El antiguo Perú, en su último periodo conocido como el Horizonte Tardío o Tahuantinsuyo, estuvo conformado por más de cincuenta etnias. Este vasto territorio se extendía desde el río Maule, en Chile, por el sur, hasta la región de Pasto, en Colombia, por el norte.
Entre los principales pueblos que lo integraban destacaban los Collas, Chancas, Wankas, Huaylas, Chimúes, Kollaguas, Cañaris, Yerovilcas, entre otros. Estas etnias constituían una unidad diferenciada dentro de un Estado pluriétnico, multilingüe y pluricultural, que bajo el dominio del Imperio Inca, se cohesionó gracias al expansionismo cultural y la cosmovisión andina. Este proceso de integración fue abruptamente interrumpido con la llegada de los españoles.
Se estima que el Tahuantinsuyo alcanzó, en su momento de mayor esplendor, una población aproximada de entre 10 y 12 millones de habitantes.
Por otro lado, resulta destacable que muchas de las estructuras sociales y características socioculturales del mundo andino aún permanecen vigentes, a pesar de más de 480 años de imposición cultural occidental, primero bajo el dominio del colonialismo español y, posteriormente, bajo el control de la república aristocrática. En tiempos recientes, este legado ha sido aún más desafiado por el impacto de la globalización y el crecimiento económico acelerado.
No obstante, ciertos elementos fundamentales de la cosmovisión andina sobreviven, especialmente en la forma en que se concibe la relación entre el ser humano y la naturaleza. Este vínculo se manifiesta en símbolos y creencias como la Chakana, la Pachamama, los Apus, así como en mitos, leyendas y otras expresiones culturales ancestrales.
En relación con la etapa colonial, el investigador social Luis Orbegoso Penagos resume enfáticamente en su blog titulado Rumbo al Bicentenario. Historia del Perú, América Latina y el mundo. Siglos XIX y XX, lo siguiente:
“Con la conquista española de los Andes y la caída del Tahuantinsuyo, se inició una serie de transformaciones que llevó a la conformación del Perú moderno. El reemplazo del Estado Inca por la administración virreinal solo fue el cambio más superficial, aunque de indudables repercusiones políticas al establecerse un sistema centralista y autoritario.
Lo importante fueron los cambios demográficos, la mezcla racial y el nuevo orden de la sociedad bajo criterios de raza y estamento; en el ámbito económico, la introducción de una economía de mercado, el uso de la moneda y una nueva concepción de la riqueza y la pobreza; a nivel ideológico, se desmoronaron muchas formas de pensamiento andinas que fueron reemplazadas por una visión occidental del mundo, en la que jugó un papel decisivo la evangelización impulsada por la Iglesia Católica.
En suma, el territorio que hoy ocupa el Perú y sus habitantes ingresaron a la historia de Occidente o a la Historia Universal”.
Estas reflexiones, citadas del blog del historiador peruano (http://blog.pucp.edu.pe/blog/juanluisorrego/2009/05/24/historia-del-peru-colonial-una-sintesis/), evidencian con claridad el profundo impacto que tuvo la conquista en las estructuras políticas, sociales, económicas e ideológicas del antiguo Perú.
Si bien es cierto que durante el Virreinato se produjeron importantes cambios demográficos, no existen cifras exactas sobre la cantidad de españoles que ingresaron al territorio. Según el portal Wikipedia, se estima que alrededor de 250 mil personas llegaron al Perú durante ese periodo, sin contar las entradas graduales de moros cristianizados, italianos, portugueses y algunos croatas.
Por otro lado, otros historiadores, con estimaciones algo más optimistas, calculan que durante los 289 años de dominación española llegaron aproximadamente 300 mil europeos al virreinato peruano. De ellos, poco más del 30 % eran andaluces; un 28 %, procedentes de Extremadura y Castilla-La Mancha; y un 39 %, de León y Castilla la Vieja. También arribaron algunos españoles del norte, así como judíos, lusitanos, genoveses, alemanes, griegos y flamencos. Este periodo estuvo especialmente marcado por la influencia cultural de las regiones de Andalucía y Extremadura.
En consecuencia, puede afirmarse que los europeos recién llegados no dispusieron del tiempo ni del interés suficiente para fomentar un mestizaje cultural profundo. Su principal motivación radicaba en el despojo de riquezas a los pueblos originarios, la explotación sistemática de la mano de obra indígena, el usufructo de las encomiendas y la ambición de poder y fortuna en estas nuevas tierras.
En contraposición a los datos presentados en el párrafo anterior sobre la evolución histórica étnica del Perú, el investigador social Jorge Moreno Matos, en su blog personal Reportero de la Historia, señala lo siguiente:
“El primer censo colonial fue el que mandó levantar el Pacificador del Perú, don Pedro de La Gasca, en 1548, con un resultado de 8’285,000 habitantes. El segundo, llevado a cabo por el virrey Hurtado de Mendoza en 1556, censó a 253,715 indígenas tributarios. Entre 1570 y 1575, un tercer censo decretado por el virrey Francisco de Toledo, realizado durante su visita general al territorio del Virreinato peruano, arrojó la cifra de 1’067,696 indígenas tributarios.
Asimismo, los virreyes Duque de la Palata (1683), Conde de Superunda (1751) y Gil de Taboada y Lemos (1795), último de la colonia, ordenaron la realización de censos. Mención aparte merece la Real Cédula del 10 de noviembre de 1778, que establecía la confección de censos anuales con distinción de clases, estados y castas.”
(http://www.reporterodelahistoria.com/2007/10/cronica-los-censos-en-el-per-una.html).
Frente a esta espeluznante realidad etnohistórica, surge una interrogante: ¿qué sucedió con más de 7,000,000 de aborígenes entre el año 1548 y los años 1570-1575? Se desprende que, en menos de 27 años, fueron exterminados millones de naturales. Sobre este episodio calamitoso, el destacado investigador y periodista uruguayo Eduardo Galeano (1984) afirma que “las bacterias y los virus fueron los aliados más eficaces de los europeos”. Epidemias mortales como el tifus, la viruela, el tétanos, la fiebre amarilla, la lepra y diversas enfermedades venéreas, entre otras, azotaron cruelmente a los aborígenes, cuyos organismos no tenían defensas ante estas nuevas enfermedades.
Hoy se sabe que, en la América Central insular, “Las Antillas”, la situación fue aún más nefasta: millones de aborígenes desaparecieron debido a los potentes virus y bacterias, siendo más tarde reemplazados por negros traídos a la fuerza desde África.
Además, se conoce que los españoles emplearon diversas razas de perros como aliados en la invasión y conquista de América. Amaestraron alanos, galgos, mastines y sabuesos para cometer sus atrocidades, asignando a cada raza una función específica. Algunos perros eran usados como centinelas para alertar sobre ataques o emboscadas; otros, como fuerzas de choque en enfrentamientos con los aborígenes; y los más adiestrados, como ejecutores de sentencias y castigos. El “emperramiento” consistía en lanzar una jauría de perros hambrientos contra detenidos indefensos para despedazarlos y devorarlos.
Sobre estas atrocidades cometidas durante la conquista de América, Fray Bartolomé de las Casas las describe en su libro Historia de las Indias.
A este horrendo episodio se sumó la cruel explotación de los aborígenes en las mitas, los obrajes y los horrendos homicidios ejecutados por los peninsulares, en su brutal afán de imponer la cultura hegemónica del invasor. Un caso emblemático es el del Pacificador Francisco de Chávez (año 1539), quien fue encomendado por el Cabildo de Lima para mediar en una revuelta en la zona de los Conchucos, en Áncash. Este personaje cometió graves atrocidades contra los naturales, ganándose el apelativo de “Herodes de los Andes” por haber asesinado a más de 300 niños menores de tres años y a cientos de habitantes de la región.
Durante la etapa republicana, la composición étnica del Perú ha variado progresivamente, influenciada por diversos factores como la emigración e inmigración, las plagas, las guerras y el desplazamiento forzado por la violencia política de los años 80. En relación con este último fenómeno, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) señala en uno de sus informes:
“No existen estimados absolutamente fiables, pero la mejor aproximación permite suponer que alrededor de medio millón de personas abandonaron sus localidades y emprendieron la búsqueda de refugio por temor a ser víctimas directas de la violencia. Quechua hablantes en su gran mayoría, los desplazados buscaron refugio en las ciudades, creando en muy poco tiempo nuevas poblaciones marginales alrededor de los polos urbanos.”
Este fenómeno social aceleró el desplazamiento demográfico del campo hacia la ciudad.
Respecto a la composición étnica en el Perú, el investigador peruano Marcelo Díaz Vidal, en su trabajo Demografía Peruana: Composición étnica en el Perú, menciona:
“En el censo de 1876, más de la mitad de la población era amerindia, con un 57.9 %, es decir 1,562,910 personas. En el censo de 1940, los amerindios representaban el 46 % de la población, es decir 2,856,000 personas. Se observa un continuo retroceso en la proporción poblacional amerindia, lo que ha dado lugar a que actualmente el país no cuente con un segmento poblacional de mayoría absoluta, sino con un conjunto de minorías raciales y étnicas.”
Asimismo, agrega Díaz Vidal:
“Dado que a partir de 1940 no se consigna información sobre raza en los censos, la información actual se obtiene de fuentes internacionales. Estas indican que los grupos étnicos presentes en el Perú están constituidos por amerindios, mestizos, blancos y, en menor medida, negros y asiáticos.”
(http://demografiadelperu.blogspot.pe/2014/07/composicion-etnica-del-peru.html)
Por otro lado, Díaz Vidal, sobre la misma materia, remarca lo siguiente:
“Desde la colonia se inicia un proceso migratorio de población blanca proveniente de toda Europa, proceso que se acentúa durante los períodos de auge económico del Perú republicano. Con la llegada de los españoles al Perú, los hombres blancos tomaban como esposas a las nativas debido a la escasez de mujeres blancas al inicio de la colonia, generando a los mestizos (personas con descendencia de raza blanca e indígena), un grupo muy notorio hasta el día de hoy, que representa la mayoría de la población peruana.”
Asimismo, manifiesta que:
“También desde la colonia se inicia el ingreso de población negra desde África, proceso que culmina con la abolición de la esclavitud durante el final del período colonial.”
En cuanto a la población asiática, señala que:
“Su ingreso se produce durante la época republicana, principalmente chinos, llamados también coolíes, y japoneses, denominados nikkeis.”
Por tanto, sostiene el estudioso que el “ingreso masivo de población de distintas razas dio origen al mestizaje, que se inició durante la colonia y continúa hasta la actualidad.”
En tiempos recientes, han aparecido diversos libros digitales en Internet que ofrecen datos internacionales sobre la composición étnica en el Perú. Según la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), la población peruana se compone de: amerindios 45 %, mestizos (mezcla de amerindio y blanco) 37 %, blancos 15 %, y negro, japonés, chino y otros 3 % (Fuente: The World Factbook – CIA, marzo 2012).
En la misma línea, el portal Wikipedia sobre Etnografía del Perú menciona:
“Por otro lado, según el Instituto Indigenista Interamericano, la población indígena peruana es del 38.39 %, cifra que se basa en una realidad demográfica más amplia. En contraste, el último censo del 2007 solo contabilizó el 15.9 % de población indígena, tomando como parámetro la lengua aprendida en la niñez para cuantificar a la población quechua y aymara. Es conocido que la lengua por sí sola es un criterio insuficiente para definir la pertenencia étnica de una persona, pues los indígenas migrantes a las ciudades suelen abandonar su lengua para evitar la discriminación urbana. En consecuencia, los datos del censo 2007 pueden no reflejar la verdadera dimensión cuantitativa de los pueblos indígenas en el país.”
(https://es.wikipedia.org/wiki/Etnograf%C3%ADa_del_Per%C3%BA)
El Ministerio de Cultura del Perú, a través del Instituto Nacional de Desarrollo de los Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuano (INDEPA), organismo encargado de organizar y estudiar a los pueblos indígenas del país, en su publicación sobre el mapa etnolingüístico del Perú (2010), registra un total de 4,101,591 indígenas. En conclusión, de los 29,461,933 habitantes calculados para el año 2010, según proyecciones del INEI, la población indígena representa solo el 13.92 %. Por su parte, la población afroperuana, según datos del PNUD, alcanza el 7 % del total poblacional, agrupando en esta categoría a negros, mulatos y zambos.
Finalmente, sobre esta misma materia, en cuanto a la población indígena o pueblos originarios que conservan organización, lengua y costumbres ancestrales, en el Perú alcanzan aproximadamente el 30 %. Este dato fue publicado por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en su informe final de 2003. Estos datos son respaldados por instituciones internacionales como UNICEF, que estiman un 13.89 % de población indígena con base en criterios sociolingüísticos y un 30 % según estimaciones tradicionales. Por consiguiente, el Perú es un país multiétnico y multilingüe, por lo que resulta muy difícil delimitar con exactitud la composición étnica del país. Entre tanto, reza un antiguo dicho popular que dice: “El que no tiene de Inga, tiene de Mandinga”, en referencia al sancochado y al arroz con mango generados por la mezcla de “todas las sangres” a lo largo de nuestra historia étnica.
Además, no podía dejar de compartir la publicación del año 2013 del Proyecto Genográfico de National Geographic, basada en estudios avanzados de análisis de ADN y en la aplicación de tecnología de punta para explorar las mezclas particulares de afiliaciones genéticas en el Perú. Se compararon resultados de ADN con 60 poblaciones geográficas y étnicas de todo el mundo, en términos de marcadores genéticos presentes en la población peruana.
Los resultados porcentuales para los peruanos de Lima, según National Geographic, son los siguientes: diáspora judía 2 %, Europa Occidental y Central 2 %, Finlandia y Siberia del Norte 2 %, nativo americano 76 %, África del Norte 3 %, Europa del Sur 11 %, y África Occidental y Central 2 %. Esta población de referencia se basa en la población residente en la capital, Lima, cuyos habitantes son predominantemente nativos americanos, pero también presentan una cantidad significativa de mezcla reciente con poblaciones europeas en los últimos 500 años, periodo que coincide con la época colonial española y que refleja también migraciones antiguas en Europa durante los últimos 40,000 años. Además, existe una pequeña proporción de ascendencia africana occidental, producto de la importante trata de esclavos africanos entre los siglos XVI y XIX.
Por otro lado, los mismos estudios han encontrado que en las regiones altas del Perú la composición genética es la siguiente: Finlandia y Siberia del Norte 2 %, nativo americano 95 % y Europa del Sur 2 %. Es decir, la población de estas regiones es predominantemente indígena, con una pequeña proporción (4 %) de mezcla histórica con poblaciones del sur de Europa, Finlandia y Siberia del Norte.
(Fuente: https://genographic.nationalgeographic.com/reference-populations-next-gen/)
Desde mi punto de vista, el particular carácter de la composición étnica, diversidad cultural y etnolingüística del Perú —por cierto, muy variada y rica— en algunos casos ha sido una traba para el desarrollo y progreso del país en comparación con otras naciones latinoamericanas más homogéneas étnicamente. Asimismo, la ausencia de grandes mayorías, la insuficiencia de un proyecto nacional inclusivo que articule todos los estratos sociales sin exclusión, y la persistente alienación social, son problemas estructurales que arrastramos desde la colonia y que aún no hemos logrado superar.
En el Perú todavía se percibe una franca, aunque solapada, discriminación racial, una herida abierta que no supura, impidiendo romper con un pasado retrógrado y cavernario que se mantiene latente y excluyente, constituyendo una abominación nacional.
Persisten pensamientos y conductas que provocan múltiples conflictos sociales —discriminación, xenofobia, racismo, segregación, entre otros— y que dificultan el conocimiento de las distintas realidades culturales y el enriquecimiento que aporta la interculturalidad, la transculturación y la globalización como eje central de los derechos humanos. Muchas veces, estas conductas se fomentan desde los hogares y se refuerzan en las aulas a través del bullying, como lo retrata magistralmente el cuento Paco Yunque de César Vallejo en el siglo XX, perpetuando una sociedad clasista y excluyente.
No es extraño que, hasta la segunda mitad del siglo XX, los medios de comunicación masivos —radio, televisión, prensa, teatro— hayan tendido a informar y difundir principalmente sobre las costumbres y estilos de vida de los sectores altos. Las noticias policiales, las protestas populares y el fútbol eran temas relegados a los sectores pobres y excluidos, quienes eran considerados “los malos de la película”. En el cine y la televisión, los papeles secundarios o domésticos se reservaban para “cholos”, mestizos y gente de color, a pesar de que estos grupos representan la mayoría de la población (45 % y 37 % respectivamente).
En años recientes, los avances científicos y tecnológicos sobre el origen del ser humano y las teorías de la hominización, la revelación de la existencia de una sola raza humana —Homo sapiens— y el reconocimiento del continente africano como “Cuna de la Humanidad” (Johannesburgo, designado por la UNESCO en 1999), han evidenciado la falacia de los prejuicios raciales. Sin embargo, aún persisten contradicciones ideológicas basadas en construcciones imaginarias creadas para justificar la discriminación. En este sentido, la neurobióloga italiana Rita Levi-Montalcini, premio Nobel de Medicina 1986, señala en un manifiesto contra el racismo:
“Estas abstractas subdivisiones, fundadas en la idea de que los humanos constituyen grupos biológica y hereditariamente muy distintos, son puras invenciones que siempre se han utilizado para clasificar arbitrariamente a hombres y mujeres en ‘mejores’ y ‘peores’, y de esta manera discriminar a los últimos (siempre los más débiles), a quienes luego se acusa falsamente de ser la causa de todos los males en momentos de crisis.”
A pesar de esta contundente evidencia neurobiológica y genética, y de la diversidad étnica de nuestro país, persisten ideologías racistas promovidas por algunos grupos que pretenden instituir una supuesta superioridad racial y generar odio indiscriminado. Lo más patético y paradójico es que esta pretensión racial surge de algunos mestizos peruanos, quienes desde la colonia han manifestado conductas segregacionistas y excluyentes, desempeñando un papel oscuro en nuestra historia, que lamentablemente persiste hoy con sus elucubraciones pseudorraciales.
Con la intención de aportar a la comprensión de este fenómeno conductual, sintetizo algunas características relevantes que he podido identificar:
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Son segregacionistas, se creen descendientes exclusivos de blancos y niegan el mestizaje racial en su linaje, padeciendo traumas y crisis existenciales ideológicas, políticas y psicológicas. Siempre mencionan que sus antepasados provienen de países como el País Vasco, España, Portugal, Italia, Alemania o Inglaterra.
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Sufren una delirante persecución mental por su naturaleza “híbrida” (ni cebra ni asno, sino “cebrasno”; ni camello ni llama, sino “cama”), pues no son ni blancos ni indígenas, sino mestizos. Este cruce racial les genera un odio exacerbado hacia los aborígenes, a quienes se creen superiores sin fundamento.
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Viven con la mente alienada en Miami, Nueva York o Europa, mientras su cuerpo permanece resignado en Perú, dedicados a actividades parasitarias y superficiales.
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Tienen una autoestima inflada, son soberbios e intolerantes con quienes piensan diferente, semejantes a caricaturas de neonazis o miembros del Ku Klux Klan.
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Critican constantemente a los demás, culpando a sus supuestos adversarios ideológicos de todas las desgracias sociales, con fines de autoengrandecimiento y mitomanía.
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Algunos muestran rasgos de psicopatía social, dogmatismo, extremismo y fanatismo delirante.
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Se consideran seres “extraterrestres” frente a los originarios, sin identidad propia, y ven al Perú solo como medio para su enriquecimiento desmedido.
Desde la colonia, estos personajes de pensamientos excluyentes y conductas oscuras han desempeñado un papel lamentable en nuestra historia: como “felipillos”, traidores y vendepatrias. Han sido regentes y capataces al servicio del poder económico y político, y algunos han llegado a ocupar altos cargos en la presidencia, el congreso, las fuerzas armadas, el sistema judicial, la iglesia, e incluso controlan medios de comunicación y programas de entretenimiento. En suma, se incuban en el poder como un virus de la sarna que corroe nuestra nación.
Desde mi parecer, sumado a su “fatal” condición étnica y características personales peculiares, ha dado origen en tiempos modernos a lo que llamo el “Síndrome del Perro Chusco”. Recreando el caso, este “perro” —étnicamente hablando— es de color plomizo (como el “tocosh”, ni blanco ni cobrizo, sino plomizo) y apesta a heces. No come ni deja de comer, es rabioso, racista, apátrida, intolerante, arrogante y pulgoso. A estos ejemplares se les conoce en Chile como “Cachupín”, en Bolivia como “quiltros” y en Perú como “Chusco”.
Finalmente, concluyo este artículo realista, jocoso y burlón con las sabias palabras del manifiesto contra el racismo encabezado por la neurobióloga Rita Levi-Montalcini:
“Por lo demás, en los humanos los caracteres físicos se alteran mucho más por las condiciones de vida que por la selección, ya que las características psicológicas de los individuos y los pueblos no están escritas en sus genes. El mestizaje cultural es la base fundante de la esperanza de progreso que se deriva de la constitución de la Unión Europea. Una Italia racista que se fragmentase en ‘etnias’ separadas, como ha ocurrido en la ex Yugoslavia, sería devastada y devastante ahora y en el futuro.”
Por consiguiente, clamó fervientemente a Dios que el papel decoroso que debe cumplir un buen dirigente mestizo sea el de líder auténtico de su nación: un hombre y mujer empáticos, estadistas que gestionen con inteligencia emocional las necesidades del pueblo; visionarios con metas claras, capacidad de planeación estratégica, carisma e innovación, generadores de responsabilidad social y, sobre todo, orgullosos de su “etnia”, historia y alma. Que tengan la nobleza para honrar con sus pensamientos y actos a su pueblo.
Hoy más que nunca, nuestro país exige que la clase dirigente cumpla su rol postergado a lo largo de nuestra historia.
Bach. Alfredo Chávez Olivera