viernes, 18 de mayo de 2012

De Maras “Salvatruchas” a Maras “Perucocholos”

De Maras “Salvatruchas” a Maras “Perucocholos”
(Imitación burda y alienante de jóvenes peruanos en situación de riesgo y exclusión social, magnificada por la prensa amarilla)

Si bien es cierto que los países latinoamericanos comparten vínculos étnicos, culturales, económicos, sociales y políticos, también presentan particularidades que los diferencian. El Perú, por ejemplo, posee características propias debido a su profunda conexión con el mundo andino: milenario, místico, mágico, pluricultural y multilingüe. Esta riqueza histórica y cultural lo distingue, incluso frente a la creciente globalización y la internacionalización de fenómenos sociales. Por ello, no es válido replicar de manera mecánica ni alienante modelos foráneos sin atender al contexto social específico.

El origen de las maras “Salvatruchas” se encuentra en el desplazamiento forzado de inmigrantes centroamericanos (especialmente de El Salvador, Honduras y Guatemala), quienes huyeron de las guerras civiles en los años 80 y buscaron refugio en ciudades como Los Ángeles y California, en Estados Unidos. En estos espacios marginales, marcados por el racismo, la exclusión y la pobreza, surgieron grupos juveniles que adoptaron prácticas delictivas como formas de defensa y supervivencia.

Frente a este problema, las autoridades estadounidenses aplicaron severas políticas de deportación y repatriaron a miles de jóvenes, especialmente salvadoreños. De regreso en sus países, estos jóvenes formaron guetos y zonas de control que posteriormente fueron utilizados por los grandes carteles del narcotráfico para operaciones ilícitas. Así nació una alianza de conveniencia entre bandas delictivas y estructuras del narcotráfico, generando un fenómeno transnacional de violencia urbana que hoy se conoce como neoterrorismo urbano.

Diferencias entre las maras centroamericanas y las pandillas peruanas

Esta introducción permite contextualizar y desmentir algunas ideas erróneas propagadas por los medios, especialmente sobre los rituales y prácticas de las maras “Salvatruchas” y su supuesta influencia directa en el pandillaje peruano.

1. Ritos de iniciación

Cada mara tiene reglas internas y niveles de jerarquía. Aunque se promueve la igualdad entre miembros, los líderes destacan por sus habilidades de negociación y por favorecer a la pandilla. Los ritos de iniciación evalúan la fuerza, rapidez, resistencia y capacidad del nuevo integrante para enfrentar situaciones peligrosas.

En la Mara Salvatrucha, por ejemplo, el rito consiste en recibir una golpiza de trece segundos por parte de varios miembros. En la Mara 18, la duración es de dieciocho segundos. Para las mujeres, existen variantes que incluyen peleas físicas o, lamentablemente, actos sexuales forzados conocidos como “el trencito”. Una vez admitidas, las mujeres también pueden participar activamente en acciones violentas, llegando incluso a liderar asesinatos.

A pesar de estos hechos, no existe evidencia de que como parte de los rituales se exija asesinar a un familiar cercano para ingresar a una mara, como erróneamente ha difundido la prensa sensacionalista en el Perú. Esta afirmación responde más a una lógica de escándalo mediático que a datos verificables, y contribuye a distorsionar la percepción pública, fomentando el miedo y el morbo para alcanzar mayor rating.

2. Las pandillas en el Perú

Las pandillas peruanas, aunque influenciadas por modelos internacionales como las maras MS-13, los Ñetas, el Comando de la Capital (Brasil), Zhu Lien Bang (Taiwán) o los Mungiki (Kenia), tienen raíces diferentes. Las causas principales de su existencia son la pobreza, el desempleo, la desintegración familiar, la violencia doméstica y la falta de oportunidades. Sus integrantes suelen ser adolescentes de alrededor de 17 años, salvo en el caso de las “barras bravas”, que pueden incluir adultos con conductas psicopáticas bajo la excusa del fanatismo deportivo.

A diferencia de las maras, las pandillas peruanas rara vez tienen vínculos estructurales con el narcotráfico a gran escala. En regiones como el Callao o Trujillo, sin embargo, algunas pandillas sí han evolucionado hacia organizaciones delictivas dedicadas al tráfico de drogas, sicariato y extorsión.

El caso del joven chalaco Óscar Barrientos Quiroz (19 años), acusado de parricidio, debe analizarse desde perspectivas familiares, psicológicas y sociológicas, antes de asumir que fue influenciado por maras internacionales. No existen elementos suficientes para afirmar la presencia de una “Mara Perucochola”, como sugieren ciertos medios. Esta denominación no es más que una imitación mal concebida que banaliza una problemática compleja y pone en riesgo a la juventud peruana.

Necesidad de políticas públicas juveniles

El pandillaje juvenil en el Perú tiene raíces históricas propias. En su mayoría, las pandillas son de barrio, organizadas en torno a la territorialidad. Solo algunos casos han derivado en estructuras delictivas de mayor escala.

La inseguridad ciudadana ha empeorado en los últimos años, y los esfuerzos del Estado han sido, en muchos casos, insuficientes o mal implementados. Iniciativas como la “distritalización de la Policía Nacional del Perú” fracasaron rotundamente, y los programas piloto actuales, como la compra de francos policiales, no han tenido impacto visible en distritos como Comas.

Este distrito, con más de 550 mil habitantes, cuenta apenas con 600 policías y 30 unidades de patrullaje, muy por debajo de los estándares internacionales recomendados (1 policía por cada 200 habitantes). Esta desproporción compromete seriamente la seguridad pública y agrava la sensación de abandono estatal.

A nivel nacional, la principal amenaza en materia de seguridad sigue siendo el grupo remanente de Sendero Luminoso, encabezado por el clan Quispe Palomino, que domina zonas del VRAE (Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro). Esta organización mercenaria, disfrazada de ideología comunista, podría eventualmente reclutar a pandilleros urbanos como fuerza de choque en caso de perder el control territorial, como ya ocurrió en países como México o Colombia.

Conclusión

En los últimos dos años, en Comas se ha notado una disminución en la actividad de pandillas juveniles, lo cual es alentador. Sin embargo, ha aumentado la delincuencia común, especialmente en la modalidad de robos al paso, muchas veces con la complicidad de mototaxistas.

Frente a este panorama, es urgente que las autoridades locales, regionales y nacionales implementen políticas públicas de juventud inclusivas, democráticas, transparentes y de calidad, especialmente en los distritos más vulnerables. Asimismo, debe exigirse la transferencia del 1 % del FONCOMÚN para financiar programas preventivos y actividades que contribuyan al fortalecimiento de una ciudadanía activa, informada y protegida.

Solo así construiremos un Estado fuerte, justo e inclusivo, que dignifique a nuestros jóvenes y los aleje del riesgo, la violencia y la desesperanza.

Bach. Alfredo Chávez Olivera

Fuentes electrónicas:
1.- ¿ Cómo hacer para entrar a la Pandilla ?

2.- Maras salvatrucha (ritos)
http://es.wikipedia.org/wiki/Mara_Salvatrucha#Ritos

3.- Pandillas los Maras “Salvatrucha” y M18
http://vidadelasmaras.wordpress.com/