Si bien es cierto que en el Perú nunca ha funcionado un sistema de partidos políticos adecuado que garantice una participación democrática eficaz de la clase política —tanto en el plano ideológico como en el orgánico y programático—, lo que ha existido es un sistema precario, arcaico, corrupto y populista que poco o nada ha contribuido al desarrollo del país. Esta realidad es una de nuestras más arraigadas herencias cavernícolas, transmitidas por siglos desde los albores de la etapa republicana.
Este sistema fue pervertido aún más por el “fujimontesinismo”, cuyo afán fue desmantelar y desprestigiar las organizaciones políticas y sociales tradicionales, promoviendo en su lugar agrupaciones políticas descartables, volátiles y adictas al autoritarismo. Al final, como reza el dicho popular, “la cura resultó peor que la enfermedad”.
Las organizaciones sociales y políticas colapsaron ante la arremetida del “fujimontesinismo”. Estas, que en cualquier país medianamente civilizado son columna vertebral de la democracia, fueron eliminadas para dar paso a un modelo autocrático, rapaz y ultra personalista, basado en proyectos familiares carentes de compromiso y responsabilidad social, los cuales, lamentablemente, siguen vigentes.
El régimen autoritario, un triste remedo imperial plagado de corrupción institucionalizada, cayó hace más de una década. Sin embargo, el sistema que instauró sigue proliferando, atomizando la política con una avalancha de pseudos partidos politiqueros, folklóricos y chabacanos, generando confusión entre la ciudadanía y favoreciendo a una clase política en decadencia.
Este modelo autoritario y personalista contrasta profundamente con el desempeño de la economía peruana, que ha logrado posicionarse entre las economías emergentes del mundo gracias al manejo responsable de indicadores macroeconómicos: crecimiento y estructura económica, flexibilidad monetaria y fiscal, niveles de endeudamiento, liquidez externa, riesgo país, y solidez institucional, entre otros. Esta mejora ha encendido la esperanza de millones de peruanos excluidos, quienes ven en el progreso económico una posibilidad real de superar la pobreza extrema y la miseria social.
Informes económicos como el de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) reportaron que la inversión extranjera directa (IED) en el Perú creció un 28.1 % en 2009, pasando de US$4,800 millones en 2008 a US$6,200 millones en 2009. Perú fue, de hecho, la única economía emergente en registrar este crecimiento ese año, al lado de países desarrollados como Italia (75.5 %) y Alemania (40.7 %). (Fuente: Semana Económica, 24/02/2010).
Asimismo, el índice Emerging Markets Bond Index Plus (EMBI+), calculado por JP Morgan, ubica al Perú como uno de los países más seguros para la inversión extranjera en comparación con muchas otras naciones. Además, el país ha sido distinguido con el grado de inversión por agencias como Fitch Ratings (EE.UU.) y Dominion Bond Rating Service (Canadá), reflejo de un manejo económico sólido y sostenido en el tiempo.
Mientras la macroeconomía avanza con paso firme, cual puma sudamericano, nuestra clase política camina como tortuga en cautiverio: plagada de retrocesos, conductas arcaicas, y pensamientos vetustos que desentonan con la modernidad, la Era del Conocimiento y la Sociedad de la Información. Existen, claro, raras excepciones de políticos comprometidos que luchan contra este sistema obsoleto.
Frente a esta paradójica realidad —una economía en ascenso y una política en ruinas— surge Jaime Bayly como un verdadero "hacker" de la política peruana. Entre bromas y sarcasmos, marca la agenda nacional, impone la música y dirige un circo político lleno de titiriteros y payasos. Sin partido, sin ideología, sin programa ni rumbo claro, Bayly se erige como un personaje mediático que, en su afán provocador, podría captar el 20 % del voto ciudadano. Su aspiración, insólita e irresponsable, no es más que una sátira del sistema político, de sus organizaciones enclenques, de sus líderes mediocres y folklóricos, de su incompetencia endémica.
No es la primera vez que Bayly jaquea la política nacional. En la segunda vuelta electoral de 2001, junto a Álvaro Vargas Llosa, promovió irresponsablemente el voto en blanco contra Alan García y Alejandro Toledo, saboteando el proceso democrático que intentaba recomponerse tras una década de dictadura. Afortunadamente, su manipulación mediática no prosperó.
Hoy, nuevamente, pone en jaque al sistema: ridiculiza su vulgaridad, su barbarie, su extravagancia y su conducta troglodita. Se burla de sus desatinos, de sus fracasos, de su obsolescencia estructural. Para su cruzada se ha rodeado de una gavilla oportunista, expulsada de los partidos tradicionales, que ahora ve en su proyecto una oportunidad de resucitar políticamente.
Si el presente proceso electoral sigue en esta dirección, podría convertirse en el mayor circo político de nuestro siglo. Más de 10,000 movimientos políticos buscarán participar a nivel nacional, regional y local, sumando a esta fiesta cívica payasos, domadores, ilusionistas, magos, charlatanes, locos y oportunistas de toda índole. Bayly, con su estilo chocarrero, le pondrá el toque final. Así, esta jornada electoral podría parecerse más a una gran “Fiesta del Chivo”, amenizada por el trovador “chichero” Tongolele.
Y por si fuera poco, a esta "Fiesta del Chivo" no le faltarán los cibercriminales: virus informáticos, scammers, spammers, ciberbullying, cyberstalkers, ciberespías, ciberacosos, pornografía infantil digital, cibersuicidios y chuponeadores; todos ellos dándole un aire de "modernidad" al proceso electoral del 2010 y 2011.
Desde mi perspectiva, no se necesita ser presidente del Perú para promover el matrimonio igualitario ni para terminar con el financiamiento estatal de la Iglesia católica. Basta con practicar la tolerancia y respetar la libertad de culto, consagrada en nuestra Constitución. Como sociedad civilizada, debemos respetar las diversas orientaciones sexuales y reconocer los derechos de la comunidad LGTBIQ+. Existen instituciones serias como MHOL, TLGB Perú y PROMSEX que desde hace décadas trabajan incansablemente por esta causa en diversos niveles del Estado.
Estimado Bayly: hay problemas nacionales de mayor envergadura que aún no se resuelven, como la desigualdad en el acceso a la tierra, el desempleo, la pobreza extrema, la inseguridad ciudadana, la crisis ambiental, el calentamiento global, la visión geopolítica del Perú en el mundo, la implementación de políticas de Estado sostenibles, entre otros. Estos temas deberían formar parte de la agenda nacional y ser tratados con responsabilidad y compromiso.
Para finalizar, permítanme compartir unas palabras que solía decir mi tío abuelo “Popy”, cuando yo era adolescente:
"Hijo, la política ennoblece al hombre y lo conduce a la gloria. Es un arma eficaz para liberar a los pueblos de la miseria y engrandecer las naciones. Todo depende de quién toque la diana.Pero nuestros políticos son, por naturaleza, corruptos; arcaicos por esencia; demagogos por formación. Por eso, sobrino, cada vez que voy al baño y veo mis heces, recuerdo a los políticos de este país. Porque las heces, aunque las perfumes con colonia francesa, siguen siendo heces".
Y luego, con una chispa de esperanza, agregaba:
“No te pongas triste, sobrino. Algún día los ciudadanos construirán partidos verdaderamente democráticos, con estructuras sólidas, ideologías integradoras y planes estratégicos para el desarrollo. Serán dirigidos por militantes probos y comprometidos. Con líderes competentes y verdaderos profesionales de la política”.
Mi querido tío “Popy”, hombre de fe y entusiasmo, ahora descansa bajo un epitafio que reza:
“¡Nada es imposible para aquel que se atreve!”
Más abajo, alguien escribió anónimamente:
“¡Sí se puede!”
Que Dios te tenga en su gloria, tío abuelo Popy, y que nunca dejes de pensar en nuestro país, allá, al lado de los ángeles, hasta que tus predicciones se hagan realidad.
Amén.
ALFREDO CHAVEZ OLIVERA
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