viernes, 24 de noviembre de 2023

Declaratoria de la Danza “Negritos de Recuay”, Patrimonio Cultural de la Nación

 

DECLARATORIA DE LA DANZA “NEGRITOS DE RECUAY” DEL DISTRITO DE RECUAY, PROVINCIA DE RECUAY, DEPARTAMENTO DE ÁNCASH, COMO PATRIMONIO CULTURAL DE LA NACIÓN


                                                    Recuay, 16 de enero de 2024

SR. RUY LINNEO ESCOBAR GAMBOA

DIRECTOR DE LA DIRECCIÓN DESCONCENTRADA DE CULTURA DE ÁNCASH

Av. Mariscal Toribio de Luzuriaga 780, Huaraz Ancash

De mi mayor consideración:

Me dirijo a usted con el propósito de exponer los fundamentos básicos que sustentan la declaratoria de la danza “Los Negritos de Recuay” como Patrimonio Cultural de la Nación.

LA PROVINCIA DE RECUAY

La provincia de Recuay se encuentra ubicada al sur del departamento de Áncash, a 25 km de la ciudad de Huaraz, a orillas del río Santa. Tiene una superficie de 2,304.19 km² y está conformada por los siguientes diez distritos: Recuay, Ticápampa, Cátac, Cotaparaco, Huayllapampa, Pararín, Marca, Llacllín, Pampas Chico y Tapacocha.

Está situada a una altitud aproximada de 3,394 m s. n. m.. Su clima es templado y seco durante el día, y frío por las noches, con una temperatura media anual de 19.5 °C. En sus mesetas, como la Pampa de Lampas y la Pampa de Conococha, se presentan heladas características y cielos estrellados durante las noches.

Según proyecciones del INEI, en el año 2021 Recuay contaba con 19,717 habitantes, de los cuales 9,445 eran mujeres (47.9%) y 10,272 hombres (52.1%), representando el 1.7 % de la población total del departamento de Áncash. Para el año 2023, su población se estima en aproximadamente 20,363 habitantes.

La principal actividad económica de la provincia es la minería, con explotación de plata, cobre, plomo y zinc. No obstante, la mayoría de la población se dedica a la agricultura, cultivando productos como papa, maíz, trigo, cebada, habas, arvejas, chocho, quinua, oca, mashua, alfalfa y avena forrajera. En el ámbito ganadero, se cría ganado vacuno, ovino, caprino, alpacas, equinos y porcinos. Asimismo, se crían aves de corral, cuyes, abejas y truchas. Destaca también la producción de quesos en los distritos de Cátac y Cotaparaco.

En este territorio se desarrolló la antigua Cultura Recuay (200 d. C. – 600 d. C.), reconocida por la arqueología científica dentro del período de los Desarrollos Regionales (Lumbreras, 1969-1976) o del denominado Intermedio Temprano (Rowe, 1960; Lanning, 1967; Willey, 1971). Con más de 1,800 años de historia, la Cultura Recuay dejó una profunda huella en el ámbito regional.

Al igual que otras culturas contemporáneas asentadas en los Andes Centrales, los Recuay ejercieron una fuerte influencia entre los señoríos locales del actual departamento de Áncash, generando una retroalimentación cultural que dio lugar a un sello distintivo y propio a nivel regional.

La danza “Negritos de Recuay” se presenta en la ciudad de Recuay cada año, del 12 al 16 de septiembre, en el marco de la fiesta patronal del “Señor de Burgos”, santo venerado tradicionalmente en el barrio de Abajo. Esta festividad, que ha crecido progresivamente en devoción, ha convertido al Señor de Burgos en una figura sagrada y de veneración a nivel distrital.

Actualmente, la danza también se reproduce en otras localidades de la provincia y ha sido recreada por residentes recuaínos en Lima, capital del Perú, con el fin de afirmar la identidad local, promover el encuentro intergeneracional y fortalecer los lazos familiares entre recuaínos que residen en diversas partes del país y del extranjero.


En cuanto a los orígenes de esta danza jocosa y picaresca, no existe una fecha precisa de creación, debido a la diversidad de versiones sobre su origen. Además, no se cuenta con registros documentales en archivos oficiales como el Archivo Regional de Áncash o la Iglesia Matriz de Recuay. Sin embargo, subsisten testimonios orales de adultos mayores del distrito de Recuay, así como de recuaínos residentes en Lima, Huaraz y otras provincias del país, quienes reconocen su valor histórico y cultural, destacándola como la única danza autóctona que aún perdura a nivel distrital, con una antigüedad reveladora y un fuerte impacto en la identidad local.

Actualmente, en Recuay existen tres cuadrillas de “Negritos”, correspondientes a los barrios de Arriba, Centro y Abajo. En los últimos años, se ha incorporado un personaje emblemático: la “Dama Recuaina”, figura de élite que representa la vestimenta tradicional de las damas criollas y mestizas de Recuay del siglo XIX y mediados del siglo XX.

Reseña histórica de la danza “Negritos de Recuay”

Entre las versiones más conocidas sobre el origen de esta danza, destacan dos:

1. Primera versión

Se sostiene que esta danza tiene un origen muy antiguo, que se remonta a la época de la esclavitud africana durante el siglo XVI. Según esta versión, los esclavos negros, traídos desde África y comercializados en diversas regiones del Perú, habrían creado la danza de los “Negritos” como una forma de burlarse de los colonizadores españoles, mediante pasos satíricos y gestos burlescos, con los cuales encontraban momentos de esparcimiento en sus escasos ratos libres. Las campanillas de bronce o plata que portan los danzantes simbolizarían las cadenas que llevaban los esclavos.

Se trata de una danza costumbrista y religiosa, que originalmente se habría bailado el 28 de junio en honor a la Santísima Virgen del Socorro, así como durante la Navidad y la Bajada de Reyes, en la provincia de Recuay. Según algunas versiones, su lugar de origen sería el centro poblado de Tucto.

Para sostener esta versión, se sabe que desde los primeros años de la conquista, la población afrodescendiente y el tráfico de esclavos se incrementaron notablemente. En un principio, estos esclavos fueron destinados principalmente a plantaciones y haciendas costeras, aunque también se intentó emplearlos en la minería andina (como en Huancavelica o Potosí). Sin embargo, el alto costo de mantenimiento de los esclavos africanos en zonas de altura los hacía menos “rentables” frente a la explotación de la población indígena, especialmente en los socavones.

La colonización de América se sustentó ampliamente en el uso de mano de obra esclava africana. Millones de personas fueron trasladadas forzosamente desde África al Nuevo Mundo para desempeñar labores principalmente agrícolas, pero también en minería, industria, comercio y servicio doméstico, según su edad, sexo y condición social.

El auge de la minería fue uno de los motores económicos del Virreinato del Perú, impulsando el desarrollo de nuevas ciudades y haciendas, tanto en la costa como en la sierra. En estas haciendas altoandinas, los esclavos africanos también estuvieron presentes, aunque en menor número en comparación con las haciendas costeñas.

Durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo, en 1570, se consolidó el sistema colonial tras la ejecución de Túpac Amaru, último inca rebelde. En su intento por reorganizar el Virreinato, Toledo propuso a la Corona española que negros y mulatos libres fueran incorporados al servicio de los españoles, incluso en la minería. Además, se reforzó la mita minera, heredada de los incas, pero aplicada de manera mucho más brutal contra las poblaciones indígena y afrodescendiente.

Como referencia demográfica, se estima que la población negra en el Perú pasó de 4,000 personas en 1586 a 13,137 en 1619, y que hacia 1640 alcanzó aproximadamente 30,000 personas en todo el territorio.


Respecto a la cantidad exacta de población negra que llegó a Recuay para trabajar en las minas, no se cuenta con datos precisos. Según un informe de 1558 sobre la Encomienda de Recuay, ya se describía la existencia de actividad minera en la zona. Posteriormente, con el establecimiento del Corregimiento de Recuay en 1570, la población indígena fue concentrada en el nuevo pueblo de San Ildefonso de Recuay, ubicado aproximadamente a un kilómetro al noroeste de la antigua localidad conocida como Pueblo Viejo (Socorocuay o Choquerecuay). Es probable que en este proceso también se hayan trasladado algunos negros esclavizados, con el objetivo de centralizar el pago de tributos y facilitar el adoctrinamiento religioso.

Sin embargo, los negros no fueron empleados principalmente en la minería. Por el contrario, las labores mineras en la región recayeron sobre la población indígena, mientras que los esclavos africanos fueron destinados a tareas en las que se les consideraba más “aptos” según la lógica colonial: el trabajo en ingenios de azúcar, viñedos e incluso en la industria textil, actividades para las cuales se prohibió emplear a los indígenas. A partir de 1585, el Virreinato del Perú intensificó el tráfico de esclavos africanos, y desde el segundo tercio del siglo XVII, la agricultura limeña y la del norte del país dependían en gran medida del trabajo negro.

El trato inhumano al que fueron sometidos muchos esclavos los llevó a escapar de sus amos. Varios de ellos se convirtieron en asaltantes de caminos y haciendas, especialmente en la costa norte del país. En algunos casos, organizaron actos de rebelión, aunque a pesar de los castigos impuestos, esta realidad nunca fue completamente erradicada.

Hacia fines del siglo XVIII, aproximadamente el 60 % de la población urbana del Perú era afrodescendiente. Sin embargo, según el censo de 1940, los negros representaban solo 28,000 personas, es decir, apenas el 0.47 % de la población total. En la actualidad, aunque se observa un ligero crecimiento demográfico, sus reivindicaciones sociopolíticas están más presentes que nunca, buscando la revalorización de su tradición cultural y el reconocimiento como grupo étnico con una contribución significativa al desarrollo del país.

Desde su llegada forzada al Perú, los afrodescendientes mostraron interés por organizarse en cofradías religiosas. Según historiadores, la primera congregación de negros surgió en Lima durante la década de 1540. Con el tiempo, se formaron otras congregaciones de indígenas y afrodescendientes, quienes solían reunirse los domingos por la tarde en diversas capillas. Es posible que esta costumbre cultural haya llegado a Recuay en el siglo XVII, inicialmente con devoción al Niño Jesús, luego a San Ildefonso (patrono de Recuay), y más tarde al Señor de Burgos (venerado en el barrio de Abajo) y al Señor de Ramos (santo del barrio de Arriba).

Como consecuencia de esta evolución, en Recuay pudieron haberse formado las primeras cofradías, integradas por población aborigen y mestiza, quienes —simulando ser negritos mediante el uso de máscaras— participaban en celebraciones religiosas con danzas, cantos y representaciones simbólicas. Estas cofradías también organizaban la provisión de alimentos, bebidas, músicos, vestuario y coreografías para las festividades.

Es probable que otras expresiones de herencia africana también se hayan replicado en Recuay, especialmente en fechas como el 24 y 25 de diciembre (Navidad) y durante la fiesta de los Reyes Magos en enero, en las que se incluían bailes y cánticos de influencia afroperuana, aunque con el tiempo estas manifestaciones fueron transformándose bajo la influencia de la modernidad.

Este contexto social permite inferir que, si bien los esclavos africanos no permanecieron en Recuay de forma significativa, sí dejaron huella cultural. Su ausencia física fue sustituida por la representación simbólica a través de danzas conocidas como “negrerías”, en las que los mestizos e indígenas asumen el rol de “negritos” mediante el uso de máscaras, apropiándose de una devoción y recreándola desde su propia identidad.

En conclusión, esta primera versión fundamenta la hipótesis de que la danza “Negritos de Recuay” es una representación simbólica de la vivencia afrodescendiente en tiempos coloniales, aunque la población afroperuana nunca tuvo una presencia significativa en esta parte del país.

Por otro lado, dentro de esta misma primera versión sobre el origen de la danza, los profesores Wilmer Maza Quiñones, de la Institución Educativa Libertador San Martín de Recuay, y Juan Ramírez Lugo, director del programa radial La Voz Recuaina (Radio Independencia – Lima Norte) y del canal Taqui Perú TV, proponen una interpretación alternativa pero muy próxima entre sí.

Ambos sostienen que el verdadero lugar de origen de la danza “Negritos de Recuay” no sería el centro poblado de Tuctu, como se ha mencionado en versiones anteriores, sino que, por el contrario, su origen se encontraría en el centro poblado de Ayacayana. Este nombre proviene de las voces quechuas Aya (muerto) y Cayanan (donde se quema), y se refiere a un lugar ubicado en la margen izquierda del río Santa, a aproximadamente un kilómetro de la ciudad de Recuay.

Los docentes han recogido valiosos testimonios orales de adultos mayores de la zona, quienes afirman que en Ayacayana se celebran desde tiempos antiguos dos festividades costumbristas muy populares:

  1. La primera, en devoción a la Virgen del Perpetuo Socorro, celebrada cada 3 y 4 de julio.

  2. La segunda, en honor a la Santísima Cruz, cuyos días centrales se realizan el 11 y 12 de septiembre de cada año.

Ambas imágenes —la Santa y el Santo— son profundamente veneradas por la población local desde generaciones pasadas, y su presencia material respalda la antigüedad de dichas festividades, ya que ambas se conservan hasta la fecha en la capilla del centro poblado de Ayacayana.


Si esta hipótesis resultara cierta, estaríamos ante la revelación del significado del estribillo enigmático que, hasta hoy, entonan los Negritos de Recuay:

“¡Buenas noches, Virgen Socorro, hemos venido a saludarte con reverencia y de rodillas, te ofrecemos tus oraciones!”

Este canto, repetido con solemnidad por las cuadrillas de negritos frente al Señor de Burgos, patrón del barrio Abajo de Recuay, podría guardar una profunda conexión con la devoción original a la Virgen del Perpetuo Socorro en el centro poblado de Ayacayana.

Las personas mayores del lugar recuerdan que la Virgen del Perpetuo Socorro fue la primera santa venerada en Ayacayana. Con el tiempo, se incorporó la devoción a la Santísima Cruz, convirtiéndose ambas figuras en patronos paralelos del poblado, manteniendo hasta hoy su culto activo. Las fiestas religiosas en su honor convocaban la participación entusiasta de los “Negritos”, quienes animaban la celebración a través de danzas, cantos y rituales comunitarios. La organización de estas fiestas involucraba la formación de cuadrillas, la preparación de vestuario, coreografía, música, y la designación de mayordomos y oferentes, figuras clave en la preservación de la tradición.

Una pregunta pendiente es cuándo se dejó de bailar esta danza en Ayacayana. Algunos testimonios señalan que fue a fines de los años 60; otros, tras el terremoto de 1970; y algunos afirman que la última presentación fue en 1972 o 1973.

El Lic. Juan Ramírez Lugo, testigo presencial en su infancia, recuerda haber observado entre 1965 y 1969 la presentación de dos cuadrillas de Negritos en Ayacayana:

  • Los Negritos del barrio Arriba, liderados por el caporal "China Barba" Juan Rojas, con participación de las familias Chávez, Castillo, León, Arias, entre otras.

  • Los Negritos del barrio Abajo, encabezados por Máximo Torre, acompañado por las familias Garro, Durán, Palacios, Ramírez, entre otras.

Ambas cuadrillas competían en coreografías, pasos y despliegue físico, concluyendo cubiertos de polvo en una lúdica y fraternal competencia. Los acompañaban orquestas locales reconocidas de los años 60 y 70, como “Los Lirios del Ande” de Ichoca y “Ritmo Andino” de Huasta.

Los danzantes provenían principalmente de familias de Ayacayana, Pampacancha y caseríos aledaños, consolidando una identidad comunitaria en torno a la danza.

Testimonios orales y memoria colectiva

Relato fundacional y símbolo de resistencia

De forma anecdótica, Ramírez Lugo recuerda que uno de los músicos entrevistados en su programa radial relató cómo, en su trayecto hacia Ayacayana, las orquestas que venían de Marca y Chiquián solían encontrarse en las frías pampas de Lampa, donde intercambiaban viandas y compartían el tradicional “calientito” para resistir el frío. Todo esto con el único propósito de llegar a tiempo para animar la fiesta en honor a la Santísima Cruz.

Por otro lado, según relatos transmitidos por generaciones, debajo del puente de Ayacayana, sobre el riachuelo Sipchoc, se decía que mestizos e indígenas fueron quemados vivos por los españoles durante el periodo de la extirpación de idolatrías, al negarse a abandonar sus creencias ancestrales. Se afirma que seguían venerando a sus apus, mallquis, huacas, momias, entre otros elementos de su cosmovisión. De manera similar, en el riachuelo de Pachuyaco, en el barrio de Uchipampa, se hablaba de los “pishtacos” —supuestos asesinos que extraían grasa humana para comerciarla— quienes, según la leyenda, eran personas de tez blanca. Coincidentemente, ambos riachuelos descienden de la Cordillera Negra, rica en minerales, cuyas quebradas (Huancapetí, Jinchis y Collaracra) podrían haber contenido pepitas de oro.

Los abuelos también contaban que, tras la fundación colonial de Recuay y la concentración de la población indígena para el pago de tributos y adoctrinamiento religioso, el nuevo santo patrón, San Ildefonso, era considerado un “santo rebelde”. Decían que se negaba a permanecer en su nueva iglesia, y más de tres veces habría aparecido misteriosamente en Pueblo Viejo, lo que generó una leyenda en torno a su resistencia. Finalmente, San Ildefonso fue instalado definitivamente en el altar mayor de la Iglesia Matriz de Recuay, donde permanece hasta la actualidad.

Hechos reales o simbólicos, estos relatos podrían haber sido testigos del surgimiento de la danza “Negritos de Recuay”. Una danza fundida con sangre mestiza e indígena, con un toque de herencia africana y con el aroma de pueblo. Es muy probable que la antigua kallanca del extinto pueblo de Choquerecuay —cuyo nombre alude a la presencia de oro— haya sido escenario natural del nacimiento de esta danza pícara, jocosa y quimbosa, que con su mirada al horizonte se ha perpetuado en la historia local de Recuay para quedarse para siempre.

2. Segunda Versión: Origen minero y carácter funerario de la danza

Según esta segunda versión, la danza “Negritos de Recuay” representa simbólicamente el trabajo en las minas, una de las actividades económicas históricamente más importantes de la provincia de Recuay. Se dice que, al finalizar sus largas jornadas de trabajo, los mineros retornaban cubiertos por el polvo negro del mineral, por lo que la población comenzó a llamarlos, de forma coloquial y simbólica, “los Negritos”.

Con el tiempo, esta denominación fue adoptada como expresión de identidad minera, y en los casos en que algún trabajador fallecía, sus compañeros danzaban en su entierro como muestra de respeto y homenaje. Este gesto de despedida habría dado lugar a una práctica ritualizada, consolidando el carácter funerario y conmemorativo de la danza. De este modo, se considera que su origen estaría íntimamente vinculado a la vida y muerte del obrero minero recuaíno, en un contexto de esfuerzo, sacrificio y hermandad.

Para comprender y contextualizar esta versión, resulta necesario realizar una exploración histórica resumida de los sucesos más relevantes ocurridos en la zona desde la llegada de los españoles. Se presume que los primeros antecedentes de esta danza podrían haberse gestado hacia fines del siglo XVI, cuando la actividad minera comenzó a consolidarse en la región.

Antecedentes históricos desde la conquista

Hoy se sabe que el antiguo lugar denominado Sucoarocoay o “Socorocuay” fue mencionado por primera vez el 25 de enero de 1533 por Miguel de Estete, quien documentó el trayecto que siguió Hernando Pizarro —guiado por un hermano del inca Atahualpa— desde Cajamarca hacia el santuario de Pachacámac, con el objetivo de acopiar oro y plata como parte del rescate por la liberación del Inca.

Meses después, en septiembre de 1533, Francisco Pizarro arribó a Recuay siguiendo la misma ruta del Qhapaq Ñan, esta vez en dirección al Cusco. En esta travesía, los curacas de Huaylas, opositores a la hegemonía incaica, ofrecieron su apoyo logístico a los conquistadores españoles, brindándoles alojamiento, alimentos, arrieros, prendas e incluso mujeres.

El 12 de septiembre de 1533, Pizarro se detuvo en Recuay durante 12 días con el fin de reunir información estratégica para elaborar mapas políticos y étnicos, y así preparar la redistribución de los antiguos territorios del señorío Huaylas. En ese entonces, el término “Socorocuay” fue sustituido por “Chuquirrecuay”, nombre que hacía referencia a una confederación étnica conformada, en época preinca, por al menos tres guarangas: Ichocpomas, Allaucapomas e Ichochonta.

Reparto colonial y consolidación del territorio

Tras la fundación de Jauja como primera capital del Perú en 1534, Pizarro procedió a organizar el repartimiento de encomiendas. En el actual territorio de Áncash, los territorios del antiguo Chuqui-Recuay fueron entregados como encomienda a Jerónimo de Aliaga y Sebastián Torres Morales. Estos territorios incluían los curacazgos de Pumacaspillay (Guarax), Marcocama (Socorocuay) y Corcora (Marca), ubicados en la sección conocida como Hurin Huaylas.

La cédula de encomienda describe textualmente que este reparto incluía “la provincia e pueblo de Chuquirrecuay y con los señores principales que se dice el uno Colla y el otro Chinca”, lo que indica que Hurin Huaylas fue dividido en mitades. Una de ellas fue concedida a Sebastián Torres. Es posible que Chincay o Chinca haya sido el hatun curaca que sucedió a Marcocama, autoridad indígena anterior.


Años más tarde, las tierras milenarias del hatun curaca Marcocama (también conocido como Moarcocua o Marcaoma), correspondientes a la encomienda unitaria de la “provincia e pueblo de Chuquirrecuay”, fueron sucesivamente fragmentadas. La primera división fue producto de un acuerdo privado entre Sebastián de Torres y Jerónimo de Aliaga, a quienes se les había otorgado la encomienda en mancomún el 3 de agosto de 1538. A raíz de esta partición —legalizada notarialmente— surgieron dos encomiendas: la de Recuay y la de Huaraz.

La encomienda de Recuay incluía tres guarangas: Ichocpomas, Allaucapomas e Ichochonta. La de Huaraz, por su parte, comprendía las guarangas de Ichocguaraz, Allaucaguaraz y Marca. No obstante, la inclusión de la guaranga de Marca resultó problemática, ya que legalmente no formaba parte de la encomienda de Chuquirrecuay, al haber sido expresamente excluida en la cesión inicial. Esta irregularidad ocasionó que Aliaga y, en mayor medida, Torres, fueran acusados de usufructuarla de manera ilegal o “tiránica”. En todo caso, la distribución de las guarangas evidenció a los conquistadores que la organización sociopolítica local, articulada con sus curacas, era funcional y beneficiosa para sus intereses.

La encomienda asignada a Jerónimo de Aliaga, conocida como encomienda o repartimiento de Recuay, se mantendría intacta hasta el final del período colonial. En cambio, la encomienda de Sebastián de Torres, denominada de Huaraz, fue subdividiéndose progresivamente hasta quedar conformada por tres nuevas encomiendas: Allauca Guaraz, Ichoc Guaraz y Marca. Esta última reorganización fue realizada por el licenciado Vaca de Castro, quien gobernó el Perú en nombre del rey.

Por otro lado, las dos guarangas de Huaraz, que mantenían entre sí una estrecha vinculación, lograron independizarse jurisdiccionalmente de Recuay al considerarse parte de un pequeño reino preinca independiente de Huaylas. Aunque fueron separadas oficialmente por el licenciado Vaca de Castro en el año 1542, hacia la década de 1560 volvieron a integrarse en un solo repartimiento, que pasó a denominarse encomienda de Huaraz, manteniéndose así durante el resto de la época colonial.

Durante el siglo XVI, la ganadería fue la actividad económica predominante en Recuay, gracias a su ubicación en pisos ecológicos altos y a la abundancia de pasturas naturales. Según el informe del visitador colonial de 1558, la encomienda de Recuay se había especializado tempranamente en la crianza de ganado. Aunque contaba con tierras bajas situadas junto al río Grande —Hatum Mayo, hoy conocido como río Santa—, la población indígena habitaba mayormente en las zonas altas, donde se dedicaba a la ganadería por la calidad de los pastos. A mediados de ese siglo, el corregidor de Huánuco, Diego Álvarez, registró un incipiente reemplazo del ganado nativo por especies traídas de la península ibérica, como ovejas y cabras. En su informe declaró:

“Declaro que tienen todos seiscientas e treinta e una oveja de la tierra (auquénidos), e doscientas e veinte e ocho cabras, e ciento e ochenta y tres puercos, e una yegua… e que lo tienen en sus propias tierras porque tienen buen pasto para ello…”

Los recuaínos desarrollaron relaciones comerciales con pueblos vecinos, basadas en el trueque de ganado por productos agrícolas, la venta de tejidos elaborados con fibra de cabuya y la prestación de servicios laborales a cambio de ingresos monetarios que les permitieran cumplir con el pago de tributos. Además, mantenían vínculos económicos, sociales y ceremoniales con las poblaciones de Huaylas, fortaleciendo así una red de interdependencia regional.

Por otro lado, las dos guarangas de Huaraz, estrechamente vinculadas entre sí, lograron independizarse jurisdiccionalmente de Recuay, al considerarse un pequeño reino preinca independiente de Huaylas. Aunque fueron separadas oficialmente por Vaca de Castro en 1542, hacia la década de 1560 volvieron a integrarse en un único repartimiento, que pasó a denominarse encomienda de Huaraz, manteniéndose así durante toda la época colonial.

Durante el siglo XVI, la ganadería fue la actividad económica más importante para Recuay, debido a su ubicación en pisos ecológicos altos y a la abundancia de pasturas naturales. Según el informe del visitador colonial de 1558, la encomienda de Recuay se había especializado tempranamente en la crianza de ganado. A pesar de contar con tierras bajas ubicadas junto al río Grande —Hatum Mayo (actual río Santa)—, los indígenas habitaban principalmente en las tierras altas, dedicándose a la ganadería debido a la calidad de las pasturas. A mediados del siglo XVI, el corregidor de Huánuco, Diego Álvarez, observó un ligero desplazamiento del ganado nativo por especies traídas de la península ibérica, como ovejas y cabras. En su informe declaró:

“Declaro que tienen todos seiscientas treinta y una ovejas de la tierra (auquénidos), doscientas veintiocho cabras, ciento ochenta y tres puercos y una yegua… y que lo tienen en sus propias tierras porque cuentan con buen pasto para ello…”

Los recuaínos desarrollaron transacciones comerciales con pueblos vecinos mediante el intercambio de ganado por productos agrícolas, la venta de tejidos elaborados con cabuya y la prestación de trabajo a cambio de recursos monetarios para el pago de tributos. Asimismo, mantenían relaciones de carácter económico, social y ceremonial con los pueblos de Huaylas.

Otro aspecto relevante en el informe de 1558 sobre la encomienda de Recuay fue la presencia de la minería. Se menciona que, aunque las minas estaban muy cerca, su explotación era ardua y los recursos obtenidos eran escasos en comparación con la ganadería:

“Por ser muy trabajosas y pobres, aun cuando las tienen en sus propias tierras, no van a ellas desde el tiempo del presidente Gasca (…) y porque ganan mejor alquilándose y fabricando ropa, rescates y granjerías para pagar sus tributos”.

En efecto, en el territorio ubicado en la zona sur de la provincia de Recuay, la población indígena organizó la ganadería desde fines del siglo XVI, en las tierras que ocupaban en posesión en la Cordillera Blanca (actual territorio de la comunidad de Catac).

Cabe señalar que la actividad económica más importante era la ganadería, y que se desarrolló una estrecha relación económica, social y ceremonial con el repartimiento de Guaraz (Huaraz). Los ayllus “Picos” y “Allauca”, dentro del Corregimiento de Recuay, fueron agrupados con la reorganización colonial de los corregimientos en 1570, concentrándose la población indígena en el pueblo de San Ildefonso de Recuay, que integró varios ayllus. Este sistema de organización política asignó a los caciques la responsabilidad de recaudar tributos y reclutar a las familias indígenas para el trabajo.

El Corregimiento de Recuay estaba conformado por siete ayllus: Picos, Allauca, Chaupis, Caquimarca y Julca-Churi, ubicados en la margen derecha del río Grande (actual río Santa), y Ecos e Ichoc, situados en la margen izquierda del mismo río (según el Título de Repartición de Tierras de 1714).

En reconocimiento a las tierras que la población indígena había poseído desde tiempos precoloniales, el Capitán Visitador Juan de Cadahalso Salazar realizó en 1594 la repartición formal de tierras a los siete ayllus de Recuay, a cambio del cumplimiento de la tributación, el trabajo y la lealtad a la Corona. Esta repartición fue ratificada y validada oficialmente mediante el Título de Repartición de Tierras de 1714, que delimitó con precisión los límites territoriales y estableció el número de beneficiarios en cada uno de los ayllus.



Más tarde, los fundos en la zona sur de la provincia de Recuay se formaron como resultado del proceso de apropiación de tierras de la población indígena por parte de las familias criollas y mestizas de Recuay durante el siglo XIX, en el marco de la legislación que liberalizó estas tierras y, posteriormente, del abandono del Estado en la sierra.

Durante ese siglo, la organización del territorio colonial se redefinió mediante la formación de fundos y haciendas, basados en la apropiación de tierras concedidas a la población indígena, clasificadas como “tierras de repartición” y “ejidales”. La población indígena fue incluida en esta nueva estructura territorial en calidad de “arrendatarios de pastos”, como un mecanismo para controlar la fuerza laboral indígena.

Al respecto, el doctor en antropología Serafín Osorio Bautista, en su tesis doctoral sobre la concentración de tierras en la zona sur de Recuay durante el siglo XX, señala que tres sucesos determinaron la organización del espacio territorial en esa época: primero, la concentración de un conjunto de fundos en lo que fue la Hacienda Catac, también conocida como Hacienda de Los Icaza; segundo, la continuidad de los fundos bajo el control de ciertos grupos familiares de Recuay; y tercero, la interacción de los grupos al interior de los fundos y haciendas.

En esta sección se desarrollan tres puntos: primero, la concentración de fundos en la Hacienda Catac por la familia Icaza-Lugo; segundo, la continuidad en la administración de tierras bajo la forma de fundos por algunos grupos familiares; y tercero, el análisis de los grupos sociales y las relaciones que establecen con el territorio dominado por los hacendados.

Según los certificados de dominio, la mayor parte de los fundos ubicados en la zona sur de la provincia de Recuay fueron transferidos a nuevos grupos familiares durante el siglo XIX, consolidándose así la concentración de tierras en la Hacienda Catac. Al igual que los “propietarios originarios”, estos nuevos grupos familiares —entre ellos los Chávez, Arias, Lugo e Icaza— adquirieron los fundos mediante compras formalizadas únicamente a través de “escrituras privadas”.

Esta concentración de fundos se consolidó a inicios del siglo XX, principalmente por el enlace matrimonial entre dos miembros destacados de familias connotadas de Recuay: Juana Lugo y Agustín Icaza. La familia Icaza-Lugo heredó casi la totalidad de los fundos Catac, Pecoy-Pallca, La Pampa, Puma Pampa, Matacancha, Querococha, Qotosh y Arhauaycancha. Solo uno de estos fundos, Huacoru-Cancha, fue adquirido mediante compra-venta directa.

Juana, hija de un clérigo de Recuay (Cura Lugo), recibió en herencia la mayor parte de los fundos que pertenecían a sus parientes cercanos, y también controlaba las propiedades heredadas por sus hermanas Margarita, Rosalía y Zoila. Agustín, su esposo, aparentemente no aportó propiedades al matrimonio, aunque desempeñó un papel importante en la concentración de fundos y en la administración de la hacienda. Tanto la adquisición original como las transferencias posteriores se realizaron mediante compra-venta respaldada únicamente por “escrituras privadas”.

Estas propiedades enfrentaron dificultades para su inscripción en los Registros de Inmuebles de Huaraz, debido a la falta de documentación formal. Por su parte, los “propietarios originarios” no pudieron justificar debidamente el modo de adquisición de las tierras. En el proceso de apropiación de las tierras indígenas, las familias criollas y mestizas de Recuay recurrieron a diversos mecanismos, entre ellos la usurpación, el desalojo y la utilización de “prendas”.

Es probable que la concentración de estos fundos también haya sido facilitada por el manejo de influencias, dado que el padre de Juana —párroco de Recuay— era un personaje influyente entre los vecinos de la provincia. Esta hipótesis coincide con una versión bastante difundida entre los comuneros de Catac sobre el origen de la Hacienda Catac, según la cual el clérigo habría conformado sus fundos mediante servicios religiosos prestados a cambio de tierras como “prendas”.

A la muerte de los esposos Icaza-Lugo, a principios de los años treinta del siglo XX, la Hacienda Catac se fragmentó en dos grupos de herederos: las hijas de la familia Icaza-Lugo (Margarita y Rosalía) y los nietos, hijos de la difunta hija (Agustín, Margarita y Adelaida). En la década de 1950, los esposos Agustín Icaza y Clementina Santa-Gadea unificaron nuevamente las propiedades de la familia Icaza-Lugo y las arrendaron a la Sociedad Agrícola y Ganadera Utcuyacu, más conocida como la empresa SAGUL. Esta empresa de producción pecuaria intensiva concentró en arrendamiento casi todos los fundos de la zona.

Este tipo de arrendamiento se estableció en un contexto de conflicto con los comuneros de Catac, quienes reclamaban estas tierras como propias. Finalmente, los fundos que conformaban la Hacienda Catac fueron vendidos a nuevos grupos familiares emergentes de Huaraz a fines de los años sesenta, poco antes de la implementación de la Reforma Agraria de Velasco. Estos grupos mantenían vínculos de parentesco con los antiguos hacendados de Recuay.










Los hermanos Cáceres formaban parte de una economía diversificada. Esta familia controlaba varias propiedades en Huaraz (hacienda Canray Grande), Yungay (hacienda La Florida), Ticapampa (Fundo San José) y el fundo Catacpata. Además, tenían inversiones en la minería, explotando la mina Huancapetí (Recuay), así como en el comercio. Dos de sus miembros ejercieron actividad política, desempeñándose como senador y diputado durante los dos gobiernos de Manuel Prado (1939 y 1945-1956 y 1962).

Todos estos fundos, junto con la Hacienda Catac, fueron expropiados durante la Reforma Agraria y adjudicados a la SAIS Atusparia, una nueva unidad productiva a gran escala y una organización social que integró a las comunidades campesinas vecinas, a los grupos campesinos y a los ex trabajadores de los fundos como “adjudicatarios” de la Reforma Agraria.

En este contexto socioeconómico, cabe destacar otro dato relevante, aunque no totalmente confirmado: probablemente a inicios del siglo XX, en el barrio de Uchipampa, en Recuay, se estableció la planta de tratamiento del centro minero “La Hacienda”, propiedad de Agustín Icaza y su familia, un emporio de pequeña minería que alcanzó mayor auge tras el sismo de 1970. No se conoce con exactitud la fecha de instalación de esta pequeña planta ni de qué minas se trasladaban los minerales para su procesamiento. Según relatos de los abuelos, en ese lugar se procesaba oro y plata de buena calidad.

En 1890, en Ticapampa se construyó la Central Hidroeléctrica de The Anglo-French Ticapampa Silver Mining Co. Ltd., con una capacidad de 30 MW, siendo la primera central hidroeléctrica del Perú. Esto significa que el pueblo de Ticapampa tuvo luz eléctrica antes que Lima, la capital del país. Asimismo, en Ticapampa se instaló el primer horno de fundición para concentración de minerales en 1905. También se construyeron el Puente de Calicanto “Mercier” (1913), la Bocamina Gran Socavón (1860), así como la bocatoma y el canal de calicanto que actualmente atraviesan por encima del pueblo. Otros sitios históricos importantes son la “Casa de Gerencia” y la sede del Club “El Obrero”, lugares que deberían ser declarados patrimonios culturales de Áncash debido a su valor histórico.

Todos estos acontecimientos sociales e históricos ocurridos en Recuay son relevantes para contrarrestar la segunda versión sobre el origen de la danza “Negritos de Recuay”. Se puede concluir que, en el contexto social y las condiciones objetivas de finales del siglo XIX, es más probable que esta graciosa, pícara y festiva danza haya surgido como una representación de la vida de los mineros, quienes trabajaban en condiciones infrahumanas dentro de los socavones de las minas de Recuay. Con el tiempo, esta expresión popular se institucionalizó y perdura hasta nuestros días, aunque con ciertas variaciones derivadas de la modernidad.

Los personajes que integran la comparsa de los “Negritos de Recuay” asumen diferentes roles y funciones, tanto en la ejecución de la danza como en su organización, con el objetivo de poner en escena el desarrollo y la continuidad de esta tradición cultural. En tal sentido, a continuación se presenta una descripción del cuadro de la representación y de los actores que conforman la comparsa:

DESCRIPCIÓN DE LA DANZA:

Actualmente, la danza de los “Negritos de Recuay” se presenta en la fiesta patronal del “Señor de Burgos”. El espíritu de esta danza es la expresión de fe, devoción y reverencia hacia su protector y liberador, especialmente por parte de los sectores más populares del pueblo recuayno, quienes a través de sus movimientos graciosos y picarescos rinden homenaje al Santo Patrón. Antiguamente, las festividades del Señor de Burgos estaban a cargo de las personas notables del pueblo, quienes asumían responsabilidades como mayordomos, capitanes y “quellis” (obsequiantes), y tenían los recursos necesarios para organizar fiestas pomposas dentro de su círculo social.

Por otro lado, los obreros —en su mayoría mineros, peones y campesinos pobres— se veían relegados e imposibilitados de manifestar su fe y devoción al Señor de Burgos. Ante esta exclusión, y porque la fe no conoce barreras ni distingue posiciones económicas, sociales o colores, idearon formar una cuadrilla de danzantes para rendirle una reverencia al salvador del mundo, desde una condición humilde pero sincera y con gran devoción. Para desafiar la afrenta de los “poderosos”, los danzantes adoptaron la figura de color negro, representando el tono con que salían los mineros tras trabajar en las profundidades del subsuelo, en los socavones, ya que todo recuayno era buen “socavonero”. Para ello, confeccionaron máscaras que les otorgaban ese característico color.

Para asemejarse a los “notables”, vestían ternos azules y llevaban bandas hermosamente bordadas en rojo y blanco, los colores del bicolor nacional, como símbolo de patriotismo. También portaban sombreros negros adornados con una corona de flores, y exhibían monedas de plata (de nueve y cinco décimos), comadrejas disecadas y, como símbolo de mando, un fuete (una soga confeccionada con cuero de buey). Para acompañar el ritmo, usaban campanillas. Los participantes en esta danza hacen un compromiso libre y emotivo ante el Señor de Burgos, comprometiéndose a bailar durante siete años, número que representa las siete llagas de Cristo en la cruz.

Finalmente, ante las dos versiones existentes sobre el origen de la danza “Negritos de Recuay”, el cantante inglés Robbie Williams ofrece una reflexión sencilla y profunda en su canción “Shame”. En las primeras líneas, señala que toda historia tiene tres versiones: la tuya, la mía y la verdad. Por lo tanto, ambas versiones presentadas en este artículo son aproximaciones válidas en la búsqueda de la verdad, la cual debe seguir siendo investigada para esclarecer este legado. Pero lo cierto es que la danza “Negritos de Recuay” existe y se practica cada año en esta parte del Perú, transmitiéndose de generación en generación.


LOS PERSONAJES DE LA DANZA

El Rucu
Es el más viejo y gracioso de la cuadrilla, también conocido como “Chiwa Shapra” (en quechua, “chivo barba”). Simboliza la experiencia y la sabiduría acumulada a lo largo de los años, por lo que es el jefe y guía de la cuadrilla de negritos, un ejemplo para todos. Lleva una barba blanca, un chicote (látigo) y actualmente viste la indumentaria de un policía de alto rango, en una sátira hacia las fuerzas del orden y su aparente rectitud.

Vestimenta del Rucu:

  • Gorra tipo quepis

  • Máscara de cuero negro

  • Saco negro tipo “pingüino”

  • Dos bandas cruzadas (una peruana y otra adornada)

  • Camisa blanca

  • Guantes negros

  • Corbata

  • Pantalón negro

  • Látigo

  • Botas de cuero


Los Negritos
Son los danzarines que conforman la cuadrilla. La danza está integrada por 12 o más hombres que llevan ropajes de color negro y cubren sus rostros con máscaras de cuero negras. También llevan una banda de cintas de colores, un bastón, una campanilla y un sombrero adornado con flores.

Las flores del sombrero, tradicionalmente rojas y blancas, simbolizan:

  • Flores rojas: sufrimiento, dolor y esclavitud

  • Flores blancas: fe, devoción, sumisión y paz

En la actualidad, pueden usarse flores de colores variados.

Vestimenta de los Negritos:

  • Sombrero de paño negro adornado con cintas y flores

  • Soguilla (con una campanilla atada en un extremo, que usan para acompañar el ritmo)

  • Saco negro

  • Camisa blanca

  • Corbata

  • Guantes blancos

  • Dos bandas cruzadas en el pecho (una peruana y otra adornada)

  • Máscara de cuero negro

  • Pantalón negro

  • Zapatos negros

  • Campana de bronce


El Grupo Musical
Está conformado por músicos que animan la fiesta con instrumentos como el violín, arpa y trompeta. Estos instrumentos producen melodías que acompañan la marcha, cachaspada, adoración y huellushpada. Los negritos complementan la música con el sonido de sus campanillas, realizando variados movimientos con la cabeza, manos, pies y caderas.


LA DANZA

La danza de los Negritos tiene pasos característicos y graciosos que incluyen movimientos coordinados de cabeza, pies, hombros y caderas. Los danzantes llevan en las manos una campanilla y una soguilla para marcar el compás de sus pasos. Esta danza se clasifica como de carácter satírico, festivo y religioso.

Entre sus movimientos destacados están:

  • El “paso del caminante”

  • Movimientos rítmicos de cabeza, pies, hombros y caderas

  • El “ritmo del zapatero” con juegos de zapatos

  • La “culebrita”, que consiste en realizar movimientos sobre soguillas y campanillas dispuestas en el piso

Los pasos falsos o descoordinados son corregidos o “castigados” por el Rucu. También suele participar activamente el público asistente.


Zapateo:
Tiene cuatro pasos:

  1. Primer paso: derecha e izquierda con los brazos a la mitad del pecho.

  2. Segundo paso: zapateo breve con los brazos extendidos hacia arriba.

  3. Tercer paso: movimientos de zapateo laterales derecha e izquierda con los brazos a la mitad del pecho, seguido de un remate.

  4. Cuarto paso: zapateo en giro con ocho pasos a la derecha y ocho a la izquierda, seguido de un remate.


Estribillos conocidos de la danza

  1. “Abre campo compañeros, abre campo compañeros, para que pasen los negritos, los negritos enamorados.”

  2. “Buenas noches Virgen Socorro, hemos venido a saludarte con reverencia y de rodillas, te ofrecemos tus oraciones.”





La Dama Recuaina

Este personaje femenino ha sido incorporado a la danza en los últimos años, como representación simbólica de las familias criollas y mestizas de Recuay del siglo XIX e inicios del siglo XX. Su presencia otorga elegancia y colorido a la comparsa, además de visibilizar la participación activa de la mujer recuaina en el proceso de búsqueda y reafirmación de la identidad local.

Vestimenta de la dama recuaina:

  • Saya: Falda larga que cubre desde la cintura hasta los pies, en colores vibrantes como fucsia, turquesa u otros.

  • Camisa: De manga tipo "jamón", generalmente del mismo color que la saya y el chal.

  • Chal: A juego con el conjunto anterior.

  • Calzado: Zapatos tipo ballerina de color negro.

  • Sombrero: De palma, copa baja con cinta negra, a veces adornado con flores multicolores artificiales.

  • Banda: Cruza el pecho y suele estar decorada con motivos festivos.


La Coreografía

La danza de los Negritos de Recuay cuenta con una coreografía estructurada que sigue momentos clave. Uno de los más importantes es el:

Rompecalle

La comparsa inicia con el tradicional rompecalle, una especie de pasacalle que da inicio oficial a la fiesta. Acompañados por su orquesta, los danzantes recorren las calles cargando diversos elementos simbólicos y festivos:

  • Víveres y bebidas alcohólicas,

  • Cabezas de toro, como símbolo de la carne que se compartirá durante las festividades,

  • La “Mircapa”, una manta que contiene el refrigerio destinado a los músicos y a los propios danzantes.

Durante este recorrido también participan los mayordomos, quienes portan un enorme cántaro de chicha que compartirán con los negritos como acto ritual y de confraternidad. El rompecalle culmina en la plazuela de Burgos, consolidando el espíritu festivo y comunitario de la celebración.

Esta primera muestra pública de la danza tiene lugar el 12 de septiembre por la tarde, marcando el inicio de las festividades en honor al Señor de Burgos.

El acto de adoración al “Señor de Burgos”

La cuadrilla de los Negritos llega bailando hasta la capilla de Burgos, donde realiza el momento más solemne de toda la festividad: la adoración al Señor de Burgos. Este acto se lleva a cabo dentro del templo y al son de la orquesta, constituyéndose como la parte más ceremonial de la danza, en la que los danzantes, con profunda devoción, rinden homenaje a la sagrada imagen del patrón de Recuay.

Esta danza tradicional se ha mantenido viva a lo largo del tiempo como una práctica identitaria a nivel distrital, y ha logrado un impacto que trasciende el ámbito local, alcanzando relevancia provincial y regional. En la actualidad, existen versiones de los "Negritos" en distintos distritos de la provincia, que aunque conservan la esencia original, presentan ciertas variaciones estilísticas según el lugar.


Testimonios sobre el origen de los “Negritos de Recuay”

Con el objetivo de reconstruir la historia reciente de esta emblemática danza, se han recogido testimonios orales directamente de sus protagonistas, quienes han compartido sus vivencias y experiencias. A través de entrevistas, se ha recopilado información valiosa que permite una aproximación más precisa a la verdad histórica y respalda la propuesta de declarar la danza de los “Negritos de Recuay” como Patrimonio Cultural de la Nación.

Félix Torre Aparicio

(Nacido en Olleros, aproximadamente en 1940)

Ex danzante de los “Negritos de Ayacayana”, los “Negritos de Barrio Abajo” y cofundador de los “Negritos de Barrio Arriba” de Recuay. Fue entrevistado por el periodista Humberto Espinoza Maguiña el 16 de diciembre de 2023, en forma presencial.

El señor Félix Torre cuenta que nació en el distrito de Olleros, provincia de Huaraz, y que a los cinco años se trasladó con su familia a Recuay. Su padre, Roberto Torre, fue contratado para administrar la hacienda de la familia Cáceres en esa localidad.

A los 13 años, Félix comenzó su participación en la cuadrilla de los Negritos de Ayacayana, por recomendación de su hermano mayor, Silvestre Torre, quien ya bailaba como devoto de la Santísima Cruz de Ayacayana. Sin embargo, debido a las dificultades logísticas de llevar hasta Ayacayana los insumos necesarios —alimentos, leña, chicha y utensilios, todos transportados en burros y mulas—, pidió a su madre ser inscrito en la cuadrilla de los Negritos de Barrio Abajo de Recuay.

Relató que esta agrupación estaba liderada por el caporal Julián Cueva y Grimaldo León, de Socopampa, y que danzó allí en homenaje al Señor de Burgos junto a su hermano Silvestre.

Torre también recordó un hecho ocurrido hacia los años 60, cuando uno de los caporales sufrió una hinchazón testicular a causa de un golpe accidental propinado, supuestamente, por el Rucu del grupo, con su campanilla de bronce. Este incidente generó malestar entre los danzantes, lo que derivó en una división del grupo y la creación de una nueva cuadrilla: los Negritos de Barrio Arriba, encabezada por el legendario Rucu Silvestre Torre, agrupación que continúa vigente hasta la actualidad.

Además, mencionó que el marco musical estaba compuesto por instrumentos como el arpa, violín, saxofón, trompeta y clarinete. El líder de los músicos era “Shapuco”, y todos provenían del distrito de Marca, famosos por interpretar una música que inspiraba un baile de gran calidad.

En la actualidad, según Félix Torre, la tradición está siendo continuada por las nuevas generaciones, lideradas por su sobrino Roy Torre De la Cruz, hijo de su también sobrino Leonardo Torre.


Testimonio adicional de Félix Torre Aparicio sobre la danza de los “Negritos de Recuay”

Durante la entrevista realizada por el periodista Humberto Espinoza Maguiña el 16 de diciembre de 2023, el señor Félix Torre Aparicio también compartió versos y estrofas que eran entonadas por los danzantes desde los años 60. Estos cantos reflejan los diversos momentos rituales de la danza y demuestran el carácter ceremonial, satírico y popular de la misma.

Versos tradicionales:

Verso de salida (rompecalle):
“Adiós, adiós señor Caporal,
ya volveremos ya de nuevo,
ya volveremos ya de nuevo
para hacer nueva visita”.

Verso durante la marcha callejera:
“Alarguemos nuestros pasos
para llegar a buena hora,
no habiendo más campo,
como correr no podemos”.

Verso satírico popular:
“A mí no me gusta carne de vizcacha,
pero sí me gusta mujer de cachaco”.

Versos de adoración al Señor de Burgos:
“Entremos compañeros
al lugar del Santo Templo,
entonado con el vicario,
alabanzas del Señor”.

“Adoremos nuestro Dios,
clavado en la Cruz,
por nosotros crucificado,
por librarnos del pecado”.

Torre indicó que los pasos y el tono de la danza variaban según el momento coreográfico, distinguiéndose claramente entre el desplazamiento callejero, la adoración en el templo y las representaciones lúdico-festivas.

Sobre la comida y logística de la festividad:

El señor Félix Torre manifestó que los danzantes debían proveer víveres de forma colectiva, siendo indispensables productos como carnero, mote, papa, chicha, entre otros insumos, destinados a alimentar tanto a los danzantes como a los músicos, durante el almuerzo y la cena de los días festivos. Las cuadrillas solían estar conformadas por 10 a 12 danzantes (todos varones) y un conjunto musical compuesto por aproximadamente 8 músicos.

Comentó también que las mujeres eran invitadas espontáneamente del público en las esquinas durante el recorrido, dándole a la danza un carácter popular e inclusivo, aunque la ejecución central de la danza recaía en los varones.

Sobre su experiencia como danzante:

Félix Torre recuerda haber danzado desde 1958 hasta aproximadamente 1963. Rememora que a todos los danzantes se les conocía como “china barba”, y que aquel que usaba la máscara de “negrito” con barba larga era el “rucu”, el personaje principal y de mayor autoridad, quien castigaba simbólicamente con su campanilla a quienes no ejecutaban correctamente los pasos —especialmente en la secuencia conocida como “la culebrita”.

La festividad comenzaba el 12 de septiembre con el tradicional rompecalle y culminaba el 16 de septiembre, día central de la fiesta patronal del Señor de Burgos, santo patrón de Recuay.


Fuente audiovisual:

Entrevista al señor Félix Torre Aparicio, disponible en la página de Facebook Recuainos:

🔗 Ver entrevista completa


Testimonio de Fernando De la Cruz Castillo (Recuay, 25 de marzo de 1983)

"Rucu" de los Negritos de Barrio Centro
Entrevistado por el Psicólogo e Investigador Social Alfredo Chávez Olivera, el 9 de diciembre de 2023, vía Zoom.


1. Fundación de la agrupación cultural

Fernando De la Cruz explica que la agrupación lleva por nombre:

“Asociación Cultural San Ildefonso del Barrio Centro”,
la cual fue fundada en mayo del año 2000 por su padre, Pelayo Encarnación De la Cruz (exalcalde de Recuay), y su madre.

En sus inicios, la agrupación contó con tan solo seis participantes, cuyos trajes e implementos fueron financiados íntegramente por sus familias.


2. Sobre el origen de los “Negritos de Recuay”

Consultado sobre el origen de la danza, menciona que existen varias versiones orales:

  • Una sostiene que los negritos surgieron en Ayacayana, luego se trasladaron a Tuctu y finalmente llegaron a Recuay.

  • Otra versión indica que los mineros que bajaban de las minas eran los que participaban en la festividad en honor al Señor de Burgos.

Reconoce que aún no hay una versión única ni definitiva, pero valora el esfuerzo de quienes investigan el tema para sustentar proyectos de tesis y reconstruir la memoria local.


3. Coreografía y evolución de los pasos

Sobre la ejecución coreográfica, De la Cruz indica:

“Los pasos que realizamos actualmente no son los originales. Nos hemos inspirado en lo que difunde la Escuela Superior de Formación Artística Pública de Áncash (ESFAP), pero también hemos creado nuestras propias coreografías.”

Estas nuevas creaciones tienen el objetivo de dar mayor realce a la danza y honrar con alegría y devoción al Señor de Burgos, patrón de Recuay.


4. Inclusión de la “dama recuaina”

Fernando destaca un cambio importante en la conformación de la cuadrilla:

“Gracias a mi hermana, Arida De la Cruz, quien diseñó y confeccionó los trajes, incorporamos a la dama recuaina como acompañante en las danzas”.

La inclusión se inspiró en los vestidos de gala que usaban las mujeres al asistir a las misas festivas. La vestimenta de la dama recuaina incluye:

  • Saya de colores vivos

  • Camisa de mangas jamón

  • Zapatos tipo ballerina

  • Chal tradicional

  • Sombrero de palma con cinta negra y flores artificiales

  • Banda en el pecho adornada


5. Compromiso familiar, social y económico

Fernando De la Cruz destaca el alto nivel de compromiso de padres de familia, niños y jóvenes con la danza. Subraya que:

“La participación requiere esfuerzo económico: el alquiler de la orquesta cuesta S/ 2,000 por día, y los trajes deben renovarse constantemente por el desgaste ocasionado por la lluvia y el uso”.

Agrega que, aunque algunas autoridades apoyan, ese respaldo no siempre es constante, y por ello realizan actividades de autogestión con el objetivo de mantener viva la danza.

También hizo un llamado a la unidad:

“Es necesario dialogar con las agrupaciones de los otros barrios para que esta tradición no se pierda. Agradezco a los niños, niñas y sus padres por mantener viva nuestra cultura”.


Este testimonio reafirma la vigencia y el valor cultural de la danza de los Negritos de Recuay, así como el compromiso intergeneracional por su preservación.


Testimonio complementario – Fernando De la Cruz Castillo

En la parte final de la entrevista, Fernando De la Cruz Castillo, actual “Rucu” de los Negritos de Barrio Centro y con más de 37 años de trayectoria como danzante, hace un llamado directo y emotivo a las autoridades:

“Para que no mueran nuestras costumbres necesitamos el apoyo de las autoridades. Somos tres barrios de negritos y necesitamos de las entidades públicas su apoyo con un granito de arena para seguir bailando nuestra danza tradicional”.

Expresó con profunda convicción que esta danza no es solo un acto folclórico, sino una expresión viva de fe:

“Nosotros participamos con tanta fe, cariño y devoción al Señor. Nos comprometemos con Él por 7 años, como manda la tradición”.

Asimismo, compartió un dato clave que reafirma su autoridad como portador de la tradición:

“Yo vengo bailando desde niño. He danzado en Barrio Abajo, Barrio Arriba. Son 37 años de danzante de negritos”, enfatizó.

Este testimonio refuerza no solo la importancia cultural y religiosa de la danza, sino también la dimensión generacional y comunitaria que la sostiene. Su llamado a las autoridades evidencia la necesidad de institucionalizar apoyos concretos para la salvaguardia de esta tradición.


Entrevista disponible en:
Facebook - Alfredo Chávez Olivera – Entrevista a Fernando De la Cruz Castillo (09/12/2023)


Testimonio – Roy Torre De la Cruz (Recuay, 14 de junio de 1982)

Rucu de los “Negritos de Barrio Arriba” y nieto del fundador Silvestre Torre Rojas
Entrevista realizada por el Psicólogo e Investigador Social Alfredo Chávez Olivera el 10 de diciembre de 2023

Roy Torre De la Cruz se presentó como actual “Rucu” de la cuadrilla de los Negritos de Barrio Arriba y descendiente directo de Silvestre Torre Rojas, considerado fundador de esta agrupación. En sus palabras:

“Soy nieto de Silvestre Torre, el fundador de los Negritos de Recuay Barrio Arriba, sobrino de Félix Torre y mi papá es Leonardo Severo Torre. Desde que tengo uso de razón, la cofradía estuvo formada por tíos, sobrinos y toda la familia”.

Señaló que, con el paso del tiempo y por factores como el trabajo o la religión, varios familiares se retiraron, quedando él y su tía María como únicos representantes de la familia dentro de la agrupación:

“Ella es la presidenta de la agrupación y yo soy el Rucu de la cuadrilla”.

Sobre el origen del grupo:

Roy sostiene que la cuadrilla de Barrio Arriba nació por una escisión interna dentro del grupo de Barrio Abajo, en los años 60:

“Los Negritos de Barrio Arriba salen de los Negritos de Barrio Abajo por una discusión entre integrantes. Mi abuelo Silvestre y otros amigos fundaron esta nueva agrupación”.

Además, mencionó un lugar significativo para el grupo:

“Tenían como centro de reunión la casa del señor Germán Cáceres, ubicada frente a la puerta del Estadio de Recuay, en el barrio La 120”.

En cuanto al origen remoto de la danza, Roy expresa que ha oído versiones que la sitúan en Ayacayana, aunque no tiene certeza de fechas ni del culto original:

“Lo que conozco es que los Negritos de Recuay salen de Ayacayana, pero no sé con exactitud cuándo y si veneraban o no a la Virgen del Socorro”.

Sobre el rol del Rucu y las reglas internas:

Roy explicó que, para llegar a ser Rucu, uno debía iniciarse como vasallo y luego asumir responsabilidades con compromiso formal:

“Primero se empieza como vasallo, luego si le gusta el baile, tenía que firmar un acta comprometiéndose a aportar las cuotas para los músicos, comida y vestidos”.

Agrega que antiguamente se recurría incluso al Juez de Paz como garante del compromiso, y en caso de incumplimiento, el castigo era claro:

“Si no cumplían, se les castigaba metiéndoles al calabozo durante toda la fiesta del Señor de Burgos”.

Finalmente, relató que en el pasado, el “Rucu” tenía un rol de autoridad con respaldo institucional:

“Las autoridades le daban garantía al Rucu para hacer uso del chicote a los que se comportaban mal en toda la fiesta. También teníamos respaldo de la policía y la municipalidad para que nadie nos falte el respeto en la vía pública”.


Enlace de la entrevista en video (Facebook):





Testimonio complementario – Roy Torre De la Cruz

Aspectos coreográficos y musicales de los Negritos de Recuay

Durante la entrevista, Roy Torre De la Cruz profundizó en elementos fundamentales de la danza: los pasos coreográficos, la tonada tradicional y los estribillos o cantos.

Sobre la procedencia y transmisión de los pasos de danza:

Roy expresó que, según su interpretación y tradición familiar, los pasos originales provienen de Ayacayana, lugar donde, según versiones orales, habrían surgido los primeros danzantes, para luego extenderse a Barrio Abajo, posteriormente a Barrio Arriba, y finalmente consolidarse en los distintos barrios de Recuay. Afirmó:

“Desde mi punto de vista, los pasos salen de Ayacayana, luego pasan a Barrio Abajo para llegar a Barrio Arriba y ahora nosotros; pero no podía contestarte con exactitud de dónde vienen los pasos”.

Subrayó que su abuelo, Silvestre Torre, sostenía que los pasos se han conservado intactos desde la creación del grupo:

“Según mi abuelo, no han cambiado los pasos desde la creación de los Negritos de Barrio Arriba”.

Sobre la tonada y el respeto a la tradición musical:

Roy señaló que el grupo utiliza dos tonadas principales, y que sus tíos y mayores insisten en respetar tanto los pasos como la música original:

“Tienen que respetar los pasos y la tonada de la danza tal como se originó, no se debe cambiar nada y seguir así. Lo que mis tíos han aprendido hace 65 años de baile aún no hemos cambiado”.

Esta práctica expresa una clara voluntad de preservación cultural intergeneracional, donde los elementos musicales y coreográficos son transmitidos con fidelidad y sin modificaciones modernas.

Sobre los estribillos y versos tradicionales:

Roy también explicó que los versos cantados por los negritos son numerosos, en lengua quechua y castellano, y forman parte de la memoria oral de la danza. Durante la entrevista, entonó un verso en quechua, cuya traducción resultó compleja, lo cual evidencia el fuerte arraigo de la danza en la identidad quechua andina de la región.

Además, presentó un valioso documento histórico: una hoja de versos mecanografiada hace aproximadamente 40 años, legado de su abuelo Silvestre Torre, en estado deteriorado. Este texto representa una fuente primaria importante para la investigación patrimonial.

Se sugiere su digitalización, análisis filológico y restauración como parte del expediente técnico de declaratoria.


Versos Tradicionales de la Danza “Negritos de Recuay”

Estos versos son expresados por la cuadrilla de danzantes durante diferentes momentos del ritual dancístico. La lírica se caracteriza por su contenido devocional, satírico y de confraternidad, y refleja tanto la espiritualidad popular como las relaciones comunitarias que se expresan en la danza.


A. CANTOS DE ADORACIÓN EN LA IGLESIA

(Cantados al ingresar al templo del Señor de Burgos para la adoración)

1.
Entremos compañeros, al lugar del Santo Templo,
entonando con el vicario, alabanza del Señor.”

2.
De rodillas adoremos, al redentor poderoso,
ofreciendo nuestros dones y corazones de humildad.”

3.
Adoremos nuestro Dios, clavado en la Cruz,
por nosotros crucificado, por librarnos del pecado.”

4.
Al redentor poderoso, de rodillas adoremos,
ofreciendo nuestros dones y corazón de humildad.”

5.
Levantemos compañeros, con mucha humildad,
levantemos morenitos, con mucha armonía.”

6.
Salve señor Rey del Cielo, mi abogado mi Salvador,
no olvides de tus rebaños, al hombre más pecador.”

Comentario:
Estos cantos reflejan una profunda devoción cristiana, con claras referencias a la crucifixión, la redención y el acto de adoración colectiva. Su métrica es sencilla pero solemne, lo que permite que sean cantados con facilidad durante el momento más ceremonial de la danza.


B. CANTO EN LA CALLE

(Entonado mientras los danzantes se movilizan en romerías o rompecalles)

I.
Procedemos a la marcha, en la región de la sierra,
alegrando a la gente, hay que llegar Plaza Burgos.”

II.
Alarguemos nuestros pasos para llegar a buena hora,
no habiendo más campo, como correr no podemos.”

Comentario:
Este canto tiene un tono más festivo y organizativo, marcando la movilización del grupo hacia la plaza o lugar central de la festividad. Se nota la preocupación por el tiempo (“llegar a buena hora”) y el espacio limitado (“no habiendo más campo”), reflejando el contexto urbano de la danza.


C. CANTOS DE VISITA O DESPEDIDA ("Las Promos")

(Cantados al realizar o concluir visitas a los caporales o mayordomos)

I.
Este será o no será… señor caporal si es de…
Voluntad que reciba la visita, si es de buena voluntad que reciba la visita.”

II.
Adiós, adiós señor caporal ya volveremos ya de nuevo,
ya volveremos ya de nuevo, para hacer la nueva visita.”

Comentario:
Estos versos están vinculados al ritual social de visita y despedida, una práctica común en danzas tradicionales que refuerzan el vínculo con los anfitriones o líderes del grupo. Es probable que este momento también incluya entrega de ofrendas, intercambio de alimentos o bebidas ceremoniales (chicha, por ejemplo).


 La Participación de la Mujer en la Danza “Negritos de Recuay”

La presencia activa de mujeres en la danza comienza entre los años 1990 y 1994, marcando un punto de inflexión en una tradición que, hasta ese momento, había sido exclusivamente masculina.

Según el testimonio:

“Los danzantes hacen un paro en cada esquina para bailar con el público y como los negritos están con las máscaras, la gente tiene temor a participar porque son muy juguetones y molestosos.”

Esto revela que la presencia de máscaras y la actitud lúdica de los danzantes generaba cierta distancia o resistencia del público, especialmente entre las mujeres. Para fomentar la participación e interacción, se consideró necesario integrar mujeres a la danza.

  • La primera mujer que bailó fue Sarita Chávez, sobrina de uno de los integrantes, a inicios de los años noventa.

  • En el siguiente año, ante la falta de más mujeres, un primo del testimoniado fue vestido como mujer para acompañar en el baile.

  • Luego se sumaron más primas, quienes bailaban con pantalón azul y camisa blanca, ante la falta de una vestimenta tradicional femenina apropiada.

“Después se optó por una pollera, lo más fácil para representar a la mujer del campo y desconocíamos los trajes antiguos que usaron las mujeres.”

  • Inicialmente, la ropa usada fue improvisada.

  • Con el tiempo, se adoptó la pollera como símbolo de la mujer campesina andina.

  • El desconocimiento del vestuario tradicional de las mujeres recuainas del siglo XIX o inicios del XX motivó esta reinvención estética, que posteriormente se enriqueció con aportes como los de Arida de la Cruz, quien ayudó a definir el atuendo actual de la dama recuaina.

  • La incorporación de la mujer responde a cambios sociales y generacionales, y también a la necesidad de fortalecer la conexión emocional con el público.

  • Este cambio marca una transformación significativa en el carácter de la danza, haciéndola más inclusiva y representativa de la comunidad recuaina actual.

  • Este proceso de adaptación revela el dinamismo de la tradición y su capacidad para evolucionar sin perder identidad.

Link o Enlace electrónico, Pagina Facebook institucional Recuainos, entrevista Roy Torre de la Cruz:https://www.facebook.com/alfredo.chavezolivera/videos/338738218887446?idorvanity=1884588155137796&locale=es_LA 

 EDMUNDO RONDÁN ESQUIVEL (Recuay, 22 de febrero de 1943)

Danzante, “rucu” y miembro activo de los “Negritos de Barrio Abajo”, a sus 80 años de edad fue entrevistado por el psicólogo e investigador social Alfredo Chávez Olivera el 5 de enero de 2024, a través de la plataforma virtual Zoom.

A la pregunta: ¿Nos gustaría que nos cuente algo sobre los Negritos de Barrio Abajo? ¿Cómo se iniciaron, de acuerdo a sus vivencias personales?, respondió:

“Desde mi parecer, en el año 1947 se habían formado por mi tío Julián Cueva, natural del centro poblado de Chiriac.”

Ante la interrogante sobre si sabía algo más acerca de Julián Cueva, Edmundo respondió:

“No sé cuándo ha fallecido, solo sé que tenía mucho entusiasmo por los Negritos, y fue él quien me animó a seguir bailando cuando yo era un muchachito de 18 años. En 1958 comencé a bailar, y él se acostumbró a hacerlo conmigo. Hasta ahora sigo bailando con los Negritos.
En ese tiempo, éramos varios familiares los que conformábamos el grupo: la familia Villanueva, Gonzales, Rurush, Robles… todos tenían entusiasmo por bailar los Negritos, pero ya todos han fallecido, ninguno vive ya. Creo que solo yo sigo en actividad.
Pero seguimos activos con esta costumbre que debemos llevar al pueblo de Recuay para mantenerla viva, con el esfuerzo físico, los bailes y nuestras tradiciones. En aquellos tiempos también había muy buenos bailarines.”

Continúa relatando:

“Íbamos a bailar de caserío en caserío, de pueblo en pueblo, los Negritos recorrían distintos lugares. Ahora ya no quieren recorrer las estancias, solo quieren quedarse en el mismo pueblo.
Ese es el contexto que te doy, y esa es la medida en la que estamos. Hasta el momento, conmigo están bien todavía, hasta que Dios me diga: ‘hasta aquí llegaste’, y nos vamos. Entonces dejaré esta tradición a los que vienen detrás de mí, a quienes me están siguiendo en el camino de los Negritos.”

Eso es todo lo que puedo contarles. Es lo que sé.


Testimonio de Edmundo Rondán Esquivel sobre los “Negritos de Barrio Abajo” de Recuay

A la pregunta: ¿Cuándo usted tenía 18 años, los “Negritos de Barrio Abajo” ya existían?, respondió:

“Sí, sí, sí. Barrio Abajo y Barrio Arriba ya existían desde 1947. Se iniciaron en ambos lados, uno en 1946 y el otro en 1947”.

Agregó también:

“Los Negritos de Ayacayana eran más adelantados. Ellos fundaron más adelante, tenían la costumbre de formarse después. Pero los tres barrios nos encontrábamos el día del ‘rompe calle’. Nos juntábamos en la calle para encontrarnos en la Gruta de San Patricio. Ahí eran nuestros juegos, y no era para pelearnos, sino para jugar con chicotes. Nos encontrábamos los tres grupos: los de Ayacayana, Barrio Abajo y Barrio Arriba. Jugábamos como si estuviéramos peleando, frente a frente, chicote contra chicote. No era con mala intención, era un acuerdo entre los tres. En Ayacayana nos despedíamos, y en Recuay empezábamos a bailar para el Señor de la Misericordia. Esa era nuestra costumbre”.

A la siguiente pregunta: ¿Alguien le comentó dónde posiblemente se originaron los “Negritos de Recuay”?, respondió de forma enfática:

“El primer pueblo fue Pueblo Viejo. Después de eso se formó Recuay, y los negritos se originaron en el mismo Recuay. No fue en Ayacayana ni en Tuctu, sino en el mismo pueblo de Recuay”.

Sobre la organización y preparación del grupo para sostenerse durante varios días de festividad, respondió:

“La costumbre era de siete días: empezábamos con el ensayo, luego el rompe, la víspera, el día, la corrida, otra corrida y el despacho. Ahora ya no hay ensayo, casi de frente ya bailamos”.

Cuando se le preguntó sobre la música y los músicos, dijo:

“Nuestra orquesta era de Huasta. Margaro Jara, de la orquesta de Chiquián, venía todos los años. Era una orquesta prometida, y la contratábamos cada año.
Respecto a las canciones, nosotros mismos sacábamos la música”.

En este punto intervino su hija, Prudencia Rondán René, de 53 años, quien explicó:

“La música y el canto nacieron como una veneración al Señor Crucificado, quien entregó su vida por nosotros para salvarnos del pecado. Tengo entendido que la canción se hizo para venerar y adorar al Señor. Como dice la letra, de ahí salió la música. Lo que los negritos expresaban, la orquesta lo captaba y lo convertía en música, y eso es lo que ha perdurado hasta ahora”.

Sobre la alimentación, la chicha y la organización durante las festividades, Prudencia Rondán añadió:

“En cuanto a la chicha, eso dependía de cada promesante. Podían preparar chicha de jora o chicha morada, según su voluntad. La comida también era responsabilidad de los promesantes. Se establecía un horario: quién daba el desayuno, quién el almuerzo… podían ser dos o tres personas.
Como decía mi papá, los Negritos iban de caserío en caserío a visitar a los promesantes. Estos eran de Chiriac, Chuyán, Yanamito, Ticapampa. No importaba que fuera lejos, si el caporal daba la orden, el rucu la cumplía, e iban casa por casa.
Si alguna persona ofrecía un regalo, los Negritos iban con sus capitanes o mayordomos, hacían su presentación y sus juegos, y con entusiasmo les daban su comidita, su gaseosita. Hoy en día casi no hay eso, y se está perdiendo la costumbre. Eso nos desilusiona un poco”.

Continuó relatando:

“Antes, junto con la tesorera, el ‘rucu’ y el caporal, tenían que ir a la Subprefectura para solicitar el pase que permitía dejar libre la calle. Si un carro quería pasar por encima del grupo, le daban su chicotazo. Si un borrachito quería faltar el respeto a un integrante, ellos ya contaban con el permiso para actuar.
El encuentro en la gruta de los dos barrios era tradicional. Ahora se ha sumado el Barrio Centro, así que son tres grupos. Los Negritos de Ayacayana, lamentablemente, ya desaparecieron”.

Y concluyó:

“Eso es lo que puedo comentar, para el reconocimiento de los grupos que aún hoy representan con orgullo a nuestra provincia”.


Continuación del testimonio de Edmundo Rondán Esquivel y Prudencia Rondán René

El señor Edmundo Rondán también declaró lo siguiente:

“Yo era bailarín, pero después pasé a ser ‘rucu’. Y cuando Julián Cueva dejó de liderar a los Negritos de Barrio Abajo, ¿quién se hizo cargo? Siguió Mariano Gonzales Esquivel, luego Eladio Mejía de Chiriac, después Alfonso Camones, Cirilo René Mercedes… y así, conforme avanzaban en edad, se iban reemplazando. Seguimos formando nuevos 'rucus'”.

Para finalizar la entrevista, su hija Prudencia Rondán René manifestó:

“Me siento muy orgullosa de que mi papá esté dejando esta tradición a sus retoños, que en su mayoría son su propia familia: hijos, nietos y bisnietos que participan en el baile tradicional de los Negritos. Son mis hijos, los hijos de mis hermanos y mis sobrinos, y de eso nos sentimos profundamente orgullosos.
Desde el inicio hemos participado en Barrio Abajo. Mi papá no es de Barrio Arriba ni de Barrio Centro, sino de Barrio Abajo. De ahí es y ahí se va a quedar. Ahí se fundó y ahí va a terminar. Toda mi familia sigue la tradición. Cuando algo le pase a mi papá, ya hay quien lo va a reemplazar como ‘rucu’”.

Consultados sobre si deseaban agregar algo más, el señor Edmundo Rondán concluyó:

“Pedimos el apoyo a los empresarios. Gracias a Dios, nos están apoyando, y este año vamos a oficiar a todas esas personas que nos están brindando su ayuda. Hasta que el Divino me diga ‘hasta aquí’, seguiré, y después dejaré a los futuros bailarines de nuestra provincia de Recuay”.

Por su parte, la señora Prudencia también compartió un testimonio personal:

“Yo he sido una de las danzantes de los Negritos de Barrio Abajo, pero no vestida de dama, sino vestida de varón. Bailé durante cinco años; solo me faltaron dos para completar el ciclo, pero me enfermé y no pude continuar.
Llegué a tener pareja, y ahora mis hijos están acompañando al Señor. Tengo fe y soy devota del Señor; Él está con nosotros.
Hubo participantes que fueron nombradas para bailar como damas, pero el Señor no lo permitió. Un año fueron a presentarse a un concurso, y un huachano se llevó a la bailarina, se perdió. El año siguiente otra bailarina se inscribió, pero al año siguiente ya no participó, porque se comprometió también.
El Señor no permite que bailen mujeres vestidas de dama, como en otros grupos. Mujer que se comprometía a bailar por Él, mujer que se casaba”.

¡Hasta pronto!

Enlace a la entrevista completa en la página institucional de Facebook "Recuainos":
Entrevista a Edmundo Rondán Esquivel

JESÚS RURUSH TOLENTINO (Recuay, 23 de diciembre de 1990)

Presidente de la Asociación Cultural Negritos de Barrio Abajo, danzante y profesional en Ingeniería de Minas, egresado de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (Huaraz) y con estudios de maestría en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima), fue entrevistado el 5 de enero de 2024 por el psicólogo e investigador social Alfredo Chávez Olivera, a través de videollamada por la plataforma Zoom.

Sobre la participación juvenil y el origen de la danza

Ante la pregunta sobre la participación de los jóvenes en la danza de los “Negritos de Recuay” y si conocía algo más sobre sus orígenes, respondió:

“Actualmente soy el presidente del grupo ‘Negritos de Barrio Abajo’, de la zona de Burgos. Desde muy joven, desde niño, tuve el deseo de participar, pero por diversos motivos no lo logré en ese momento. Fue recién en el año 2017 que comencé a bailar como integrante, y agradezco a los padres y a todos los miembros del grupo por haberme brindado esa oportunidad.
Desde el año pasado (2022), fui elegido presidente del grupo. A pesar de ser profesional y tener 33 años, sigo participando con mucho compromiso. En nuestro grupo tenemos integrantes desde los 5 años hasta personas mayores de 70 años, como el señor Edmundo.
Así es como representamos el baile costumbrista de nuestra tierra. Empezamos nuestra participación el 12 de septiembre en el cruce de Recuay con Aija, en la zona referencial de Ayacayana, y continuamos los días 13, 14 y 15, hasta donde sea posible.
Además, compartimos nuestras costumbres y nuestra fe con los grupos de Negritos de Barrio Centro y Barrio Arriba”.

Fortalecimiento de la identidad local

Consultado sobre el fortalecimiento de la identidad en el distrito de Recuay, Jesús Rurush manifestó:

“Son muchos los aspectos que uno vive como persona, y que también influyen en cómo se forma como profesional. Por razones laborales, me encuentro actualmente en Recuay, y me siento muy agradecido con cada uno de los integrantes por haberme dado la oportunidad de participar.
Desde niño sentí el deseo de bailar con los Negritos, y cuando finalmente tuve la oportunidad en 2017, fue una alegría inmensa. Para mí, el baile es un acto de compartir, más allá de la edad, de la personalidad, la situación económica, o la profesión. Es una forma de unión que forja identidad.
En nuestro grupo hay niños desde los 5 años, hasta personas de 70. Niños que apenas están conociendo el mundo, y adultos mayores como el señor Edmundo, con gran experiencia. En los ensayos compartimos alegría, entusiasmo y tradición.
Nosotros, los mayores, dejamos un legado para los niños y jóvenes que se integran al grupo. Hubo un tiempo en que la participación disminuyó, pero con fe y compromiso hemos revitalizado la danza de los Negritos del Barrio Abajo.
Personalmente, lo siento como un regalo, y así lo recibo. Me gusta, y siento que he sido bendecido por el Señor de Burgos. Siempre lo recalco y lo compartiré con quienes me conocen. He sentido esa fe, esa devoción, y ese sentido de pertenencia que fortalece nuestra identidad.
Muchos salimos de nuestra ciudad por distintas razones, pero nunca debemos dejar de lado nuestra identidad. Siempre hay tiempo para volver y compartir con nuestro pueblo.
Los padres hacen lo imposible para cumplir con los días de festividad, y a ellos también les agradezco. Estoy por cumplir siete años en esta tradición, y seguiré formando parte de los Negritos, ya sea como líder, presidente o bailarín. Eso es lo que me entusiasma”.

JESÚS RURUSH TOLENTINO (Recuay, 23 de diciembre de 1990)

Presidente de la Asociación Cultural Negritos de Barrio Abajo, danzante y profesional en Ingeniería de Minas, egresado de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (Huaraz) y con estudios de maestría en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima), fue entrevistado el 5 de enero de 2024 por el psicólogo e investigador social Alfredo Chávez Olivera, a través de videollamada por la plataforma Zoom.

Sobre la participación juvenil y el origen de la danza

Ante la pregunta sobre la participación de los jóvenes en la danza de los “Negritos de Recuay” y si conocía algo más sobre sus orígenes, respondió:

“Actualmente soy el presidente del grupo ‘Negritos de Barrio Abajo’, de la zona de Burgos. Desde muy joven, desde niño, tuve el deseo de participar, pero por diversos motivos no lo logré en ese momento. Fue recién en el año 2017 que comencé a bailar como integrante, y agradezco a los padres y a todos los miembros del grupo por haberme brindado esa oportunidad.
Desde el año pasado (2022), fui elegido presidente del grupo. A pesar de ser profesional y tener 33 años, sigo participando con mucho compromiso. En nuestro grupo tenemos integrantes desde los 5 años hasta personas mayores de 70 años, como el señor Edmundo.
Así es como representamos el baile costumbrista de nuestra tierra. Empezamos nuestra participación el 12 de septiembre en el cruce de Recuay con Aija, en la zona referencial de Ayacayana, y continuamos los días 13, 14 y 15, hasta donde sea posible.
Además, compartimos nuestras costumbres y nuestra fe con los grupos de Negritos de Barrio Centro y Barrio Arriba”.

Fortalecimiento de la identidad local

Consultado sobre el fortalecimiento de la identidad en el distrito de Recuay, Jesús Rurush manifestó:

“Son muchos los aspectos que uno vive como persona, y que también influyen en cómo se forma como profesional. Por razones laborales, me encuentro actualmente en Recuay, y me siento muy agradecido con cada uno de los integrantes por haberme dado la oportunidad de participar.
Desde niño sentí el deseo de bailar con los Negritos, y cuando finalmente tuve la oportunidad en 2017, fue una alegría inmensa. Para mí, el baile es un acto de compartir, más allá de la edad, de la personalidad, la situación económica, o la profesión. Es una forma de unión que forja identidad.
En nuestro grupo hay niños desde los 5 años, hasta personas de 70. Niños que apenas están conociendo el mundo, y adultos mayores como el señor Edmundo, con gran experiencia. En los ensayos compartimos alegría, entusiasmo y tradición.
Nosotros, los mayores, dejamos un legado para los niños y jóvenes que se integran al grupo. Hubo un tiempo en que la participación disminuyó, pero con fe y compromiso hemos revitalizado la danza de los Negritos del Barrio Abajo.
Personalmente, lo siento como un regalo, y así lo recibo. Me gusta, y siento que he sido bendecido por el Señor de Burgos. Siempre lo recalco y lo compartiré con quienes me conocen. He sentido esa fe, esa devoción, y ese sentido de pertenencia que fortalece nuestra identidad.
Muchos salimos de nuestra ciudad por distintas razones, pero nunca debemos dejar de lado nuestra identidad. Siempre hay tiempo para volver y compartir con nuestro pueblo.
Los padres hacen lo imposible para cumplir con los días de festividad, y a ellos también les agradezco. Estoy por cumplir siete años en esta tradición, y seguiré formando parte de los Negritos, ya sea como líder, presidente o bailarín. Eso es lo que me entusiasma”.


Sobre el sostenimiento del grupo

A la tercera pregunta, relacionada con el sostenimiento económico del grupo “Negritos de Barrio Abajo”, Jesús Rurush explicó:

“Respondiendo a tu pregunta, cada año nos preparamos con anticipación. Contamos con una lista de personas que nos apoyan, y recibimos ayuda por la buena voluntad tanto de personas como de algunas empresas que colaboran para que podamos participar.
Se realiza un acumulado que cubre los gastos de la orquesta, la comida, los trajes y otros detalles. Organizamos eventos de recaudación donde participan personas que nos conocen y que valoran la tradición.
El esfuerzo lo hacemos todos: padres de familia de los niños desde los 5 años, jóvenes y adultos. Todos tratamos de generar un fondo para seguir adelante con el baile, motivados por la fe que tenemos en el Señor de Burgos, quien nos bendice.
Cuando llega el momento, ya tenemos lo necesario para cubrir los gastos. Aprovecho para invitar a todos los recuainos que se encuentran en diferentes partes del mundo a que brinden su apoyo.
Si somos más, podemos seguir creciendo. Esto nos permitiría expandir la participación, no solo en las fechas tradicionales, sino también en otros compromisos y eventos culturales.
Tengo conocimiento de que anteriormente los Negritos participaban en distintos centros poblados. Creo que sería factible recuperar esa tradición, siempre con la fe y la bendición del Señor de Burgos”.


Sobre la participación de la mujer en el baile

A la cuarta pregunta, sobre la inclusión femenina en la danza, el presidente de la Asociación Cultural Negritos de Barrio Abajo respondió:

“Las puertas no se le cierran a nadie. Todo puede conversarse. De hecho, ha habido personas que participaron anteriormente y hasta el día de hoy siguen formando parte del grupo.
En alguna reunión podríamos proponer la factibilidad de la participación femenina. En lo personal, he conversado con algunos integrantes sobre este tema. Si se llegara a considerar viable, siempre sería manteniendo el respeto a nuestra tradición costumbrista.
En ese caso, se debería respetar el acompañamiento de la orquesta, los pasos específicos, el canto tradicional… pero sin alterar lo que no forma parte de nuestra costumbre.
Yo considero que la tradición debe mantenerse, aunque la participación de la mujer es un tema que puede tratarse en asamblea. Si se llega a un consenso, debe hacerse siempre desde el respeto a la esencia de nuestro baile.
Repito: a nadie se le cierran las puertas, solo pedimos que se preserve la costumbre que nos representa”.

“Quiero agradecer por la oportunidad de ser entrevistado y de poder impulsar este movimiento de recopilación sobre lo que representa el baile de los Negritos a nivel nacional. Es importante reconocer el esfuerzo que están realizando varios recuainos para lograr este reconocimiento, de modo que Recuay no sea conocido solo por su ubicación geográfica, sino también por su riqueza cultural.

Pido a las autoridades locales, regionales, a la empresa privada y a cada recuaino —ya sea nacido en Recuay o hijo de recuainos— que apoyen en la tarea de preservar nuestra identidad y el baile de los Negritos. Me gustaría que todos aquellos que tienen raíces en Recuay, y que en algún momento puedan regresar, participen y se involucren con nuestra identidad cultural.

De parte de los Negritos del Barrio de Abajo, las puertas están abiertas para quienes deseen sumarse, ya sea como bailarines o como colaboradores. Pueden encontrarnos en redes sociales o en nuestro Facebook oficial, donde compartimos información que ayuda a fortalecer y enaltecer la identidad recuaina.

Finalmente, les agradezco y los invito a seguir en comunicación”.

— Concluyó así la entrevista.

📎 Enlace a la entrevista en la página de Facebook institucional Recuainos (Jesús Rurush Tolentino):

TESTIMONIOS SOBRE EL ORIGEN DE LOS “NEGRITOS DE RECUAY” SEGÚN LOS CIUDADANOS

FORTUNATO SÁNCHEZ RAMÍREZ

(Tuctu – Recuay, 11 de junio de 1937)

El ciudadano Fortunato Sánchez, de 86 años de edad, fue entrevistado por vía telefónica por el psicólogo e investigador social Alfredo Chávez Olivera, el 3 de enero de 2024.

Durante la entrevista, relató lo siguiente:

“Yo nací en el centro poblado de Tuctu en 1937, un lugar ubicado aproximadamente a dos kilómetros de Recuay. Cuando tenía 4 o 5 años —alrededor de 1942— vivía en casa de mi abuela, Cena Ramírez Huerta, cerca de la casa de la familia Sáenz.

Desde el 12 al 15 de agosto, en la fiesta de San Cayetano (santo patrón del pueblo), los 'Negritos' ensayaban en la parte norte de Tuctu, casi al final del pueblo, una zona que muchos años después fue arrasada por el río Santa. Desde ahí partían hacia la iglesia. A este acto lo llamaban ‘el rompe’.

El grupo de los Negritos estaba formado por los hermanos Aguilar, los hermanos Garay, los hermanos Torre y los hermanos Tafur. En total eran unas 15 personas, todos de Tuctu, acompañados por el conjunto musical Pacllón de Marca.

La presentación de los Negritos de Tuctu era de lujo. Es lo que más recuerdo: buenos ternos, buenos sombreros, planchas de plata de 9 décimos cosidas a las mantas sobre la espalda. Cada uno llevaba dos ‘huehuas’ (comadrejas disecadas) sobre los hombros.

El ‘viejo’ del grupo era el señor Crispín Aguilar. Era muy chistoso y gracioso para bailar y cantar, hacía reír a la gente. Era como un payaso.

Luego viví en Pueblo Viejo hasta los 13 años. En 1950 me trasladé a Lima y ya no pude seguir presenciando las fiestas. Antes de la pandemia, pude ver nuevamente a los Negritos de Tuctu. Me pareció que el grupo estaba conformado por gente de Tuctu y caseríos cercanos, pero ya no era como antes”.

Para dar conformidad a mi versión, dejo mi número de celular: 975500515.


NILDA RENÉ ALBORNOZ

(Recuay, 56 años de edad)

La ciudadana Nilda René Albornoz comentó en una publicación del 5 de enero de 2024 en la página de Facebook Recuainos, sobre la entrevista a Edmundo Rondán Esquivel, integrante legendario de los Negritos del Barrio Abajo:

“Qué orgullo conocer la historia de los Negritos de Barrio Abajo. Yo puedo acotar algo que recuerdo con mucho cariño:

Julián Cueva en esos años era el caporal mayor. Luego seguía don Paulino Salazar como segundo caporal, y como tercer caporal, mi padre Cirilo René. Participaban también miembros de la familia Valdez —eran tres hermanos—, la familia Camones, y mis tíos.

Es una historia larga, que voy recordando poco a poco. Con el tiempo, distintos miembros de la comunidad iban asumiendo el rol de caporal. Mi padre también lo fue un tiempo. Bailó durante 37 años como Negrito, fiel al Señor de Burgos. Después, la posta la tomó mi tío Edmundo Rondán, el entrevistado.

Hoy me siento muy orgullosa de mi familia, que sigue participando en la danza. Mi tío tiene hijos, nietos y bisnietos que continúan con esta tradición.

Orgullo recuaino. Me emociona mucho contar esto. ¡Bendiciones!”


CLEMENTE GREGORIO ALVARADO VALDEZ

(Recuay, 23 de noviembre de 1953)

El ciudadano Clemente Alvarado, de 71 años, también compartió un comentario en el post del 5 de enero de 2024, en la página Recuainos, sobre la misma entrevista a Edmundo Rondán Esquivel:

“El señor Julián Cueva trabajó en la empresa minera The Anglo French Ticapampa, en la unidad minera de Collaracra. Fue tío de Leonardo Rondán Cueva.

Además de ser trabajador minero, el señor Julián tenía una manada de ganado lanar y vacuno cerca de la mina. Tenía casa en Chiriác —posiblemente de su esposa, que era de ese lugar— y también casa en Recuay, en el jirón Soledad del Barrio Abajo.

El señor Leonardo Rondán debe recordar si su tío organizó o fundó la danza de los Negritos, o si simplemente continuó con el legado de los más antiguos.

Julián Cueva fue cabecilla, comandante o rucu (Chiwa Barba). Era un hombre talentoso y enérgico.

Tuve la oportunidad de verlo danzar en la década de 1960, con mucha elegancia y un estilo propio, creado por los talentosos recuainos”.

NEGRITOS DE RECUAY 

APUNTES, REFLEXIONES Y TESTIMONIO PARA EL PROCESO DE RECONOCIMIENTO COMO PATRIMONIO CULTURAL DE LA NACIÓN.

Autor: Manuel Aurelio Espinoza Robles

(Facebook Messenger, el 19 de enero de 2024) 

Manuel Aurelio Espinoza Robles, nacido en Recuay el 16 de mayo de 1955, es comunicador social egresado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El 19 de enero de 2024, desde Japón —país en el que reside desde hace 31 años— compartió un artículo a través de la aplicación de mensajería Facebook Messenger. Su objetivo fue contribuir al debate y enriquecer el proceso de reconocimiento de la danza de los “Negritos de Recuay” como Patrimonio Cultural de la Nación.

1.-La cofradía Negritos de Recuay representa la huella del paso por Los Andes del negro africano. Paso de una antigüedad de más de 500 años que, aunque fugaz dejó un rastro profundo en lo que algunos llaman el inconsciente colectivo del habitante andino, hecho que por cierto no es exclusivo de nuestra región, sino que está presente en numerosos pueblos de nuestra patria.

a) El paso por estos lares del negro africano se inicia muy temprano en los tiempos de la conquista. Como está en la actualidad ampliamente documentado, los conquistadores españoles llegaron acompañados por negros esclavos africanos a su servicio. Es de suponer que Francisco Pizarro, que tenía autorización plena para poseer 50 esclavos y que contrajo nupcias con la hija del Cacique de Huaylas a quien llamaría Inés, pasó por estos lares acompañado de los esclavos que poseía.

b) Como también está ampliamente documentado, todas las órdenes religiosas poseían negros esclavos a su servicio por lo que también es de suponer que cuando los extirpadores de idolatrías llegaron al señorío de Choquerecuay en el siglo XVII lo hicieron acompañados de sus sirvientes indios y negros esclavos.

c) Es de conocimiento general que los negros esclavos fueron destinados en tiempos de la colonia a trabajar en plantaciones de caña de azúcar y en las minas de plata y oro donde serían exterminados. Sin embargo, si bien esto sucedió en minas como Potosí en Bolivia o en Huancavelica, no hay registros de actividad minera en Recuay en tiempos de la Colonia. La explotación de minas como Tuco, Hércules, Huancapetí o Collaracra cercanos a Recuay, datan de fines del siglo XIX. En cambio, sí está plenamente documentado la presencia de negros esclavos en plantaciones antiguas de caña de azúcar en Huánuco y probablemente en haciendas cercanas como Paramonga. Además de explotación minera antes de la erradicación de la esclavitud en el distrito de Huallanca provincia de Bolognesi. 


d) Otro gran momento del paso de afrodescendientes por Recuay es la de Simón Bolívar y la Expedición Libertadora del Norte que poseía numerosos contingentes de esclavos libertos de la Gran Colombia.

2. ¿Cuándo fue creada la Cofradía Negritos de Recuay?, ¿desde cuándo existen registros en las fiestas patronales del distrito y sus alrededores? Como lo han señalado no existen actas fundacionales o documentos que indiquen fechas precisas. Un documento antiguo que hace referencia más o menos detallada de los Negritos de Recuay es el artículo aparecido en 1949 en el No. 1 de la Revista del Centro Recuay escrito por don Armando Heredia Gonzales en el que bajo el título de Remembranzas hace una referencia explícita y directa a la comparsa Los Negritos, como recuerdos de infancia situados el año 1930. Don Armando Heredia, uno de los fundadores de la provincia, indica que había dejado Recuay hacia 18 años. Él nació el año 1921 por lo que cabe decir que sus recuerdos de infancia deben referirse cuando menos a los fines de la década del 20 del siglo pasado, tiempo en el que debe fijarse en base a este testimonio escrito la fecha probable de la fundación de la Cofradía Negritos de Recuay. En este sentido cuando se hable de entrevistas a fundadores aún vivos debe tenerse en cuenta que estos tendrían que sobrepasar los 100 años de vida.

Otro hito que pueda dar cuenta de la fecha fundacional de los Negritos de Recuay está asociado al auge de la celebración de la fiesta del Sr de la Misericordia de Burgos o Sr. de Burgos como quiera llamársele y al decaimiento de las festividades del Santo Patrón de la ciudad San Ildefonso.  Cómo es sabido según testimonios de nuestros mayores a comienzos del siglo pasado la fiesta de mayor relevancia tenía lugar en el mes de enero y se celebraba con corrida de toros en la plaza de armas de la ciudad. Con seguridad esto ocurrió hasta la primera década del siglo pasado. El decaimiento de esta fiesta patronal está asociado directamente a la puesta en la Plaza de la Pileta ornamental donada por franceses según se indica el año 1917, por un lado y a la crisis de la economía terrateniente y campesina en el distrito y en contraparte al auge de la economía minera en el distrito. El que San Ildefonso fuese un santo ligado a la economía de antiguos terratenientes venidos a menos y los campesinos de las llamadas estancias lo constituye lo ocurrido en años posteriores en la ciudad de Lima cuándo los migrantes más citadinos dieran lugar al Centro Recuay primero, y a la Asociación de Estudiantes, luego, mientras que los migrantes provenientes directamente del campo se organizarán en el Club San Ildefonso de Recuay. Para los nacidos en la propia ciudad en la década del 50 con seguridad, y para los nacidos en las décadas del 30 y 40, probablemente, las celebraciones del santo patrón San Ildefonso en enero eran totalmente irrelevantes. En los hechos el Sr. de Burgos se convirtió en el nuevo Patrón de la Ciudad y la Cofradía de los Negritos está directa y plenamente ligada a la fe de los cofrades en la imagen de este Cristo crucificado. Que se indique que la Cofradía se inició en el anexo de Ayacayana es una verdadera novedad que tendría que ser documentada con escritos anteriores a 1930 o testimonios de recuainos centenarios.

Los ejes comerciales antes de la construcción de la carretera Pativilca- Callejón de Huaylas : es un hecho poco estudiado y menos recordado que antes de la construcción de la actual carretera que une el Callejón de Huaylas hubieron dos ejes comerciales que podrían ser importantes para precisar la fecha fundacional de los Negritos de Recuay. La primera la que llevaba y traía productos diversos a lomo de bestia hacia la costa de Lima: Barranca, Pativilca, Supe y que tenía su paso obligado por la antigua hacienda azucarera Paramonga. Numerosos recuainos que se dedicaban a estos negocios se asentaron en esos lugares con fuerte presencia de afrodescendientes y volvían de manera recurrente a Recuay. La otra aún menos estudiado es el circuito hacia el departamento de Huánuco, ruta que se hacía por la provincia de Bolognesi, específicamente por el distrito de Huallanca. El padre del mencionado Armando Heredia, don Aurelio Heredia Montes natural de Huaraz, mi bisabuelo, se dedicaba a a esta actividad y fue en estas correrías que conocería y trabaría amistad con el legendario Luis Pardo y también perecería en algún lugar de la provincia de Bolognesi. Otro testimonio memorable es el de don Pablo Espinoza Vivar cuyo uno de sus temas recurrentes era el comercio con Huallanca y Huánuco.  De modo que no sería nada casual la existencia de Cofradías de Negritos tanto en las ciudades de Huánuco, Huallanca y Recuay. Cabe indicar además que la fiesta en Huallanca empieza con Rompe calle de los Negritos de similar forma que en Recuay.


3. Auge, decaimiento y renacimiento de la Cofradía. Las décadas 50 y 60 del siglo pasado fueron el periodo de mayor brillo de la Cofradía. Numerosos, bien ataviados con coronas, guirnaldas, bandas y el enjalme de comadreja tachonado de monedas de plata de nueve décimos daban cuenta de la posición de recursos, organización y liderazgo. Sus integrantes eran en su mayoría trabajadores de las minas cercanas, artesanos o obreros migrantes en Lima o en algún otro lugar de la costa. En tanto cofradía era hereditaria de manera quien quiera ahondar en esta historia tendría que indagar entre los descendientes o conocidos de don Julián Cueva y sus hijos Eusebio y Leonardo, y también del Rucu, el caporal de caporales don Mariano probablemente Andrade o Romero, quien poseía el chicote más largo, con la máscara con blanca y pronunciada barba y quepi de militar, pero que no venía todos los años pues vivía en algún lugar de la costa. Cuando venía a la fiesta, don Julián le cedía su puesto de jefe y los Negritos adquirían otra dimensión. Este periodo de auge de la cofradía corresponde al periodo de intensa vida comercial y cultural de Recuay al ser el centro repartidor de caminos hacia Lima, el resto del Callejón de Huaylas, y hacia las provincias de Huari y Aija. Además del aporte de migrantes recuainos exitosos en Lima y el resto de la costa y sin duda al papel jugado por la prosperidad relativa de la economía minera en toda la provincia. 

La última vez que asistí a la fiesta de setiembre antes de dejar la patria fue el año 1986. Los Negritos de Burgos taxativamente daban pena. Diezmados en número, mal ataviados, ebrios parecían la imagen viva del fin de una época. Para algunos se habían convertido en unos simples “borrachitos que malograban la fiesta”. Reflejo de años muy difíciles para todo el país, de los efectos profundos y duraderos del terremoto de 1970, del decaimiento de la economía minera, del fracaso de sucesivos gobiernos por enrumbar  la economía y qué duda cabe del conflicto armado interno que desangraba la nación.

Sin embargo, en el presente siglo lejos de desaparecer Los Negritos han cobrado nuevos bríos y hoy coexisten tres cofradías, la de arriba, del centro y de barrio abajo. Tal vez una de las señales de este renacimiento se dio en Lima cuando unas jovencitas se vistieron de Negritos y participaron en las celebraciones del Sr. de Burgos del Centro Recuay en la capital. Ignoro si era apenas una repetición de lo que ya sucedía en el propio Recuay cuando las nuevas generaciones tomaron la posta, incluyendo algo nunca antes visto: la participación de mujeres en la cofradía.

4. Arpa y violín, melodía invariable y nueva instrumentación. Como lo señala el testimonio escrito en la revista Recuay del año 1949, los Negritos danzaban al compás del arpa y el violín. En mi memoria de los primeros años de la década del 60 no había otros instrumentos para acompañar a los Negritos. Solo arpa y violín, cuyos sonidos quedaban tintineando en nuestros oídos al terminar la fiesta. Ignoro la fecha exacta del cambio de instrumentación, incluyéndose el saxo y la trompeta y ese cierto aire de música huanca, aunque manteniendo la melodía original. Este cambio corresponde a la evolución musical en el conjunto del país. A un proceso de mutua influencia de los aires musicales entre las diversas regiones del país. Como se sabe en la década del 50 y la primera mitad de los 60 los huaynos ancashino y cuzqueño tenían preminencia en todo el país. A partir de la primera mitad de los 60s los huaynos y mulizas huancas cobraron fuerza y a partir de los 70s la música ayacuchana. En los años siguientes aparecen grupos como la Estudiantina Peru y más tarde Tradiciones del Perú que fusionan el huaino de varias regiones o se hacen expertos junto a intérpretes masculinos y femeninos en entonar con igual destreza los aires musicales de cualquier región del país, asunto que era casi imposible antes. Este proceso lejos de corromper ha enriquecido, llenado de nuevos aires y matices a viejas canciones o aires musicales. En este sentido la nueva instrumentación y los nuevos vientos incluidos en el acompañamiento de la Cofradía la han dado mayor fuerza y brillo y corresponden a los avances en un proceso de integración nacional.

5. Los Negritos no es solo una danza. El accionar de la Cofradía de los Negritos en la fiesta de setiembre comprende a mi modo de ver, por lo menos a lo siguiente: primero, el “Rompe Calle” del día 12 en la tarde y su paseo por toda la ciudad anunciando el inicio de la fiesta. En la remembranza de los negros esclavos no son ellos los que reciben latigazos como castigo clásico sino por el contrario son los que lo reparten a su antojo. Segundo, su participación en las actividades religiosas acompañando a la procesión del Sr. de Burgos y en particular la ceremonia de adoración del Cristo Crucificado el 13 en la noche, en el que se podía constatar la profunda devoción de los Negritos que despojados de sus máscaras entonaban sus cánticos con voz ronca y cancina. Y tercero los juegos semiacrobáticos que tenían lugar en la plaza de Burgos o cualquier otro lugar donde los perdedores eran literalmente flagelados. Supongo que había otras actividades ceremoniales propias de las cofradías pero que al ser cerradas eran desconocidas por el común de las gentes.

6. Es mérito en primer lugar y sin lugar a dudas de los residentes en Recuay en particular de los jóvenes el que se haya mantenido e incluso mejorado la Cofradía de los Negritos. Señal de cambios y mejoras en la tierra, de sus habitantes y del aporte de quienes a pesar suyo migraron a diversas partes del Perú y al extranjero.

Agradeciéndoles el haber leído todo o parte del texto un abrazo a todos Manuel Espinoza, desde el Japón, con el aporte testimonial de Nicolás Espinoza.

Referencias Bibliográficas:

*Revista Recuay No. 1 año 1949 pág. 21

*Historia de la esclavitud africana en el Perú desde la Conquista hasta su abolición por Maribel Arrelucea en revistas investigacion.unmsm.edu.pe

*Festividad de los Negritos de Huánuco: una celebración en el honor al niño Jesús con orígenes en la esclavitud. INFOBAE.

*Los Negritos de Huallanca y una lección de Cultura para los huanuqueños por Alex León Huerta, en perudesconocido.pe  

Propuesta de Hipótesis y Fundamentación para el Reconocimiento de la Danza “Negritos de Recuay” como Patrimonio Cultural de la Nación

A partir de los datos recopilados en la presente investigación bibliográfica y testimonial, se plantean dos hipótesis preliminares. Estas no buscan establecer una certeza definitiva, sino más bien funcionar como propuestas provisionales que requieren ser contrastadas y validadas por otras fuentes, a fin de verificar su validez histórica y cultural.

Hipótesis 1 (H1):

La danza de los “Negritos de Recuay” probablemente se originó entre las décadas de 1920 y 1930, en una forma muy similar a la que actualmente se conserva y se practica en la localidad.

Hipótesis 2 (H2):

La danza de los “Negritos de Recuay” probablemente tuvo su origen en el centro poblado de Ayacayana, desde donde se habría trasladado al caserío de Tuctu, para luego consolidarse en el distrito de Recuay.


Fundamentación:

Por los argumentos expuestos y con base en los testimonios recogidos, se considera necesario y urgente declarar como Patrimonio Cultural de la Nación a la danza tradicional “Negritos de Recuay”, del distrito de Recuay, provincia de Recuay, departamento de Áncash.

Esta manifestación constituye una expresión artística y simbólica de profundo valor cultural, albergando elementos que conforman la identidad local y regional. Su práctica recrea sucesos históricos y sociales significativos de la provincia, y representa una síntesis de las influencias andinas y europeas, evidenciando así la riqueza de nuestro mestizaje cultural.

Reconocer esta danza como patrimonio permitirá no solo su protección, sino también su difusión, valoración y transmisión a las futuras generaciones, fortaleciendo el legado histórico y cultural del Perú.


Muy atentamente,
Autor:
Bach. Alfredo Chávez Olivera
(Investigador y recopilador bibliográfico)

BLIBLIOGRAFIA ELECTRONICA:

* LAS ENCOMIENDAS Y EL PODER LOCAL EN HUAYLAS: LAS GUARANGAS EN LA CONSTRUCCIÓN DEL SISTEMA COLONIAL Zuloaga Rada, Marina, Diálogo Andino - Revista de Historia, Geografía y Cultura Andina, núm. 37, agosto, 2011, pp. 67-86 Universidad de Tarapacá Arica, Chile. https://www.redalyc.org/pdf/3713/371336247006.pdf

*“ACCIÓN COLECTIVA Y CONFLICTO DE INTERESES. EL CASO DE LA COMUNIDAD CAMPESINA DE CATAC (RECUAY – ANCASH)” Tesis para optar el título de Doctor en Antropología presentado por: Serafín Osorio Bautista. Pontificia Universidad Católica del Perú. (pág. 90)   https://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/bitstream/handle/20.500.12404/5048/OSORIO_BAUTISTA_SERAFIN_ACCION.pdf?sequence=1 

*ETNIA GUAYLLA (AHORA HUAYLAS), Waldemar Espinoza Soriano Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Investigaciones 30/2013. Vol. 17 Nº 30 pp 179 – 190 – UNMSM –IIHS Lima Perú.  https://revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/sociales/article/view/7882/6860

*NEGROS EN PERÚ: HISTORIA DE UNA PRESENCIA CONSTANTE DESDE 1527, texto José Luis Cortés López
ilustraciones y fotografías Getty Images, Publicado por marzo 23 – 2017. https://mundonegro.es/negros-en-peru-historia-de-una-presencia-constante-desde-1527/

*DES-AFRICANIZACIÓN EN LAS NEGRERÍAS DEL VALLE DEL MANTARO – PERÚ, Jorge Luis Yangali Vargas, Universidad Nacional del Centro del Perú, Revista Chakiñan de Ciencias Sociales y Humanidades, núm. 14, pp. 112-129, 2021, Universidad Nacional de Chimborazo https://www.redalyc.org/journal/5717/571768450008/html/

*DANZAS DEL PERU: ANCASH - Danza Negritos de Recuay (audio y reseña), Profesor: DELMER OTTO MURILLO IPARRAGUIRRE https://resenasdanzasperu.blogspot.com/2011/08/resena-danza-negritos-de-recuay-ancash.html

*NEGRITOS DE RECUAY, Por Danzas del Perú / 6 noviembre, 2017 https://danzasdelperu.club/danzas-de-ancash/negritos-de-recuay/

*LOS NEGRITOS DE RECUAY, Turismo Peruano https://www.turismoperuano.com/los-negritos-de-recuay-ancash

 

OTRAS INVESTIGACIONES SOBRE LA DANZA LOS NEGRITOS DE RECUAY

Danza de los “Negritos de Recuay”

Tesis para optar el título de Profesor de Educación Artística en la especialidad de Música
Escuela Superior de Formación Artística Pública de Áncash – ESFAP
Autor: Hernán Filomón Jara Sánchez ("Nancho")
Año: 1992


Datos del autor:

Hernán Filomón Jara Sánchez, nacido en Recuay el 21 de marzo de 1958, es profesor titulado en la especialidad de Educación Artística por la Escuela Superior de Formación Artística Pública de Áncash (ESFAP). Posee una trayectoria de más de 30 años en la carrera magisterial, desempeñándose principalmente en la Institución Educativa N.º 86567 “San Juan de Pararín”, en la provincia de Recuay, así como en otras instituciones educativas de la región.

En el año 1992, presentó una tesis para optar el título de Profesor de Educación Artística, con especialización en música, centrada en el estudio y valoración de la danza de los “Negritos de Recuay”. Este trabajo fue asesorado por el profesor Camilo Enrique Maldonado Romero (Q.E.P.D.), figura destacada de la docencia artística en la región.

El autor ha compartido gentilmente su tesis con la presente investigación, y de ella se han abstraído diversos extractos que contribuyen significativamente a la fundamentación de la propuesta para declarar a la danza de los “Negritos de Recuay” como Patrimonio Cultural de la Nación.

En dicha tesis, se destaca la importancia de esta manifestación cultural no solo como expresión artística y musical, sino como un elemento identitario colectivo, cuya vigencia en el tiempo demuestra el fuerte arraigo en las comunidades recuainas. Asimismo, se analizan aspectos como:

  • La estructura musical y coreográfica de la danza.

  • Los instrumentos tradicionales empleados en su ejecución.

  • El simbolismo del vestuario y los personajes (caporales, negritos, viejo, etc.).

  • Su vínculo con festividades religiosas, especialmente en honor al Señor de Burgos.

  • La evolución de la práctica dancística desde su posible origen rural hacia su consolidación urbana.

Este trabajo pionero constituye uno de los primeros estudios sistematizados sobre la danza de los Negritos en Recuay, aportando valor documental, pedagógico y cultural a la presente causa patrimonial.

Aportes relevantes de la tesis “Danza de los Negritos de Recuay” de Hernán Jara Sánchez (1992)

I. Origen y naturaleza mestiza de la danza

La tesis sostiene que la Danza de los Negritos de Recuay es una expresión artística mestiza, nacida del sincretismo cultural entre los elementos afrodescendientes, indígenas y europeos. Aunque es difícil precisar su origen exacto, se le atribuye un desarrollo progresivo desde el siglo XVIII, vinculada inicialmente a manifestaciones navideñas y religiosas.

“Sería aventurado precisar cuándo nació la danza de los Negritos. El hecho es que desde el siglo pasado el mestizo recuaino tomó creciente consistencia social y empezó a divertirse a su modo, resultando así la danza de los Negritos.” (p. 13)

Una leyenda local sitúa su origen en la figura de Don Pablo Icasa, un esclavo fugado que impulsó la comparsa como expresión de libertad y goce colectivo. Él sería la inspiración del personaje central de la danza: el “rucu”.


II. Características socioculturales y pedagógicas

La danza representa una forma de resistencia cultural y orgullo identitario, donde las clases sociales se igualan durante las festividades. Es una expresión artística colectiva, cargada de simbolismo, colorido, musicalidad, humor e ironía.

El Prof. Jara propone incluirla activamente en la enseñanza artística como herramienta para fortalecer la identidad regional, y plantea interrogantes pedagógicas aún vigentes:

  1. ¿Por qué existe desatención hacia esta danza en la educación artística?

  2. ¿Debe promoverse su difusión a través de cuentos escolares o contenidos cívico-patrióticos?

  3. ¿Qué impacto tendría su práctica en el desarrollo integral del educando?

“La danza de los Negritos es una manifestación estética que permite desarrollar la emotividad, el ritmo, la memoria y la identidad del estudiante en el área de arte.” (p. 10)


III. Estructura y ejecución coreográfica

La tesis detalla la organización de la danza, desde su preparación comunal hasta su ejecución técnica. Se estructura en:

  • Danza inicial: apertura con movimientos simbólicos y pausados

  • Cuerpo del baile: pasos coreografiados en pares, guiados por el rucu

  • Huayno final: parte más alegre y libre, con fuga rítmica

  • Figuras coreográficas: como “media vuelta”, “borrachitos”, “ese arquito”, entre otras

La música es ejecutada con instrumentos tradicionales, y el canto —improvisado, poético e irónico— acompaña muchas veces la danza.

“La danza recuaina es una mezcla emocional de alegría y nostalgia; tiene en su melodía el dolor del vencido y el goce del mestizaje.” (p. 33)


IV. Vestuario y personajes

Cada danzante lleva un vestuario cuidadosamente elaborado:

  • Sombrero negro con flores artificiales

  • Cintas multicolores

  • Comadrejas disecadas como símbolo protector

  • Traje negro con adornos metálicos

  • El “rucu”: personaje central, con máscara negra, barbas blancas y chicote

Este vestuario refuerza el carácter festivo y ceremonial de la danza, vinculado a la cosmovisión local y a la memoria de sus antepasados.


V. Contexto ritual y festividad

La danza es ejecutada exclusivamente durante la festividad del “Señor de la Misericordia” (septiembre), siendo parte fundamental del calendario festivo recuaino. Durante varios días y noches, las comparsas recorren calles y plazas al ritmo del arpa, el violín y la voz de los cantores.

“Cuando bailan parece una procesión de luces de bengala... por los espejos que llevan y las cintas que ondean en su sombrero.” (p. 45)


VI. Significado simbólico y cultural

La danza representa:

  • Resistencia afrodescendiente e integración mestiza

  • Celebración del ciclo agrícola y la fertilidad

  • Expresión de la emotividad popular: alegría, amor, ironía, nostalgia

  • Práctica estética que unifica al pueblo en comunidad

“Es un fenómeno contrario al social: en Recuay, los poderosos buscan integrarse a la cultura popular a través del baile de los Negritos.” (p. 22)


VII. Testimonio poético y lírico

La recopilación de coplas y canciones que acompaña la danza constituye un patrimonio oral de gran riqueza, muchas veces humorístico, picaresco o amoroso. Ejemplos:

“El limo maduro tiene mucho jugo / la mujer viuda es tiro seguro”
“Tú eres canela, yo soy el clavo / en donde te encuentro, ahí te clavo”
“Ya iremos, danzaremos al compás de los negritos / si alguien pone piedras, limpiaremos el camino”


VIII. Valor patrimonial

La tesis concluye que la Danza de los Negritos de Recuay debe ser reconocida como:

  • Símbolo de mestizaje cultural peruano

  • Elemento fundamental de la identidad ancashina

  • Manifestación artística viva, con vigencia social y proyección pedagógica


Bibliografía citada:

JARA SÁNCHEZ, Hernán. Danza de los Negritos de Recuay. Tesis para optar el título de Profesor de Educación Artística en la especialidad de Música. ESFAP – Áncash. Año 1992.

 

RESUMEN DE LA HISTORIA DE LOS NEGRITOS DE RECUAY

(de acuerdo a los apuntes privados “A mi Señor de Burgos – Aproximaciones históricas”)

Por:

- Jesús Wilder Henostroza Cruz.

- Kevin Diago Solis Miranda.

Durante la irrupción hispana en suelo nativo, se comenzó a adoctrinar a todos los nativos, con ello, el virreinato del Perú tomó como corregimiento o doctrina cada pueblo que se fundaba de acuerdo al calendario litúrgico romano.

La doctrina de Recuay se funda bajo el patronato de San Ildefonso de Toledo y la Virgen María bajo la advocación de la Purísima; como también la influencia de la Arquidiócesis de Sevilla, que tuvo influencia en el noroeste del virreinato del Perú, en consecuencia, una de sus costumbres que ha quedado establecido en nuestro entorno es la celebración de la Semana Santa, con procesiones religiosas de las diferentes imágenes religiosas, en las advocaciones propias del santo Triduo Pascual, y que sus fieles devotos y cofrades pertenecían al tambo de arriba (Actual Barrio Arriba) y el molino (Actual Barrio de Uchipampa).


En la primera expedición realizada por los hispanos traen esclavos negros, este primer grupo no resistieron al clima y muy pocos se adaptaron en las costas del sur, actuales pueblos del departamento de Ica y provincias del sur de Lima, de la ciudad de los reyes. En su necesidad de transportar y recorrer por todo el territorio entre las montañas enigmáticas del virreinato del Perú, la corona española se encargó de comprar esclavos negros de Angola, esclavos más resistentes a las llanuras, pues su altura sobre el nivel del mar es aproximadamente entre 2700 a 2900 m.s.n.m. quienes eran capturados por las expedicioncitas y comercializadores de esclavos de la corona francesa y lusitana.

Su llegada al virreinato del Perú era inminente, los esclavos negros provenientes de Angola, resistentes a mayor altura, con más fuerza, fueron utilizados para el transporte y recorrido de los diferentes lugares del suelo nativo. La petición de Toledo muestra la necesidad que se tenía de los africanos para llevar adelante la colonización. En una relación del virrey marqués de Montesclaros a su sucesor en diciembre de 1615 le decía entre otras cosas:

“La falta de producción que hay en estas provincias y de servicios era latente, y las indulgencias y privilegios que había recibido los nativos por la intervención de Bartolomé de las Casas, obliga a que, generalmente, todos los trabajos forzados sean todo de los esclavos negros; de la mezcolanza de estas razas con gente blanca han resultado mulatos”. En 1646 el Cabildo de Lima volvió a pedir a la Corona que se intensificara su llegada, porque cada año morían unos 2.000 negros, frente a la entrada media anual, unos 4000 mil negros, y las enfermedades que trajo consigo la “llamada peste negra”.

La metrópolis de Lima, la ciudad más importante de América del Sur por aquel entonces, tuvo la reproducción de la imagen considerada el vivo retrato del Redentor, devoción en honor al Señor de Burgos, venerada imagen que sale en procesión en viernes santo, esta preciosa obra conservada en el Convento de San Agustín, llega gracias a Antonio Monte Arroyo, fraile agustino portugués del convento limeño. Centraremos nuestra atención en la autoría de esta escultura y los sinsabores para conseguirla, así como su difusión en el Perú, devoción particular de la semana santa Sevillana, y en su recorrido por el noroeste del Perú, llegaron a la zona de los mitimaes o tambo de Debajo de la doctrina de Recuay (Actual barrio abajo), antigua zona comercial y de intercambio de productos, antes de la irrupción española.

De acuerdo a las primeras crónicas de Fray Antonio De la Calancha, los negros de la zona sierra, tenían una particularidad, como también su devoción; en su primera expedición de los frailes dejaron esta sagrada imagen en la zona de los mitimaes en la doctrina de Recuay, gracias a la devoción de la familia Cieza de León, familia irruptora y cronista sevillano de nuestro suelo nativo, quien en su afán de ir impartir su devoción particular por el Cristo de Burgos, el cual, anhelaba ocupar la procesión del viernes Santo, sin embargo, los cofrades de la semana Santa no aceptaron la imagen porque imponía nuevos impuestos, por lo cual, se quedó en la zona de los mitimaes al cuidado de un mercader de esclavos con atribución a la familia Cieza de León (de acuerdo a la genealogía de los señoríos de Sevilla), levantaron una pequeña capilla para poder depositar la sagrada imagen que era de tamaño real, los únicos que tenían acceso a esta capilla era la familia Cieza de León, como también los esclavos negros que estaban a la expectativa de la llegada de mayor mercadería en este tambo.

Las primeras organizaciones de esclavos negros custodiaban la sagrada imagen y velaban por la correcta distribución de esclavos y mercadería que venía desde Huarmey, Quilcap, Coris, La Merced, Mullacaqucha, Tucuhuain, Recuay, Olleros, Huantar, Chavin, Cahuac, Margos, Quisqui, Huánuco y a la selva en Chachapoyas. En algunos de estos lugares se tiene la devoción al Cristo de Burgos posteriormente, entre las más fuertes está en Recuay, Huánuco y Chachapoyas, y en particular en el actual distrito de La Merced

existe un centro poblado con el nombre de San Ildefonso por la influencia de la doctrina de Recuay.

Los esclavos negros y nativos fueron dispersados a los trabajos de campo en la chacra, entre las localidades de Ayacayana, Pampacancha, Marcarapampa, Ranraucro, la mezcolanza entre esclavos negros y nativos se daba en los lugares marginales o alturas donde había cultivo, no obstante, la devoción por la venerada imagen del Señor de Burgos se seguía, hasta que la zona de los mitimaes, se convirtió en el tambo de abajo, por crecimiento poblacional. Entre sus devociones más fuertes eran la virgen del Socorro y el Cristo de Burgos, entre las localidades de Ayacayana y Tuctu.

Ante la inminente caída de la corona española en el Perú y la naciente independencia, aun había grupos resistentes, y otros con el fin de conservar su devoción o su dinastía española deciden regresar al viejo continente, entonces de pronto se alista y encajona la imagen del Santo Cristo de Burgos, entre mercadería y monedas de oro y plata; y en brazos de los descendientes esclavos negros se enrumban hacía Huarmey, para nuevamente regresar a

Sevilla, sin embargo, sufrieron un motín a las alturas de Antacocha, donde fueron decapitaron todos los descendientes y personas identificadas con los españoles.

Las corrientes emancipadoras habían arrasado con todo, habían dejado libre a los esclavos negros, y se habían llevado todos los objetos de valor, sin embargo, dejaron tirada la imagen del Santo Cristo de Burgos, en su desesperación los esclavos negros comenzaron a revisar que la sagrada imagen no haya sufrido ningún daño. Después de ello encontraron algunas monedas de plata de la corona española de los años 1775-1820. Después de ver todas las posibilidades de no sufrir una represalia por la población ante lo sucedido, acuñaron las monedas y se lo pusieron en una tela detrás de la espalda, y al compás de campanillas en los pies, emprendieron su recorrido hacía el pueblo de Recuay, de donde fueron echados, ante el temor de cualquier represalia, posteriormente se dirigieron a la actual capilla de Ayacayana, con la sagrada imagen en hombros. 


Poco tiempo después la imagen regresó a la capilla pequeña que tenía en el tambo, sin embargo, la tradición de los esclavos negros y sus descendientes era el baile y el festejo, pero normalmente en otras localidades solo animaban las fiestas cristianas del Nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre y la epifanía del Señor (bajada de reyes el 6 de enero), fiestas que han quedado marcado en la gran mayoría donde hay población y afrodescendentes.

El presidente Ramón Castilla decretó la libertad para los esclavos negros el 04 de diciembre de 1854, y en el pueblo de Recuay, los negros celebraron su libertad a los pies de la sagrada imagen del Cristo de Burgos, entre sus primeros atuendos primaba el chicote de cuero de toro, campanillas, sacos militares estilo francés, pantalón de lana. La primera cuadrilla de negritos, se organizan como cofrades del Señor de Burgos, bajo el término del “Negro

mayor” (los doce apóstoles y con el caporal y sus once discípulos del “Negro Mayor” por su identificación con la venerada imagen) En plena guerra con Chile se le atribuye su primer milagro a la venerada imagen, ya que, en la expedición de las tropas chilenas por el callejón de Huaylas, donde hubo saqueos que hacían en cada recorrido, no obstante, el pueblo de Recuay, no sufrió ningún atentado, ya que ante los inminentes saqueos que se podrían

dar, los moradores del tambo de abajo estaban en oración en medio de la venerada imagen del Señor de Burgos, quien por este suceso, se le añadió el nombre del Señor de la misericordia o “Mishaquito entre los nativos y negros” de Burgos.

En los primeros años del siglo XX la devoción del Señor de Burgos crece, sin embargo, la danza de los negritos se convierte en una danza de mestizaje y por la migración de población, puesto que, se comenzó a celebrar su fiesta en honor, como antesala a la fiesta central de los militares en Recuay, por ello, la cuadrilla añade a su vestimenta el estilo militar, ya que, después de la guerra con Chile, la devoción a la virgen de las Mercedes, tomó mayor protagonismo en Recuay, incluso más grande que la fiesta patronal de San Ildefonso y la purísima. Después de la fundación de la provincia de Recuay y la migración de los pobladores de Recuay, la fiesta del Señor de Burgos, comenzó a tomar mayor protagonismo, la sagrada Imagen había sufrido algunos golpes, cuando salía en procesión.

Después del terremoto del 12 de diciembre de 1908, trajo consigo el daño de la imagen del Señor de Burgos, por lo que se decide hacer una réplica pequeña para poder salir en procesión. A partir de estas fechas, se comienza a hacer algunas confusiones con la sagrada imagen, y algunos pobladores con el fin de confundir la devoción del Señor de Burgos, llamaban a la venerada Imagen el Señor de la Agonía, donde se quería asemejar a la fiesta del señor de mayo, que se tenía en Huaraz (esta tradición ha calado en el actual distrito de Catac y en varias localidades de la provincia, lo particular es la devoción a la Cruz en mayo, puesto que en el calendario litúrgico romano no hay una festividad a la Cruz, solo en el Perú, y ello se da a la particularidad del cambio de clima, de acuerdo a la antropología del hombre andino y como se podía cristianizar fiestas). Sin embargo, los moradores del tambo de abajo, tenían en mente que su fiesta era en la exaltación de la cruz, 14 de setiembre, ya que la santa Cruz también se celebraba en Ayacayana el 12 de setiembre, una fiesta establecida por la gran mayoría de los descendientes de los eslavos negros que se habían establecido alrededor de Recuay.

Las danzas de los negritos sufren algunos cambios, como también, se comienza a contar con sus servicios para algunas fiestas, entre las que más destacaban en sus alrededores de Recuay, como San Cayetano de Cantu y Tuctu, la virgen del Socorro de Tuctu y Ayacayana (la grabación de audio que existe y es la más antigua actualmente) entre otras festividades, sin embargo, esto trajo consigo un problema posterior. En 1947 quizá se sufre la crisis másfuerte en la devoción, en cuanto a los descendientes esclavos negros y la cuadrilla de los 12 discipulos, pues se dividen por barrios, el barrio de abajo y el barrio de arriba, los dos únicos considerados en el pueblo de Recuay.

En el año 1948 se funda la cuadrilla de los negritos del barrio de arriba, posteriormente el barrio de abajo asume la división y se les atribuye como los danzantes más antiguos; este cambio trajo consigo quizá un problema póstumo, que era la limitación de los danzantes de negritos, sean selectos y con cupos limitados, las cuales se añadieron otros calificativos como rucu, china barbas, o se crearon leyendas erróneas de la procedencia de los negritos,

como trabajadores de la mina, entre otros. En el año 2000, el sr. Pelayo De la Cruz Montoya crea en la fiesta de mayo (una devoción particular de la Familia De la Cruz Montoya) la cuadrilla “Asociación Cultural San Ildefonso del barrio Centro” donde se añade a la vestimenta original el terno con corte actual.

Lamentablemente en esta división la coreografía que realizaban los negros ha variado, ya que, algunas cuadrillas lamentablemente se han “Huancainizado” término que actualmente se está arraigando entre la danza, mascara, música y demás vestimenta; con una corriente actual de humanizarse, ya que, se están anexando otras costumbres por no tener en cuenta lo más antiguo; no obstante, la reconstrucción es un desafío actual que se ha trabajo en el proyecto determinado “A mi Señor de Burgos – Aproximaciones Históricas”.



Actualmente entre las cuadrillas ingresan a danzar niños, una acertada visión del sr. Pelayo De La Cruz Montoya, para su preservación y conservación de la danza; existen tres cuadrillas de negritos de los barrios, Arriba, Abajo y Centro, su aparición en la fiesta consta del 12 de setiembre al 15 de setiembre con sus pintorescas danzas y su adoración particular en la capilla del Señor de Burgos y en la Iglesia Matriz de Recuay, quien desea bailar para cualquier cuadrilla de los negritos, se compromete libre y voluntario a bailar durante siete años.

Personajes de la Danza

El caporal o rucu: Es el más longevo, con mayor picardía de la cuadrilla, es quien goza con mayor experiencia y sabiduría; y quien guía a los demás negritos. En su personificación, lleva consigo una máscara con la barba y cejas blancas. En su don de mando posee un chicote, como símbolo de libertad del sometimiento del yugo esclavizador. Actualmente el caporal o rucu tiene la indumentaria de un policía de mayor rango.

Los negritos: Danzantes entre niños, jóvenes, adultos y ancianos que conforman la cuadrilla representativa del barrio.

Conjunto Musical: son músicos que amenizan la fiesta, los antiguos afrodescendientes usaban el violín y la campañilla, más los golpes que daban en el piso al son de estos instrumentos. Actualmente el conjunto musical consta de un violin, arpa, trompeta con sordina, Saxofones entre alto, tenor y barítono; y clarinete. Entre su repertorio están las marchas militares, Veneración a la imagen del Señor de Burgos, marchas regulares, huaynos (cachaspada y huellushpada); donde los danzantes acompañan con sus campanillas y realizan movimientos de cabeza, manos, pies y cadera, en son de mofa y jolgorio.

Programación de su aparición para la fiesta en honor al Señor de Burgos.

Rompecalle.

En sus inicios, el rompecalle iniciaba en el cruce entre el tambo de abajo y el caserío de Ayacayana.

Actualmente el 12 de setiembre por la tarde, cada cuadrilla ha puesto un punto de reunión para iniciar su recorrido, durante su desplazamiento invitan a la gente a la fiesta, en pleno recorrido hacen una parada en cada esquina de la ciudad para recibir las ofrendas que le hacen los moradores, entre bebidas y algunos alimentos, hasta llegar a la Capilla dedicada en honor al Señor de Burgos, posteriormente hacen su recorrido hasta llegar a la Iglesia Matriz de Recuay, donde está la venerada imagen del Señor de Burgos.

La Adoración.

La cuadrilla de negritos, después de hacer su primer recorrido primero se acercan a la capilla dedicado al Señor de Burgos, donde se encuentra la venerada imagen original, se acercan con mucho recogimiento y devoción para anunciar su presencia en la fiesta y pedir su protección, entre canticos del caporal y su cuadrilla, el conjunto musical acompaña cada intervención con una melodía de veneración propia de los negritos.

Durante su segundo recorrido se apersonan a la Iglesia matriz san Ildefonso para hacer la veneración de la sagrada imagen, que está en un anda adaptado para su recorrido procesional.

Baile

Después se ubican en un lugar de la plaza principal de Recuay para celebrar las vísperas, ellos al igual que el mayordomo amenizan la fiesta con el conjunto musical quien acompaña con diferentes melodías folclóricas del momento. La particularidad de cada danzante es su destreza de baile hasta el cansancio, como también acompañan al conjunto musical con sus cantos pintorescos y sarcásticos.

Prueba de valor

En el desarrollo de la danza, se da la coordinación y desafío en el baile con pasos trenzados entre las correas y campanas de cada integrante de la cuadrilla de negros, en medio de este trenzado hay bebidas y algunas frutas,

que cada integrante puede degustar. Cada integrante se presenta en este trenzado, entre movimientos agraciados y baile hace su presentación; no obstante, quien pise el trenzado recibe azotes por parte del caporal o quien designe el mismo, en el momento de su presentación.

Días de baile.

Las cuadrillas de negritos se presentan del 12 al 15 de setiembre, durante estos días recorren las diferentes calles de la ciudad, donde ponen la suspicacia y la alagría a esta festividad.

Hualluspada.

El pasacalle o fin de fiesta de las cuadrillas de negritos se le llama (hualluspada) es su último recorrido por las calles principales de la ciudad, entre cantos, jolgorio y abrazos de por medio, se despiden hasta el próximo año, donde piden regresar a los pies de la Venerada Imagen.

Después del terremoto del 70 ha desatado mayor importancia a las tradiciones de los más sencillos destaquen y hoy en día el estado peruano priorice para declararlos patrimonio cultural, muchas danzas denominadas autóctonas o propios desarrollados en la colonia han perdido protagonismo y han desaparecido por la poca identidad cultural que trae consigo, como también su poca praxis y la adaptación de los migrantes de esta zona para no ser rechazados en su nuevo entorno social - cultural.

Vestimenta de la cuadrilla de los Negritos de Recuay

El sombrero

Aparte de ser un artículo de protección solar allá por los años de 1860 pasa hacer una indumentaria para el baile de los negritos. Los antiguos esclavos trabajan en las haciendas con esta prenda hecha de paja o de lana dependiendo de las regiones donde estos cumplían funciones. En la danza de los negritos se usa mucho el sobrero, los protectores (cascos mineros). en sus distintas calidades y formas. Después de la liberación de esclavos por Ramón Castilla, los sombreros pasaron a tener una importancia necesaria por hacerlos personajes de la aristocracia.

Las guirnaldas

En el baile de los negritos tiene mucha tradición y mucha historia algunos danzantes o encargados de adornar los sombreros se cortaba rosas rojas y blancas con el fin de simbolizar la bandera del Perú, otra interpretación tiene que ver con las rosas blancas en la pureza nos contaban que eran para simbolizar en caso de las rosas blancas para simbolizar la pureza y las rosas rojas la sangre derramada durante tres siglos de opresión es una forma de simbolizar la victoria y el patriotismo pero también es una promesa que se les hizo a los negros que participaron en las batallas.

Las coronas de eucalipto en el sombrero es una mera culturización de los negritos como forma de mofa esta fue llevada a cabo después que Recuay se convirtiera en provincia, se comenzó con el arremedo a los militares que llegaron al pueblo (general Artola) y demás acompañantes.

Los guantes

El guante blanco tiene su historia en forma de mofa hacia los europeos, también era un formalismo para participar en las misas importantes, después solo se usaba en la misa central del 14 de septiembre.

El guante negro se usaba para interpretar mejor el papel de negrito las manos se delataban si no se contaba con esta prenda

El Pañuelo

Este artículo se tomó en cuenta recién por los años 40 y 50 el pañuelo en el baile es una expresión de elegancia, los pañuelos más antiguos que encontramos tienes unos bordados hermosos; hoy en día estos artículos han perdido protagonismo, puesto que, en su mejor momento, esta prenda era de las más caras y hermosos, porque eran bordados y calados a mano, es un tesoro que ha perdido nuestra provincia de Recuay.

El chicote y las campanillas

Es un artículo de representación de esclavitud los mangos de dichos artículos por lo general llevaban una cabeza de puma, algunos con mala intensión hablan de la cabeza de un perro.

Las comadrejas

tiene su origen en la época colonial no solo es un artículo de baile sino que también se usaba este animal para cazar conejos, estos animalitos eran entrenados para la caza y los negros esclavos eran buenos entrenadores por eso en el baile el rucu lo trae en el hombro como un animal sagas y muy cooperativo cuando estos animales morían se les disecaba y se les adornaba con monedas de plata y en casos excepcionales con algunas monedas de oro que son de los años 1775 al 1835.

El terno

Tiene poco uso en los negritos de Recuay, ya que, no se pudieron rescatar y reconstruir las casacas militares que se usaban en la etapa de la emancipación.

Los calzados

Botines eran empleados y adornados para este baile, anteriormente su uso exclusivo era para marcar la diferencia y hacer ver que era personas libres.

Las bandas

La banda en el pecho de los danzantes se da por la pertenencia a la nación peruana y otra adornada, anteriormente era con el nombre de la cofradía a la que correspondía y que apóstol era, posteriormente se dio el nombre del barrio al cual representa.