mientras buscaba recuperar o conservar su poder local? En esta ambivalencia se refleja el complejo juego político de la conquista negociada, donde muchos curacas oscilaron entre la colaboración, la simulación y la resistencia.

Por otro lado, también es pertinente considerar el contexto mayor de la resistencia indígena liderada por Manco Inca, hijo del emperador Huayna Cápac, quien inicialmente se alió con los conquistadores españoles con el propósito de derrotar a las fuerzas atahualpistas, comandadas por el general Quisquis, que aún resistían en el Cusco y el sur del Tahuantinsuyo.

No obstante, Manco Inca comprendió tardíamente que las verdaderas intenciones de los peninsulares eran otras: apoderarse completamente del Imperio. Así, cayó en una trampa cuidadosamente tendida por los conquistadores, y al presenciar el saqueo, la codicia, la humillación, las atrocidades y el desmantelamiento de las estructuras incaicas, decidió levantar un movimiento de reconquista del Tahuantinsuyo.

A este llamado de insurrección respondieron miles de indígenas. Uno de los más destacados fue el sacerdote Villac Umu, devoto del culto al dios Sol, quien formó un ejército de más de 100,000 hombres. El 3 de mayo de 1536, fecha memorable de esta epopeya, las fuerzas nativas sitiaron el Cusco y lograron tomar la fortaleza de Sacsayhuamán, donde cayó heroicamente Titu Cusi Huallpa, más conocido como Cahuide.

Otro notable insurgente fue el comandante Quizu Yupanqui, quien derrotó en el Valle del Mantaro a varios ejércitos enviados desde Lima por Francisco Pizarro. Envalentonado por estas victorias, en agosto de 1536, al mando de 25,000 combatientes indígenas, marchó hacia Lima, la recién fundada "Ciudad de los Reyes". Desde el cerro San Cristóbal, sitió la ciudad durante seis días. Sin embargo, en el intento de tomarla, fue muerto en una sangrienta batalla.

Los españoles, para repeler esta ofensiva, formaron un ejército auxiliar compuesto por miles de huancas, huaylas, y habitantes de las comunidades yungas y otras etnias locales, quienes se convirtieron en aliados estratégicos de los conquistadores, perpetuando así una política de división entre las etnias como herramienta de dominación colonial.

Inicialmente Manco Inca, hijo del emperador Huayna Cápac, en primer momento, se alió con los invasores españoles para hacerles frente a las huestes atahualpistas y que en ese momento comandaba el general Quisquis para expulsarles del Cusco y de la región sur central del Tawantinsuyo. Sin embargo, se dio cuenta tardíamente que las verdaderas intenciones de los peninsulares eran otras, las de apoderarse del Tahuantinsuyo. Es como así, cayo a una trampa muy bien tramada por los conquistadores; motivo por lo cual, se reveló al ver los saqueos, la codicia, la humillación, las fechorías y el desmantelamiento del Imperio Inca, armando un levantamiento de reconquista del Tawantinsuyo.

A este llamado recurrieron miles de naturales, siendo uno de ellos, el sacerdote Villac Umu, personaje dedicado al culto del dios Sol; quién levantó un ejército con más de 100 mil indígenas. Fecha memorable de esta epopeya nativa fue el 3 de mayo de 1536, en la cual fue sitiado el Cuzco y tomado la Fortaleza de Sacsahuaman, lugar donde murió heroicamente Titu Cusi Huallpa, más conocido como “Cahuide”.

Otro gran aborigen que se plegó a esta causa, fue el comandante inca, Quizu Yupanqui; quién derrotó en sucesivas batallas en el Valle del Mantaro a varios ejércitos enviados desde la capital por Francisco Pizarro. Estos últimos no pudieron retomar el Cusco. Victorioso el comandante Quizu Yupanqui, decidió tomar en agosto de 1536 al mando de 25 mil aborígenes la nueva capital española, Lima, bautizada como “Ciudad de los Reyes”. El ejército rebelde de Q. Yupanqui sitió Lima desde el cerro San Cristóbal. Al cabo de seis días, en su intento de tomar la sede capital y luego de librar una cruenta batalla fue muerto a manos de las huestes españolas. Los españoles para este enfrentamiento montaron sus fuerzas auxiliares, conformado por miles de Huancas, Huaylas y de las comunidades yungas y otras etnias asentadas cerca a Lima. Estos pobladores se convirtieron en aliados estratégicos de los conquistadores.

Hoy en día, estudios acuciosos revelan que los Huaylas jugaron un papel decisivo a favor de los conquistadores. Así como se estableció una alianza Hispano-Huanca para enfrentar a los incas, de igual manera se formó una alianza Hispano-Huaylas para oponerse al ya debilitado imperio del Tahuantinsuyo. Sobre esta última alianza, el historiador Waldemar Espinoza (1981), basándose en el documento denominado “Información de 1557” encontrado en los Archivos de Sevilla, corrobora que doña Inés Huaylas, su familia y miles de huaylinos se unieron a los invasores para combatir la resistencia indígena liderada por Manco Inca.

Asimismo, se conoce que doña Inés Huaylas solicitó ayuda a su madre Contarhuacho para que enviara un contingente de guerreros huaylinos en apoyo a Pizarro en la defensa de Lima. Contarhuacho, junto al curaca don Cristóbal de Vilcarrima y otros jefes principales huaylinos, se presentaron al mando de cuatro mil guerreros para repeler el ataque de los cusqueños.

Estos hechos revelan que las alianzas entre españoles y las etnias oprimidas y sometidas por los incas se establecieron porque muchas de estas poblaciones vieron en la llegada de los invasores extranjeros una oportunidad de liberación, venganza o desagravio contra el Imperio Inca. En otros casos, estas alianzas respondieron a intereses políticos, económicos, étnicos, personales o matrimoniales a favor de los hispanos. Finalmente, todos estos factores contribuyeron a la caída del imperio inca frente a los intereses de los invasores europeos.

Tras el reparto de tierras, el encomendero Sebastián Torres fijó su residencia en la antigua llacta de Guarax, lugar que nombró en su honor como San Sebastián de Huaraz. Poco tiempo después de asentarse, Torres comenzó una despiadada explotación de los indígenas para obtener oro y plata. Debido a los constantes maltratos y humillaciones, los indígenas de Guarax y Marca se rebelaron y asesinaron a Sebastián Torres junto a su mayordomo Francisco de Vargas y otros españoles.

Enterados de esta rebelión, el 29 de junio de 1539 el Cabildo de Lima envió al pacificador Francisco de Chávez para mediar en el conflicto. Sin embargo, este personaje cometió graves atrocidades contra los indígenas, ganándose el apelativo de “Herodes de los Andes” por haber asesinado a más de 300 niños menores de tres años en la región de los Conchucos.

A pesar de las alianzas entre españoles y algunos aborígenes, la resistencia inca continuó con sus levantamientos militares. Por ejemplo, Manco Inca, de manera estratégica, trasladó su guarnición desde Ollantaytambo hasta las montañas de Vilcabamba, desde donde organizó diversas campañas de resistencia y hostigó a los conquistadores. Este valeroso Inca terminó sus días en 1545 a manos de los almagristas, a quienes había acogido en su residencia de Vitcos para protegerlos de los pizarristas. Sin embargo, estos le asesinaron con la intención de cobrar una recompensa ante la corona española.

Tras la muerte de Manco Inca, su hijo, el Inca Titu Cusi Yupanqui, asumió el mando de la resistencia. Su hermano Sayri Tupac murió a manos de los “verdugos” Cañares, una etnia también aliada a los españoles. Titu Cusi Yupanqui organizó varias expediciones contra los invasores y, tras enfrentar duras batallas, suscribió una honrosa capitulación en Acobamba el 24 de agosto de 1566. Esta rendición fue considerada honrosa porque establecía la paz y el perdón para los indígenas rebeldes, bajo la condición de aceptar la autoridad de un corregidor y de religiosos doctrinarios encargados de promover la religión católica en los territorios administrados por los insurrectos.

En 1568, Titu Cusi Yupanqui fue bautizado; este hecho causó recelo y malestar entre otros líderes de la resistencia indígena y, en medio de estas contradicciones, el Inca rebelde murió en circunstancias aún no esclarecidas, habiendo sido cristianizado.

Otro de los grandes personajes de la resistencia fue Túpac Amaru, también hijo de Manco Inca. Túpac Amaru asumió la dirección del ya debilitado imperio inca en 1571, en un contexto de calamidad y destrucción. Este líder rebelde se rodeó de otros jefes militares incas pertenecientes a la “ala dura” de la resistencia, quienes se opusieron a la política aperturista de su antecesor. Para fortalecer los territorios liberados, Túpac Amaru ordenó fortificar Vilcabamba y declaró la guerra a los españoles.

Durante este período se libraron duras y cruentas batallas entre españoles e indígenas originarios. Sin embargo, una vez más la traición de algunos jefes aborígenes facilitó al ejército español controlar la zona convulsionada. Por este motivo, Túpac Amaru tuvo que huir de Vilcabamba el 24 de junio de 1572. Esto permitió la entrada triunfal de los españoles al refugio de los rebeldes, quienes demolieron e incendiaron el lugar antes de internarse en la selva. Los españoles iniciaron inmediatamente la persecución de Túpac Amaru y, al capturarlo en la selva junto con su esposa, hijos y otros rebeldes, lo condujeron al Cuzco.

En septiembre de 1572, Túpac Amaru fue procesado y condenado a la decapitación ante la presencia de miles de testigos indígenas. Sus más cercanos colaboradores también fueron procesados y ejecutados en la horca. Así, tras una larga y tenaz resistencia, terminó la vida de uno de los últimos rebeldes de la estirpe inca. Este hecho abrió el camino a un nuevo período de rebeliones contra la corona española, que culminaron siglos después con la independencia del Perú.

Autor: Alfredo Chávez Olivera

Bibliografía:

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v Chávez Olivera, Alfredo Mario, “Recuay, Reino Milenario”, Editorial Electrónica Bubok, año 2012 https://www.bubok.es/libros/214729/recuay-reino-milenario


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v Espinoza Soriano, Waldemar, Los Incas, economía, sociedad y estado en la era del tawantinsuyo, Tercera Edición, Amaru Editores, impreso en Lima, año 1997.


v Espinoza Soriano, Waldemar, Los Modos de Producción en el Imperio de los Incas, Segunda Edición, Amaru Editores, impreso en Lima, año 1981.


v Galeano Eduardo, La Venas Abiertas de América latina, 38ª edición, Siglo Veintiuno Editores, impreso en México, año 1984


v Gutiérrez Honores, Fernando, Trabajo monográfico “Panorama General de la Arqueología de Ancash”, Museo Arqueológico de Ancash, año 2006.


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v Lumbreras L. Guillermo, “El Imperio Wari”. En: Historia del Perú, Perú Antiguo, tomo I . Editorial Mejía Baca, impreso en Lima, año 1980.


v Mariátegui, José Carlos, Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”, 13va Edición, Editora Amauta, impreso en Lima, año 1968.


v Novack, George, La Ley del Desarrollo Desigual y Combinado de la Sociedad, Editorial Pathfinder Press, impreso en USA, año 1970


v Porras Barrenechea, Raúl,  Las relaciones primitivas de la conquista del Perú (1937).


v Atlas Regional del Perú, tomo 22, Ediciones PEISA S.A.C, impreso en Lima, año 2004.


v Álbum de historia del Perú Pre incaico, Diario Correo, editorial Epensa. Fondo Editorial Congreso Perú, año 2002.


v Recuay Querido, revista institucional, año 1 N° 01, Municipalidad provincial de Recuay, edición 1999.

v Zuloaga Rada Marina, Las encomiendas y el poder local en Huaylas: Las Guarangas en la construcción del sistema colonial, Nº 37, año 2011. Páginas 67-86 Diálogo Andino


martes, 20 de febrero de 2024

CENTRO DETECTOR DEL CANCER DE RECUAY - ANCASH

PERFIL DE PROYECTO

CENTRO DETECTOR DEL CANCER DE RECUAY - ANCASH

1. DATOS INFORMATIVOS

1.1 Nombre del proyecto

Construcción del Centro Detector del Cáncer de Recuay categoría I-4 para la Región Ancash.

1.2 Ubicación

  • Barrio Uchipampa (Hospital Temporal Covid-19 – IOARR Sector Santa Rosa)

  • Distrito de Recuay

  • Provincia de Recuay

  • Departamento de Ancash


2. FUNDAMENTACIÓN DEL PROYECTO

2.1 Justificación

El departamento de Ancash cuenta con 20 provincias y 165 distritos, principalmente de niveles socioeconómicos C, D y E, y una población estimada de 1,083,519 habitantes (INEI, Censos Nacionales 2017), que representa el 3.7% del total nacional. Esta población presenta grandes déficits en atención primaria de salud, particularmente en la prevención, detección y diagnóstico de enfermedades neoplásicas.

En el Perú se reportan aproximadamente 35,500 casos nuevos de cáncer anualmente, de los cuales solo cerca de 12,000 son diagnosticados y tratados, no siempre en condiciones adecuadas. La mayoría de diagnósticos se realiza en estadios avanzados, cuando el tratamiento es solo paliativo, costoso y poco efectivo.

Este problema se debe a la ausencia de políticas agresivas de prevención y diagnóstico temprano, el centralismo que limita el acceso a servicios especializados y la subutilización de profesionales capacitados en oncología. Actualmente, el país dispone de solo 17 equipos de radioterapia para más de 32 millones de habitantes, cinco de ellos obsoletos, y solo tres fuera de Lima.

Recientemente, se han construido institutos macroregionales en Trujillo, Arequipa e Iquitos, acercando servicios especializados a diversas microrregiones del país. Estos esfuerzos, junto con programas nacionales y coaliciones multisectoriales, buscan reducir la incidencia y mortalidad por cáncer en el Perú.

Por ello, la construcción del Centro Detector del Cáncer de Recuay permitirá fortalecer la prevención y diagnóstico temprano en la región Ancash, beneficiando además a provincias colindantes de Huánuco y Lima.


2.2 Descripción

El Centro Detector del Cáncer de Recuay, categoría I-4, ubicado en el barrio Uchipampa (Hospital Temporal Covid-19 – IOARR Sector Santa Rosa), Distrito y Provincia de Recuay, Departamento de Ancash, tiene como finalidad fortalecer la salud preventiva y promocional, la detección precoz, diagnóstico y tratamiento de enfermedades neoplásicas para la población regional y de zonas aledañas.

El centro contará con infraestructura especializada y personal médico técnico entrenado en atención oncológica, así como alianzas estratégicas, destacando la colaboración del Dr. Elmer Huerta Ramírez, reconocido médico oncólogo y aliado clave para la construcción, equipamiento y funcionamiento del centro.


2.3 Infraestructura

El Centro contará con las siguientes unidades:

  • Unidad de Consulta Externa

  • Unidad de Emergencia

  • Centro Quirúrgico y Cirugía

  • Unidad de Farmacia

  • Patología Clínica

  • Nutrición y Dietética

  • Diagnóstico por Imágenes

  • Hemoterapia y Banco de Sangre

  • Anatomía Patológica

  • Radioterapia

  • Quimioterapia

  • Hospitalización

  • Cuidados Intensivos

  • Unidades Complementarias


2.4 Servicios

El Centro dispone de un equipo multidisciplinario especializado en detección temprana de cáncer de mama, cerviz, gástrico, urológico, entre otros, además de servicios de colposcopia, mastología, cardiología y dermatología.

Cuenta con sala de endoscopía, ecografía y procedimientos, equipada con tecnología de última generación, incluyendo mamógrafo y ecógrafo digital.

La atención será de lunes a sábado, de 8:00 a.m. a 8:00 p.m.


2.5 Servicios de Salud Oncológicos

Según la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC), para 2020 se estimaron 69,869 nuevos casos de cáncer y 34,976 muertes por esta causa en el Perú. El riesgo acumulado de desarrollar cáncer antes de los 74 años es del 17.02%.

En Lima y otras regiones existen centros especializados; sin embargo, la incidencia y mortalidad por cáncer siguen siendo elevadas en Ancash, con predominancia de cáncer de estómago, mama, cérvix, próstata y pulmón.

La detección precoz se realiza mediante estudios por imágenes (radiografías, ecografías, tomografías, resonancias magnéticas), endoscopias y análisis de laboratorio.

Dada la situación socioeconómica y demográfica, sumado al apoyo de reconocidos profesionales y organismos, la construcción del Centro Detector del Cáncer en Recuay es una iniciativa viable y necesaria.


3. OBJETIVOS

3.1 General

Construcción e implementación del Centro Detector del Cáncer de Recuay para la atención de servicios de salud relacionados con enfermedades neoplásicas en la población de Ancash.

3.2 Específicos

  • Promover la salud preventiva y promocional en enfermedades neoplásicas, su detección, diagnóstico y tratamiento.

  • Facilitar la prevención primaria y secundaria mediante servicios accesibles y detección temprana de cáncer a bajo costo.

  • Fomentar la investigación científica sobre enfermedades neoplásicas.


4. PROCEDIMIENTO DEL PROYECTO

4.1 Cronograma de actividades

ActividadResponsablesCronograma
Elaborar y aprobar el proyectoMunicipalidad Provincial de Recuay, Grupo Impulsor, organismos de cooperación internacionalI semestre 2024
Construcción del Centro Detector del CáncerMunicipalidad Provincial de Recuay, Grupo Impulsor, organismos de cooperación internacionalI y II semestre 2025
Promover salud preventiva, detección y tratamientoMinisterio de Salud (MINSA), promotoras voluntariasI semestre 2026
Promover prevención primaria y secundaria y detección tempranaMinisterio de Salud (MINSA), promotoras voluntariasII semestre 2025 – 2050
Fomentar estudio e investigación científicaMinisterio de Salud (MINSA), organismos nacionales e internacionalesII semestre 2025 – 2050

4.2 Metas

  • Recuay contará con un Centro Detector del Cáncer para atención en enfermedades neoplásicas.

  • Mejorar la salud y calidad de vida de la población de Ancash.

  • Atender anualmente a 24,000 personas en el Centro Detector del Cáncer.


5. ORGANIZACIÓN

5.1 Recursos humanos

El proyecto beneficiará directa e indirectamente a cerca de 1,000,000 de personas en la región Ancash.

5.2 Propuesta presupuestal

Financiamiento a través del Canon Minero, regalías mineras administradas por los gobiernos provincial y regional, y cooperación nacional e internacional en materia oncológica.

5.3 Evaluación del proyecto

El proyecto es viable, sustentado en la infraestructura existente (Hospital Temporal Covid-19 en desuso, propiedad de la Municipalidad Provincial de Recuay, con un área aproximada de 3,000 m²). Permitirá atender a toda la población del departamento de Ancash con servicios oncológicos de calidad.


Grupo Impulsor

  • Alfredo Mario Chavez Olivera

  • Donato Julián Quiñones Poma

  • Reyda Ladmila Anaya Romero

  • Ivette Kely Quiñones Anaya


Centro Detector del Cáncer

El sitio

El terreno se localiza en la Calle Boulevard, actual Hospital Temporal COVID-19 – IOARR Sector Santa Rosa, altura Puente Velazco, ciudad de Recuay. Cuenta con un área aproximada de 3,000 m² y es propiedad del Estado peruano, bajo custodia de la Municipalidad Provincial de Recuay.

Diseño y propuesta constructiva

  • Infraestructura de 2 pisos con aproximadamente 2,000 m² construidos, incluyendo parqueo, áreas verdes y otros espacios conforme a normativa vigente para infraestructura de salud pública.

  • 30 ambientes diseñados según exigencias normativas para un Centro de Salud nivel I-4.

  • 300 m² de áreas verdes internas y externas.

  • 300 m² de parqueo.

ANEXO:

CENTRO DETECTOR DEL CÁNCER (Hospital Temporal COVID 19)